El día domingo 24 de agosto del presente año, el periódico español El País en su edición impresa, abrió su sección editorial al Presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien tituló su aportación ?Un nuevo México?, para exponer los posibles beneficios de la oleada de reformas estructurales que vivió el país los últimos meses.

El análisis a lo escrito sobre Enrique Peña en esta columna se centrará en dos temas, siendo el primero el mal comparativo entre los Pactos de la Moncloa y el Pacto por México; el segundo será materia laboral.

Para el Presidente de México de acuerdo a lo escrito por él, los Pactos de la Moncloa son un referente que motivó a su equipo de trabajo para poder aplicarlos a nuestro país a través del Pacto por México. Habrá que recordar a la administración de Enrique Peña que el acuerdo español se basó no solamente en coincidencias de la clase política, ya que también se consideró la opinión de sindicatos, ejército, cúpula empresarial, docentes y sociedad para impulsar una transformación Constitucional que diera nuevas reglas de convivencia política, económica y social. En el caso nacional el Pacto por México no significó en ningún momento la recomposición de las formas cómo la fuerza armada se relaciona con el poder central, o el hecho de que los sindicatos cobraran un verdadero papel de importancia en el rol productivo del país. El Pacto por México en nada se parece a lo planteado al inicio de la democracia española.

Como ya se había mencionado, el segundo tema a tratar era el laboral, debido a que Enrique Peña asegura en el diario El País que la reforma laboral es el mejor camino para flexibilizar al mercado del trabajo y por ende, reducir el desempleo y volver formales a los trabajadores informales.

En este punto cabe señalar que el Presidente de México no se equivoca que al flexibilizar el mercado del trabajo se pueden generar más empleo, pero falla en el diagnóstico de que dicho proceso tiende a generar formalidad laboral, sumado a que nuestro país desde hace varios años ya es un mercado laboral flexible, por lo que si ese era el sentido primordial de la reforma, entonces carece de sentido debido a que buscaba algo que ya poseía el mercado mencionado.

Si revisamos las cifras ofrecidas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) de México, desde el año 2007 a la fecha nuestro mercado del trabajo contaba con un 30% de contratación escrita para toda la población ocupada, un nivel de vida sindical alrededor del 8% y un salario real promedio diario que ronda los 8 dólares con una jornada laboral de 10 horas (2 más que lo permitido por la ley), por lo que estamos ante el escenario perfecto para que cualquier economista laboral determine a nuestro entorno como perfectamente flexible.

A la contraparte de flexibilidad laboral, el mismo INEGI de acuerdo a la metodología empleada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en temas laborales, afirma que nuestro grado de informalidad en el empleo ronda el 60%, por lo que de inmediato surge el cuestionamiento sobre si en verdad lo escrito por Peña Nieto tiene sentido, debido a que la evidencia estadística demuestra lo contrario.

Resulta arriesgado que en una editorial de un periódico leído en casi toda América Latina y España, el Presidente de México cometa demasiados fallos al tratar de justificar su proyecto de nación, sin antes consultar los datos, la realidad mexicana y sobre todo, la española, para poder comparar dos modelos que desde el principio, buscaban metas diferentes por caminos separados.