Hace no mucho tiempo se equivocó el presidente electo al afirmar que Carlos Loret de Mola podía tener acciones en la empresa que construye el aeropuerto en Texcoco. Fue un error con consecuencias: algunos de los partidarios de Andrés Manuel se pusieron violentos en las redes sociales contra el periodista de Televisa, Radio Centro y El Universal. Inclusive alguien llegó al extremo de atacar con saña a la esposa del popular comunicador. El señor López Obrador está obligado a disculparse. De plano, debe hacerlo.
También tendrá que pedir disculpas el propio Loret de Mola por lo que hoy ha comentado en su columna de El Universal acerca del hijo mayor de AMLO, José Ramón López Beltrán, al que Carlos ha llamado “fifí” solo porque José Ramón, siempre un hombre honesto, se hospedó en uno de los principales hoteles de Madrid. No vale la pena alentar el odio de clases de esa manera, menos aún si no hay evidencia —y no la hay— de que el hijo de Andrés Manuel haya pagado el hospedaje con dinero público.
El presidente electo López Obrador y el periodista Loret de Mola son, los dos, personas de primera: comprometidos con los valores éticos, trabajadores, ambos buscan lo mejor para nuestro país. Cualquiera que haya sido la razón que los llevó a un enfrentamiento tan absurdo debe eliminarse. Ninguno perderá si se disculpa, los dos ganarán. El periodista y el presidente electo deben hacerlo para serenar a sus numerosos seguidores. No es opcional: están obligados a actuar no solo humildemente, sino también —y sobre todo— con sabiduría: nada es más inteligente en este momento que un simple “discúlpame, discúlpeme, me superó la ira”.