¿Cómo construir una autocracia? Es el encabezado de la revista The Atlantic, que resume la inquietud de una parte de los norteamericanos.

Trump, desafiando todas las convenciones, ha utilizado sus prerrogativas para atacar a la prensa, insultar y realizar otros espectáculos mediáticos que le han servido para aparecer más en TV, de lo que se hubiese imaginado en un reality show.

Se han “ignorado”, tanto dentro, como fuera de Estados Unidos, un sin fin de actos, twits y declaraciones de Trump; pero a partir del “muslim ban”, se ha desatado una batalla jurídica entre Trump y el poder judicial.

Un juez federal, y ahora la Corte de apelaciones, paralizaron el decreto con el que Trump prohibía el ingreso a territorio norteamericano a ciudadanos de 7 países musulmanes, bajo el argumento de proteger a su nación de ataques terroristas.

Pareciera que la administración Trump desconoce o pretende ignorar derechos y principios básicos que, ladrillo tras ladrillo, han sido edificados desde la segunda guerra mundial.

Esta sana y democrática confrontación entre ambos poderes, podrá convertirse en un elemento central de la vida política de los Estados Unidos.

A la primera decisión del juez, la administración Trump respondió que no le corresponde a un juez decidir sobre la política del país, y a la confirmación de tal decisión por parte de la Corte de apelaciones, Trump respondió con un espectacular twit, advirtiendo: ¡Nos veremos en la Corte!

La Corte ahora revisará la constitucionalidad del decreto.

Si bien es cierto que desde finales del S. XVIII la constitución americana otorga a los presidentes amplios poderes en política de inmigración, estos son limitados.

Dado al espíritu de esa nación, su constitución contiene un principio de no discriminación, y en el caso del “muslim ban”, se vislumbra una discriminación al impedir la entrada a ciertos ciudadanos.

A favor del decreto, se argumenta que el presidente debe de restaurar la noción de frontera y que tiene el derecho de decidir quien entra o no al país. Argumento que es contrario a la ley de inmigración de 1965.

La ley de 1965 establece que los ciudadanos de otros países pueden ser admitidos en Estados Unidos bajo ciertas condiciones, que deben de aplicarse a todos por igual; es decir, no puede existir discriminación.

Esta ley abastece a quienes están en contra del decreto y nos recuerda que el Estado no es únicamente el poder ejecutivo, sino también el legislativo y el judicial.

Una opción para que Trump logre su objetivo, sería hacer política, presentando una nueva ley ante el congreso y asegurarse sobre la constitucionalidad de la misma a fin de no toparse una vez más con el muro del poder judicial.

También podría reformar su constitución; es corta y fue modificada a finales del S. XVII, por lo que puede solicitar una nueva enmienda. Pero este procedimiento precisa un consenso en el congreso, lo que es extremadamente difícil de lograr.

Lo que hemos visto con Trump, es la pretensión de la reducción del Estado al simple poder ejecutivo, lo que significa no estar más en democracia, sino más bien en autocracia.

Trump ha venido firmando decretos, pero un decreto no puede abrogar una ley.

Hay decretos que son solo anuncios publicitarios, tal fue el caso del anuncio de la construcción del muro que sería pagado por México. En esa ocasión, nuevamente Trump se topó con otro muro que fue la reafirmación de México de no financiarlo.

Tendrá que buscar otras vías para financiar el prometido muro y una podría ser, hacer política interna, derribar el muro que le representa el congreso, y le sea aprobado tal financiamiento.

Es preciso observar la otra dimensión de Trump, que es la dimensión teatral, puramente espectacular. El comienzo de un mandato lleno de anuncios con bombo y platillo que no logra materializar debido a los muros de contención internos.

Estos anuncios que sacian un poco a sus votantes, suelen ser utilizados por quienes recién llegan al poder. Lo que demuestra a qué punto existe la necesidad de reafirmarse como jefe de Estado a través del uso de la fuerza; declarando guerras, encarcelando personas o decretando medidas que atentan contra la democracia. Actitud adolescente e incluso narcisista en la que existe una necesidad de que las cámaras estén allí.

Manifestaciones y un poder judicial en oposición, son parte del aprendizaje democrático para un hombre que esta en su primer cargo público.

Trump es sin duda hábil e inédito, por lo que es importante que México y el resto del mundo, reafirmen sus posturas, razonadas y coincidentes, que permitan enfrentar con éxito los desafíos del presente.

El autor es abogado egresado de la UANL, posgraduado de la Universidad de la Sorbonne. Actualmente escribe una tesis en derecho constitucional y gobernabilidad y colabora en la Misión de México ante la Unión Europea en asuntos jurídicos y temas globales.  Lo publicado es responsabilidad del autor.