En la mayoría de los países, se mide la eficiencia de los gobiernos entrantes, es decir, aquellos que están iniciando, con un marcador generalmente aceptado que es la referencia de los primeros 100 días de gobierno. Este termómetro sobre la actuación del gobierno recién elegido, es un fuerte indicador que pone una gran presión, ya que los gobiernos entrantes están obligados a obtener resultados rápidos y sostenibles, esto para justificar a sus seguidores lo acertada de su decisión de llevarlos al poder.
Obtener triunfos en sus primeros 100 días es fundamental para el nuevo líder, ya que los resultados obtenidos, tendrán un impacto sumamente relevante en los meses posteriores y marcarán de forma imborrable la mayor parte de su gestión. Uno de los momentos cruciales de estos 100 días, es el discurso inaugural, donde el líder deja de estar en campaña y se asume como el capitán del barco que tendrá que dirigir por los próximos seis años, buscando ante todo, mandar el mensaje de unidad y reconciliación.
Si analizamos los primeros 30 días de la gestión presidencial en México, podemos observar varias cosas interesantes. La primera es que, aunque el presidente López ha asumido el cargo, lejos de mandar un mensaje congruente de unidad, sigue sin asumirse como la cabeza del estado, porque, aunque en los dichos manda el mensaje de unidad, en los hechos continúa dividiendo a la sociedad.
Es el primer presidente que, a dos días de haber tomado posesión, consiguió que la gente que normalmente no sale a protestar, lo hiciera, incluso aquellos que otrora parecieran aliados incondicionales como el EZLN, hoy lo confrontan y aún más, en las redes sociales se continúa percibiendo la batalla entre dos “Méxicos”, los chairos y los fifís. Los primeros defendiendo con fe ciega a su líder aún a falta de argumentos, y los segundos, empecinados en demostrar que lo dicho durante años es cierto, que el Sr. López es un peligro para México, a estos últimos los ha denominado “Neofascistas, mezquinos”.
El continuar por este camino no augura que al término de los primeros 100 días, se vislumbre un sexenio como el prometido en la campaña, sino seis años de verdades a medias, consultas falsas, promesas incumplidas, justificaciones de por qué no se pudo, más división, errores que nos costarán millones de pesos, pero sobre todo, estaremos más lejos de lo que necesita este país, y que es estar unidos, lo triste es que en estos primeros treinta días no nos demuestra que esté a la altura para hacerlo.