Hay que evitar lo que podría ser conocido a futuro como el error de abril.
El error del 5 de abril, el próximo domingo, cuando el presidente anunciará las medidas para enfrentar la contingencia económica - como podría ser recordado a futuro- cuando los historiadores juzguen la conducta del gobierno del presidente López Obrador ante la crisis económica detonada por el coronavirus.
Así será recordado -para decirlo con todas las letras- si se equivocan.
Sería el error de abril de 2020, de manera similar al de hace un cuarto de siglo, cuando Salinas principalmente y Zedillo en menor grado, por un manejo errático de la economía, cometieron lo que ha pasado a la historia como el error de diciembre de 1994, que sumió al país en la crisis más profunda de que se tenga memoria hasta ahora, con un desplome de 6.3% del PIB en 1995.
El otro, de 1995, será el error de Salinas.
Éste, de 2020, el error de la actual administración.
De ese tamaño es la grave responsabilidad histórica que tiene en sus manos el presidente López Obrador al decidir la estrategia para enfrentar la crisis económica que ya está golpeando al país.
SOLO HAY DE DOS SOPAS
Están puestas las opciones sobre la mesa; y sólo son dos:
O insiste en su postura -reiterativa- ante la contingencia económica (más allá de la sanitaria), limitada, insuficiente, y que amplificará, seguro, una crisis ya grave, y provocaría críticas.
O atiende el llamado de auxilio a la planta productiva que están urgiendo los organismos empresariales, y sin evitar el daño que ya será considerable, lo atempera en lo posible, y merecerá la aprobación de los mexicanos.
Las recetas del gobierno, consistentes en ampliar la ayuda a los pobres y a los changarros, hablando en términos médicos, tienen dos problemas.
Número uno: son aspirinas para un problema de mucho mayor gravedad.
Número dos: tampoco son el medicamento para la enfermedad que invade ya el organismo económico del país.
No son recetas para el mal del econovirus, la crisis económica desatada por el microbio, como han dado llamar algunos.
Es injusto -tiene tintes de suicidio- obligar a las empresas a pagar el 100 por ciento de los sueldos a sus trabajadores durante el mes de suspensión en las actividades no esenciales, si no hay ningún apoyo a la liquidez. Es estrangularlas. Pedirles que luchen con las manos atadas.
Si no se toman las medidas adecuadas, la economía mexicana no caerá en el año un 4% o 5%, sino que puede desplomarse 7%, según el pronóstico más pesimista de JP Morgan.
Puede caer más de 7%.
Esto sucederá si se comete el error del 5 de abril, el próximo domingo, cuando el presidente anunciará las medidas para atenuar la crisis.
¿Y LA EMERGENCIA ECONÓMICA, CUÁNDO?
El gobierno ya declaró una emergencia sanitaria, tardía, y con algunos prietitos en el arroz, pero que en esencia va en la dirección correcta, y mereció el apoyo de la sociedad; y de las empresas, quienes, responsablemente, acataron la medida de paralización de los sectores productivos no esenciales, que a todos conviene,
Pero falta la declaratoria de emergencia económica.
El tema es de expertos, y, seguro, en el escritorio de Arturo Herrera, hay ya diagnósticos de los daños probables a la planta productiva ante el estallido de la crisis, que vino de fuera.
Y, también es muy probable, que haya alternativas de recetas, no construidas en el vacío, sino con base en la experiencia reciente de acciones que, ante una situación muy parecida a una economía de guerra, están tomando los países desarrollados y en desarrollo.
El tema, insisto, es de expertos.
Empero, a la luz de las acciones que ya han tomado los gobiernos en los países donde ha estallado la crisis económica tras la pandemia de salud, un plan de emergencia económico, adecuado a nuestra condición de país pobre, no rico, debe contener a mi juicio, mínimo, los siguientes aspectos.
Debe considerar estos puntos, para no cometer el error de abril.
