Primera regla en el arte de diosculparse: “Lo mejor es que no te extiendas en disculpas muy largas. Es pedante y nada necesario. Además, corres el riesgo de que la otra persona acabe enfadándose más. Un perdón directo y breve es dos veces bueno”.

Así, con un simple “pido perdón” —podrá hacerlo en la mañanera del lunes— el presidente López Obrador dejará satisfechos a familiares y admiradores del gran Borolas.

Se equivocó Andrés Manuel. Ha sido un exceso suyo comparar a una gloria del cine mexicano, Joaquín García, Borolas, con Felipe Calderón. Ha sido ofensivo con la memoria del simpático comediante de la época de oro del cine mexicano compararlo con el insufrible esposo de la señora Margarita Zavala. El presidente de México tendrá que aceptar su falta y, con humildad, disculparse.