Al final del día, su falta de oficio político -que habrá que decirlo- lo llevó a ganar simpatías y millones de votos en los últimos años, es el mismo factor que hará aparecer a Donald Trump en los libros de la historia como el presidente de los Estados Unidos de América que se negó a aceptar la derrota electoral cuando buscaba su reelección, y empujó un considerado, por muchos, autogolpe de Estado en el que al menos habrían perdido la vida 5 estadounidenses: cuatro de los cuales decidieron apoyar su locura un miércoles 6 de enero cuando irrumpieron en el Capitolio para intentar tomar por asalto el inmueble mientras congresistas de las dos cámaras sesionaba para ratificar el triunfo del demócrata Joe Biden como el próximo presidente del país de las barras y las estrellas. Sin menoscabo de lo que pueda proceder en los próximos días y semanas ante la exigencia de sectores y personajes que apoyan se invoque la Vigésimo Quinta enmienda y otros que se pronuncian a favor de un nuevo impeachment en su contra. Trump no tiene salida y ahora ya lo sabe, por ello desde ayer ha doblado las manos, cambiado el discurso y bajado la cabeza.

El polémico aún presidente de los Estados Unidos de América, aparece como el único responsable y convocante a la violencia que detonó los disturbios en el Capitolio durante los cuales fallecieron integrantes de la turba violenta de extremistas blancos que pretendía generar caos al interior del Congreso, así como un oficial de policía que cumplía con su deber.

Que Donald Trump sea removido invocando la Enmienda 25 de Estados Unidos, ha sido la petición de empresarios, medios de comunicación, congresistas y ciudadanos. Entre esas voces que sugieren la destitución se encuentra la junta de The Washington Post, uno de los principales diarios estadounidenses, quien urgió en una editorial a la remoción del presidente tras la violencia desatada en el Capitolio. Asimismo, importantes grupos empresariales estadounidenses instaron a las altas esferas del gobierno a considerar la destitución del presidente. Y en ese mismo sentido se pronunciaron varias voces en la Cámara de Representantes quienes solicitaron al vicepresidente Mike Pence, tomar la decisión de destituir al mandatario antes del 20 de enero, fecha en que oficialmente deberá concretarse la sucesión presidencial y entregar la Casa Blanca a Joe Biden.

No hay manera de que Trump evada su responsabilidad como incitador a la violencia, siendo que ese mismo miércoles encabezó un mitin con miles de sus partidarios frente a la Casa Blanca desde donde denunció por enésima vez ser víctima de un fraude electoral -del que por cierto nunca tuvo pruebas-.

De ahí, como todos sabemos, cientos de sus simpatizantes se dirigieron al Capitolio con la consigna de tomarlo, irrumpiendo en la sede del Congreso generando el caos que derivó en un saldo de cinco personas muertas -hasta el momento-: dos mujeres y tres hombres, 60 detenidos, un toque de queda en la capital del país, renuncias en el gabinete, crisis política, y desprestigio mundial tanto para el propio Trump como hacia la democracia estadounidense que ha despertado especulaciones y desconfianzas.

En el marco de esta hecatombe registrada en Washington D.C., Donald Trump se ha quedado solo, sus correligionarios no se han mostrado dispuestos a seguirlo en su última locura, la cual lo ha llevado a colocarse en una situación de riesgo tanto de ser removido anticipadamente como presidente de la Casa Blanca como de terminar tras las rejas. El propio Mike Pence decidió ceñirse a las leyes constitucionales y proceder en consecuencia. También le dieron la espalda el líder del Senado, Mitch McConnell y el senador por Carolina del Sur, Lindsey Graham, quienes se habían constituido como sus más fieles aliados.

Dos miembros de su gabinete dimitieron en las últimas horas: la secretaria de Transporte, Elaine Chao y la secretaria de Educación, Betsy DeVos. En tanto dos de las principales asistentes de Melania Trump también presentaron sus respectivas renuncias.

Algunos medios de comunicación informaron que durante la jornada del jueves se especuló además con la posible salida de los responsables de las agencias de seguridad nacional, pero exfuncionarios de esos servicios y líderes de grandes empresas del sector les rogaron que no lo hicieran, a fin de evitar que una crisis política se transforme en una crisis de seguridad nacional.

Donald Trump también se quedó mudo: Twitter, su red social favorita le bloqueó su cuenta, lo mismo que Facebook e Instagram, en tanto You Tube bajó su último video.

El millonario neoyorquino habrá de cargar solo con el desprestigio, con el estigma de haber sido un gran movilizador social -al grado que llevó a una turba de fanáticos a intentar tomar por asalto el mayor símbolo de la democracia en el mundo- pero con muy poco o nulo oficio político.

Su desdén para ceñirse a lo políticamente correcto lo condujo al despeñadero y en el pecado llevó la penitencia. Fue su rechazo a tomar con seriedad y responsabilidad los primeros embates de la pandemia por coronavirus y luego su negativa a aceptar las recomendaciones de especialistas lo que le hicieron perder su reelección, aun cuando todavía cerca de 75 millones de estadounidenses le otorgaron el voto. Otra historia se habría contado si hubiera dado un manejo político al tema, pero fiel a su estilo, se creyó infalible y la Covid-19 no le dio tregua.

El caso es que Joe Biden le ganó y él no lo pudo aceptar. Se negó a pasar a la historia entre los presidentes que no lograron ganar su reelección e intentó victimizarse para sacar reintegro, pero excedió en las formas, alentó a sus simpatizantes a no reconocer la derrota y a pelear “con patriotismo” la afrenta de un robo que solo existió en su cabeza y las consecuencias ya todos las conocemos.

El 6 de enero de 2021 habrá de recordarse como una jornada insólita e inédita en Washington, pero que también habrá qué decirlo, no comenzó la mañana del miércoles cuando el todavía presidente Donald Trump convocó a un mitin para insistir -sin fundamentos- en que le habían robado el triunfo en las elecciones del pasado 3 de noviembre, siendo que durante cuatro años e incluso antes, se dedicó a dividir a los estadounidenses y a construir y propiciar un odio que, como lo vimos, terminó por derivar en violencia. Aunque no se descarta quizá también tenga consecuencias funestas para su persona, pues se está solicitando su remoción anticipada y hasta un juicio político que lo podría conducir a prisión. Es, finalmente, la caída de un populista que osó desafiar a la máxima nación defensora de la democracia en el mundo y como era de esperarse, perdió.