Durante décadas, muchas y muchos militantes de la izquierda creían que la revolución era más importante que la democracia. Ponían por delante sus ideas a los valores universales de un régimen democrático. Incluso, había quien creía, en la propia izquierda, que la democracia era un sistema “burgués” que servía para proteger los intereses de los de arriba. No sólo la realidad los desmintió, sino que, en los últimos 50 años, hemos sido testigos de la verdadera revolución mundial: la democratización a escala global.

La democracia no es una ideología, sino una serie de principios. No importa si somos altos o bajitos; mujeres u hombres; morenos o güeros; de izquierda o de derecha; liberales o conservadores, un demócrata siempre antepone los principios democráticos a las diferencias ideológicas. Como lo dijera la biógrafa de Voltaire: estaré en desacuerdo contigo, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo. La democracia existe porque somos diferentes, porque pensamos distinto.

Venezuela vive un momento político muy complicado. Tras meses de crisis política, no ha habido una salida pactada al conflicto. El miope Gobierno de Nicolás Maduro está dispuesto a llevar a su país a una guerra civil con tal de mantenerse en el poder. Maduro ha violado todos los principios democráticos, desde violar la división de poderes hasta amañar procesos electorales, y su egoísmo ha provocado un centenar de homicidios en los últimos cuatro meses. Su llamamiento a una asamblea constituyente sólo demostró su ilegitimidad y la urgente necesidad de que dimita y que, un órgano autónomo, convoque elecciones generales a la brevedad.

La obcecación de Maduro, y su corrupto régimen, tiene a Venezuela con niveles inimaginables de desabasto de alimentos, inflación y violencia. Lo que Venezuela enfrenta va más allá que una crisis política. Es una crisis humanitaria en toda regla, con un Gobierno que se atrinchera en el palacio frente al caos social. La comunidad internacional debe buscar soluciones pacíficas al conflicto y México coadyuvar para evitar que el baño de sangre se prolongue en esta república hermana.

Señalar lo que sucede en Venezuela no significa olvidarnos de lo que sucede en México. Por supuesto que la administración de Peña Nieto es indefendible. Hemos señalado, como perredistas, las gravísimas violaciones a los derechos humanos que hay en México y los atentados contra la democracia perpetrados por el actual Gobierno. No permitiremos que Peña Nieto use a Venezuela para cubrir lo que no ha hecho en su calle. Sin embargo, sea en México, en Venezuela o en China, la obligación de los demócratas es denunciar cuando el autoritarismo gana terreno.

Las y los perredistas creemos en una izquierda moderna, progresista, liberal y, sobre todo, democrática. Consideramos que el único radicalismo tolerable es aquél que se hace con la democracia y sus procedimientos. No toleraremos ningún paso atrás, en materia democrática, ni en Venezuela ni tampoco en México. La construcción de la Frente Amplio Democrático es una respuesta a las amenazas que vienen del PRI corrupto y el autoritarismo de López Obrador. Somos la izquierda, sí, pero siempre demócratas.

Lic. Verónica B. Juárez Piña

Secretaria de Gobierno y Enlace Legislativo del CEN-PRD