LA AGENDA MÍNIMA
- Primero, correcto, continuar con la ayuda a los pobres. Pero suspender temporalmente los apoyos a los jóvenes y a programas no esenciales como Sembrando Vida.
- Segundo, también en forma temporal, dejar de gastar en proyectos como la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. ¿Qué es mejor: seguir con la derrama en una refinería o un proyecto de transporte que rendirá frutos, si es que los rinde, en tres o cuatro años, ¿o destinar ahora esos preciados y escasos recursos a apoyar a trabajadores y empresas en riesgo de quiebra? El tema es simple: El sector productivo se sacrifica en la contingencia ¿Y el gobierno, no tiene acaso la obligación de suspender, así sea temporalmente, proyectos no esenciales?
- Tercero, tomar en cuenta, que, por el perfil de la crisis que ya ha estallado, más allá de los pobres, el objetivo central de apoyo deben ser los trabajadores más impactados por la crisis. Al margen de lo que estén evaluando las autoridades, ya hay expertos como Santiago Levy, o Agustín Carstens, quienes han planteado sugerencias que pueden ser muy útiles. Son excelentes, un buen punto de partida, las propuesta de Levy, de utilizar el padrón de los trabajadores de lo que era Prospera, o del SAT, para enviar ingresos en forma temporal a estos segmentos vulnerables de la fuerza laboral mientras pasa la grave tormenta; o la de Carstens, un planteamiento sensato y que sólo requiere de voluntad política, de que la banca con el aval del gobierno (Nafin por ejemplo), otorgue créditos a empresas que hayan demostrado rentabilidad el año pasado, por el monto de un año de los impuestos pagados.
- Cuarto, que estos trabajadores afectados por la crisis, no laboran en el vacío, en el planeta Marte, sino son comandados por empresarios, que en su tablero de control ven como en forma dramática están bajando sus ingresos, por la crisis económica y la paralización de las actividades no esenciales, y requieren de apoyos de liquidez de parte del gobierno. Apoyos que, como lo plantea Carlos Salazar, quien encabeza el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) no son extravagantes ni están fuera de la realidad. No están pidiendo que el gobierno pague los sueldos de sus empresas, sino, sencillamente, diferir, o extender por un período de tiempo los pagos de impuestos, mientras amaina la tormenta.
- Y quinto, en cuanto a la pregunta clave, de ¿cómo pagar ese esfuerzo extraordinario?, anunciar un plan para contratar más deuda, y elevar el gasto responsablemente, incurriendo en un déficit prudente, algo que están haciendo incluso las naciones ricas. Nadie condenará al gobierno de López Obrador por estas acciones propias de una economía de guerra. Insistir en la emergencia económica en mayor austeridad, o apretarse el cinturón, es un error, lo mismo que mantener el gasto en proyectos de infraestructura no prioritarios.
ANTE EL VEREDICTO DE LA HISTORIA
Si el gobierno se limita a dar aspirinas, como ha plantado hasta ahora, si insiste en esta estrategia, cometerá el error de abril, como lo fue, en su contexto, el error de diciembre de 1994.
Los dos errores que se han cometido en la actual administración, por mencionar algunos: la cancelación del aeropuerto de Texcoco, y de la planta cervecera de Baja California, serán pequeños en relación a éste, que aún hay tiempo de evitar.
Éstos – Texcoco y la planta cervecera- atañen a malas decisiones que despiertan la confianza de los empresarios, que impactan en cierto modo a segmento específicos.
En cambio, si la estrategia para enfrentar la emergencia económica no es la correcta, y hay yerros, impactarán a todo el país, a la planta productiva completa. Tendrán, de facto, consecuencias nacionales, peor aún, en tiempos de crisis.
Los historiadores del futuro no culparán al gobierno de una crisis que viene de fuera, de un choque externo.
No.
Pero si de no haber evitado, con la medicina correcta, el estallido de una crisis mayor.