Fidel Castro tomó el poder en Cuba en 1959. Han pasado 57 años. Tiempo suficiente para saber si todo lo que prometió se tradujo en hechos, en algo real. Tiempo suficiente para saber si todos los que murieron en apoyo a sus acciones armadas, murieron por algo más que palabras. Los resultados son que la pobreza sigue en Cuba, y el hambre también, y la antidemocracia, la falta de libertad y de respeto a los derechos humanos.

 Muy distinto es hablar sobre Fidel Castro, su “revolución”, su ideología, cuando nunca has estado en Cuba, que cuando has vivido en la isla. Los discursos del dictador son famosos. Por largos, por intensos, por documentados, por convincentes. La oratoria la tuvo este descendiente de gallegos como un gran don. Lástima que debido a ese don embaucó a miles en todo el mundo, que logró convencer y que se le entregaron sin antes cotejar sus palabras con la realidad cubana.

Los cubanos son mis hermanos, el pueblo cubano es un pueblo amable, solidario, lleno de historia, con tradiciones sabias, lleno de ingenio, de alegría, pletórico de creatividad, de arte, de magia, de sabiduría, de buena música. Las raíces africanas de Cuba, de los yoruba, de los bantús, de Nigeria, del Congo, de Costa de Marfil, como las españolas, conformaron en Cuba una nueva personalidad singular, perfectamente identificable en todo el mundo.

Tuve oportunidad de estar en Cuba en muchas ocasiones, y de permanecer durante ciertos periodos, y viví ahí como un cubano más, no en un hotel lujoso de la Habana, no en la escenografía que se le monta al turista extranjero, no en Varadero alejado de la cotidianidad cubana bajo el régimen dictatorial de Castro. No ahí, no con otros extranjeros, sino en una de las zonas más pobres, en La Habana Vieja, y más especialmente en un solar, es decir, en una vecindad, con un baño para 16 familias, muros ajados por el viento marino y la humedad, y fierros oxidados.

Y bien recuerdo cómo nos sentábamos ahí en el portal del solar en las tardes, a fumar cigarros, mientras oscurecía, sabiendo que no habría luz eléctrica que iluminara el periodo “de crisis”, como tampoco había gas, ni comida, ni ropa, ni pasta de dientes, ni jabón, ni medicinas, ni trabajo. En el muelle la gente robaba en silencio costales de granos de los barcos, para sobrevivir. Hacían lo que tenían que hacer.

 Tengo muchos amigos en Cuba. De todas las edades y de todas las condiciones sociales. Un ingeniero ganaba en ese entonces, hace 20 años, el equivalente a 30 dólares al mes. Sí, al mes. No le alcanzaba para nada, por supuesto. Y ya viejo, no quería que lo jubilaran, porque aún ganaría menos dinero.

Un médico ganaba aproximadamente lo mismo. En el famoso hospital Ameijeiras, de la Habana, ícono de la salud del gobierno castrista, carecían de insumos  de toda clase. Nadie estaba contento ahí. Las filas para “coger las guaguas” (camiones), o los “camellos” (camiones con una suerte de joroba) podían durar dos horas. Los rostros no escondían la frustración. Y no se podía salir del país así nada más.

Las cosas no han cambiado de ese momento al presente, y los cubanos siguen con salarios miserables. De hecho, luego de 57 años de la “revolución” de Fidel Castro, emprendida para solucionar la pobreza y ponerle punto final, los pobres siguen ahí, las carencias de productos básicos también, pero además la democracia ha sido totalmente eliminada, no hay libertad de expresión, se vive con miedo a la represión, y sólo hay un partido político. A eso se le llama dictadura. Dictadura que viola los derechos humanos de los cubanos.

Fumando tabaco en ese solar y sintiendo el tiempo pasar sólo para derruir más la vida cotidiana –tal como lo hace una gotera a una piedra en ese puerto-, aprendí algo muy distinto a lo que me habían comentado que era el socialismo algunos enajenados profesores universitarios. Aprendí que no hay que creer en ideología alguna, hasta no conocer cómo se vive en la realidad, saber cómo se aplica en la vida diaria. Y la vida diaria en Cuba era un fastidio. Y lo sigue siendo, pese a unos pocos cambios.

Para lograr que su nieto conociera el jamón –que no podía comprar porque sólo lo vendían en tiendas exclusivas para extranjeros y muy caro- mi amigo ingeniero relataba cómo asistía a algún brindis de burócratas castristas, en donde en charolas ofrecían canapés con cuadritos de jamón. Él tomaba varios canapés, todos los que podía, y se iba al baño a ponerlos en una bolsa de plástico y escondérselos en los testículos. Sólo así podía proveer un poco de jamón a su familia.

