Cada día vienen a mi mente miles de situaciones de nuestra convivencia en esta gran metrópoli que es la CDMX; conflictos vecinales; accidentes y embotellamientos viales; intolerancia hacia la comunidad LGBTTTI; conflictos electorales, enriquecimientos ilícitos de distinguidos personajes políticos; y millones y millones de otras tantas circunstancias, mismas que nos ponen en una situación de estrés y confrontación que se vuelve un barril de pólvora que a veces llega a estallar; ya sea mediante justicieros anónimos, enfrentamientos en plazas públicas o simplemente linchamientos en las calles.
Ampliaré un poco sobre el tema. Es ridículo, desde mi punto de vista, que en días pasados, el presidente de la república haya tenido que instruir a su gabinete a respetar el proceso electoral y el evitar influir en él; ¿Por qué digo que ridículo? porque es algo que se debería dar por descontado, es como pedirle al policía que proteja a los ciudadanos o a los bomberos que apaguen los incendios.
No cabe duda que hay una falta total de valores, y los que tenemos, están trastocados y mal entendidos. Vivimos en una sociedad que en lugar de buscar el bien común, busca su comodidad y beneficio personal.
Solo como ejemplo, lo anterior se puede ver desde el que se estaciona en doble fila habiendo lugar disponible 20 metros adelante, pero como está en la puerta del edificio que le interesa, prefiere afectar a cientos de personas a caminar unos cuantos pasos; y lo peor es que, en no pocas ocasiones, hemos defendido y aplaudido al gandalla que se siente más inteligente que los demás porque se pudo meter en la fila o rebasó por el acotamiento.
Los valores inician en la casa pero se refuerzan en la escuela, eso es educar, porque la educación no es una labor exclusiva de los profesores, se da desde el momento en el que nacemos, en la escuela vamos a obtener información y conocimientos, no a que nos eduquen.
Mientras nuestra sociedad no decida pensar en el bien común (decirlo es pura palabrería, mentirse y engañarse como hizo el Sr. Presidente), tenemos que hacer el egoísmo a un lado y sentarnos a conversar, dialogar y encontrar acuerdos verdaderos de lo que queremos hacer como sociedad. Si no, el sueño de Mancera de hacernos una ciudad de ciclistas, en lo que nos convertirá será en una sociedad tipo sistema Montessori: que cada quien haga lo que quiera.