Durante décadas, escuelas y teóricos han ido tras la búsqueda constante de herramientas tendientes a encontrar aquella receta universal que sirva para mitigar los factores de desestabilización y crisis que surgen y seguirán surgiendo alrededor del mundo.

Dentro del modelo capitalista, nace el concepto de “economía social”, que hace su debut en la Europa del siglo XIX. Autores de renombre como John Stuart Mill y Leon Walras, bautizaron con tal término a las innovadoras organizaciones que se iban creando como respuesta a los nuevos problemas sociales que la incipiente sociedad capitalista generaba.

Con la actual preocupación de la gente de lo que irá a pasar después de la pandemia, sobre todo en el aspecto económico, se han aunado esfuerzos para buscar una salida práctica al problema, estudiando qué estrategia ha aplicado tal país y otro, más la historia ha demostrado que la extrapolación de modelos económicos diferentes no proporciona de por si los mismos resultados en contextos socio-políticos variados.

Sobre este contexto, la economía social también llamada economía colaborativa o economía popular y solidaria tiene el objeto de que colectivamente sus integrantes desarrollen procesos de producción, intercambio, comercialización, financiamiento y consumo de bienes y servicios, para satisfacer necesidades y generar ingresos.

Con tasas de empleo tambaleando en casi todos los países del globo, se puede correr con la tendencia de que aumente el número de personas que se sumen a este tipo de actividades, y que, por sus propios medios; busquen la oportunidad de tener un empleo, aunque este no sea formal.

La economía colaborativa y el consumo colaborativo en los últimos años ha sido impulsada por medio del uso de tecnologías de la información y plataformas como Uber, Airbnb, Alibabá, Zipcar, basadas en “colaboración” y “confianza” y han cambiado la forma en que vivimos, trabajamos, nos transportamos y hasta pasamos nuestras vacaciones. Las organizaciones de la economía abierta y colaborativa son capaces de hacer las cosas de una manera más económica, más transparente y más eficiente, siendo esta modalidad no exclusiva de un nicho de mercado, sino que está afectando a la globalidad de las actividades y la economía.

Hay que tener en cuenta que pueden existir dos tipos de economías colaborativas o sociales: las ya mencionadas anteriormente basadas en plataformas tecnológicas, y las más tradicionales que se sustentan sobre todo en actividades agroecológicas y de turismo comunitario, dependiendo de la inversión inicial que se quiera realizar. Si tenías un trabajo formal, pero te despidieron, y además tienes ciertos ahorros podrías optar por ingresar a una economía colaborativa basada en plataformas digitales. Si por el contrario tu sustento se basaba en la economía informal podrías optar por el segundo modelo colaborativo.

De esta forma hay que preguntarse: ¿esto es el futuro?, ¿qué tipo de sistema estatal puede dar cabida a este tipo de trabajos?, ¿aquí entra el concepto de renta básica universal (basic income)?

Si realmente gran parte de la población se moverá a este tipo de trabajos bajo demanda que puede ser el futuro no lo sabemos. Tenemos que buscar otras alternativas para tener una cierta seguridad laboral porque esto no nos lo da al modo tradicional, tenemos que ser conscientes de este riesgo.

Además, se tienen que fundamentar leyes más serias y más justas en cuanto a la regulación de este tipo de actividades se refiere, a fin de evitar abusos o posibles malos entendidos entre los participantes. Por otro lado, el Estado por medio de sus instituciones especializadas debe brindar apoyo continuo cuando se lo necesite, sobre todo en el desarrollo de cooperativas productivas agrícolas, así como las de turismo comunitario; con el fin de que puedan coexistir en un sistema enteramente capitalista.