 En Cuba por eso siempre hubo el llamado “sociolismo”. Todos eran “socios” para poder “resolver” -como se le dice a hacer lo que sea para poder comer y vivir-. Conocí a otro amigo que trabajaba en una fábrica de puros por un sueldo miserable, pero se las ingeniaba para llevarse algunos de forma clandestina, y poder venderlos a los extranjeros –llamados “pepitos”- y así ganar algo de “fulas”, es decir, dólares, en caló cubano.

Sobra decir que ser jinetera no estaba ya ni mal visto entre la juventud, que no tenía realmente opciones. Era mejor jinetear que morir de hambre. Hasta las señoras grandes, que al principio fueron engañadas por la verborrea de Fidel, pero que por supuesto ya no lo querían ni ver pasados los años, no encontraban inadecuado que sus nietas salieran a jinetear, porque eso era mejor a enfermarse por carencia de proteína, ir a parar al hospital sin medicamentos y morir.

El régimen castrista demolió los buenos deseos de millones de personas, y generó dos generaciones de jóvenes sin esperanza, que en sus propias palabras no creían ya en nada, y cuya principal meta en la vida era salir cuanto antes de ese país, y de preferencia asentarse en Miami… Para esperar la muerte de Fidel y poder regresar y construir una democracia en su propio país.

 La gran mayoría de mis conocidos quería irse a vivir a Estados Unidos, y sentían un profundo rechazo por Fidel, a quien llamaban en privado “el caballo”, no en público, porque acabarían en la cárcel comiendo bananas verdes. Se burlaban de él diciendo que era “bueno como un pan”, cuando todos sabían que el pan en Cuba era como una piedra, duro y seco, de mala calidad, ante la carencia de insumos.

La verdad de las cosas es que Fidel Castro sólo dejó problemas a los cubanos: dejó pobreza, dejó ausencia de democracia, persecución política a disidentes, medios oficialistas, muy dudosa libertad de expresión, un solo partido político, elecciones mañosas y absurdas.

 Por todo esto, su “revolución” fue más perjudicial que positiva para la gente. Y ya no hablemos de los fusilamientos, o de Fidel referido como uno de los gobernantes más millonarios del mundo, de sus propiedades, de los yates en los que se ha fotografiado paseando a uno de sus hijos, y de haber heredado el poder a su hermano Raúl Castro.

 Esto es inaudito. Pasar el poder a un hermano, como si se tratara de una monarquía rancia, como si por haber tomado las armas y el poder en 1959 tuviera ya esa familia el derecho divino de permanecer controlando todo por toda la eternidad, burlándose de los destinos de los cubanos. Sin jamás tomarlos en cuenta en unas elecciones serias…

¿Esto es lo que aplauden algunos pseudo intelectuales en México, en América Latina? Incluso algunos funcionarios del PRI-gobierno mexicano tuiteando que Castro es un “referente”, que es un “ícono cultural”. Son unos castristas de clóset, fans de dictadores comunistas. Son ignorantes, y desconocen lo que es vivir en Cuba y sufrir en carne propia el castrismo-socialismo. Adoptan la pose de políticos de izquierda, o de “revolucionarios” desde sus comodidades adineradas mexicanas, pero era bueno que pasaran una temporada como un cubano que gana 30 dólares al mes, a ver si siguen besándole las manos a un dictador.

Además, sus esquemas políticos son caducos. No entienden de geopolítica y que no hay países desconectados, insulares, que somos inevitablemente bloques económicos, culturales y políticos, que siempre nos afecta lo que hace el vecino. Somos corresponsables. No entienden que la culpa de lo que hizo Fidel Castro y afectó a Cuba es culpa de Fidel Castro, de su gobierno, y no del “imperialismo yanqui”. ¿No tiene responsabilidad alguna Castro en la situación cubana? Sólo repiten que Estados Unidos y el bloqueo tienen en la pobreza a Cuba. Y no ven que hay una dictadura que impide crecer a ese país y ser libre a su gente.

 Y de nada sirve pretextar que la culpa de todo la tiene Estados Unidos y el bloqueo. Sin duda estamos en contra del bloqueo, y nadie puede alabar ningún “imperialismo”. Pero si hay bloqueo, eso no es razón para entonces seguir detentando una dictadura, aplastar los derechos humanos básicos de todos, y burlarse de la democracia toda la vida.

 Todo tiene sus límites y la gente está cansada. Vimos tomas de televisión de cubanos celebrando en Miami la muerte de Fidel, y es lo natural, porque las familias fueron partidas en dos con la salida de miles de exiliados, pero también vimos gente bailando en el malecón de la Habana, no sin disimulo, no sin miedo. Pero no he visto a nadie derramar una lágrima por un tirano como Castro. De verdad. Y qué bueno que así sea. Fin a los tiranos, en todo el mundo. Fin a las dictaduras. En Cuba debe haber elecciones y democracia. Eso es lo que quieren los cubanos.