De acuerdo con reportes de analistas del sector inmobiliario, el precio promedio de una vivienda que se vende en la Ciudad de México ya está por arriba de 2 millones de pesos, lo que la hace inalcanzable para más de 70% de quienes insisten en aspirar a seguir siendo chilangos.
Toda proporción guardada, la situación no es muy diferente en otras ciudades del país, con especial énfasis en las zonas urbanas de mayor escala, demanda y dinamismo, como son, entre otras, Monterrey, Guadalajara, Tijuana, Puebla, Mérida, Querétaro y León...
Y conste que mencione ciudades de muy diferentes regiones del país, lo que hace evidente que el encarecimiento de la vivienda urbana es un problema nacional, que no difiere mucho de lo que se vive a nivel mundial.
Porque estamos hablando de un problema mundial y que mundialmente afecta particularmente a los segmentos de menores ingresos... Pero mundialmente también afecta en forma muy particular a los jóvenes.
Es terrible... La población urbana de menores ingresos no tiene más opciones que salir a buscar una vivienda en la periferia, o incluso en lugares que ya no son esa periferia y que se encuentran a varias horas de distancia de “su” ciudad, o resignarse a la precariedad de una vivienda inadecuada o ya abiertamente en la informalidad, en zonas de riesgo, e incluso en la ilegalidad.
Los jóvenes son parte de esa realidad... Que cambia en la medida en que esos jóvenes forman parte de segmentos de mayores ingresos... Lo que, sin embargo, no les evita enfrentar el hecho de que sus ingresos, presentes y futuros, difícilmente les permitirán seguir viviendo en esos mismos barrios en que crecieron.
Si regresamos a la vivienda promedio que se vende en estos tiempos en la Ciudad de México y hacemos un ejercicio rápido y sencillo para entender quienes pueden comprarla o rentarla, veremos que queda fuera del alcance de la mayoría de la población, pintando un escenario particularmente difícil para los jóvenes.
Veamos...
Para comprar una vivienda de 2 millones de pesos, lo más seguro es que haya que empezar por pagar un enganche de 10% del valor... Esto es, un pago inicial de 200,000 pesos, que supera por mucho el ahorro que puedan tener la mayoría de los mexicanos, y en especial los jóvenes.
Los restantes un millón 800 mil pesos habría que pagarlos a través de un crédito hipotecario, que si fuera bancario, supondría comprometerse por 20 años a un pago mensual de aproximadamente18,000 pesos, lo que implicaría poder comprobar un ingreso cercano a 60,000 pesos.
A estas cifras habría que agregar los costos de escrituración, que para una vivienda de ese valor son del orden de 100,000 pesos, incrementando con ello hasta 300,000 pesos el ahorro previo necesario para pensar en ser propietario.
Claro que siempre queda la opción de no comprar, sino rentar esa vivienda, lo que supone mensualidades de, según la demanda, entre 10,000 y 12,000 pesos, a los que habrá que agregar uno o dos meses de depósito y los avales o fianzas que el propietario solicite.
Para la gente pobre esa vivienda sencillamente no es opción...
Para los jóvenes... Puede ser que aspiracionalmente quepa como parte del inicio de una carrera laboral, pero no es nada atractivo empezar a trabajar sabiendo lo difícil que les será poder tener una vivienda que equivalga a la que tenían viviendo con sus familias.
Porque el hecho es que ni aun siendo estudiante o egresado de una Universidad privada de prestigio, un joven puede aspirar a que los inicios de su carrera laboral le permitan pagar la renta ―mucho menos la compra― de una vivienda con las características y ubicación que pudiera necesitar o considerará que pudiera merecer.
Hacer frente a este grave problema implica que las autoridades locales y federales tomen cartas en el asunto, modificando las regulaciones urbanas y dando incentivos las primeras, y generando productos de ahorro y crédito dirigidos a los jóvenes, las segundas.
El reto de vivienda es ante todo un problema de desarrollo económico...
Lo que implica que atender en forma eficiente los retos de la vivienda para los jóvenes es tema que se pueda dar en dos vertientes, la primera, que no pasa de ser una fantasía, implica acelerar el desarrollo económico, creando condiciones que permitan incrementar significativamente en términos reales sus ingresos...
La otra, mucho más realista, que implica crear condiciones que permitan generar oferta de viviendas mucho más baratas, viviendas que respondan en precios y características, a las necesidades, posibilidades y deseos de los más jóvenes.
Urge atender el reto de vivienda de los jóvenes... Si no lo hacemos, estamos sentando las bases para garantizar que tendremos una generación de jóvenes sin casa, jóvenes desmotivados y resentidos, que vivirán en la precariedad y con todos los problemas que ello implica...
Jóvenes que no parecieran ser la mejor opción para construir el México del futuro.
Horacio Urbano es fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas de desarrollo urbano, sector inmobiliario y vivienda.