En una fecha tan simbólica como el 18 de marzo, ha muerto Jorge Arvizu, un hombre-artista ejemplar en el sentido de quien aparte de ejercer con excelencia y maestría una profesión en el ámbito de la televisión, la radio, el teatro y el cine, también ejerce la crítica social y asume una clara posición política dentro la sociedad en la que vive. Y sobre todo, cuando lo hace dentro de la oposición de izquierda en un país como México y en momentos tan cruciales como han sido los últimos 10 años.

No es simple. Porque el artista-intérprete -el músico, el actor-, está usualmente sometido a la presión abierta o tácita de los empresarios o el gobierno como contratante, para que solamente ejerza su profesión e ignore que vivir en sociedad y participar políticamente es parte esencial de la integridad del hombre. Cuando joven, el artista debe enfocarse en iniciar una carrera y evitar “conflictos”, cuando es ya reconocido, tal vez sea más cómodo continuar en la dinámica que le ha llevado a la posición en que se encuentra y olvidar ya para siempre la posibilidad de un compromiso político y social.

Por ello, el caso de Arvizu –y de Héctor Bonilla, Héctor Ortega y Damián Alcázar, entre otros-, es excepcional, ejemplar, pues ha sido un hombre integral, artista comprometido políticamente con las causas de la sociedad que le ha reconocido y con la cual establece una mutua simpatía.

Se conoce profusamente el trabajo de El Tata dentro del doblaje de voces de famosos personajes. Mas el siguiente fragmento del clásico filme mexicano Los Caifanes (del excelente Juan Ibáñez; 1966), es sorprendente porque Arvizu dobla la voz de Carlos Monsiváis en una breve escena en la que el escritor interpreta a un muy patético y cómico santa Claus borracho que entra a escena gritando “¡Órale, jajajaja, órale, arriba la naquiza!”: