¿Quién dice que nos gobierna?

Cuando la delincuencia toca la vida de un ciudadano común, inocente, sin privilegios, ni protección,  es tan inmenso el dolor que provoca en las personas que lo rodean, que el pensamiento racional deja de serlo. Vivir se vuelve una pesadilla.

La pérdida te nubla el mundo, te aniquila las ideas, pierdes el interés en todo, te mata el rumbo, destruye tu patrimonio. Además, la ausencia de las autoridades “protectoras de la legalidad”, crean un vacío de orfandad.

¿En la tierra de quién estamos parados, sobreviviendo?

Qué le puede importar a un ciudadano tocado por la violencia si las elecciones se resuelven de tal o cual manera en el Tribunal; si hay que decidir boicotear a Soriana o no; si apagas la televisión y “castigas” a Televisa. Todo ese contexto se vuelve basura y sólo se lucha por aferrarse a la vida.

Así, de esta manera, viven familias enteras en muchos estados del país.

En esta ocasión, quiero manifestar de manera pública mi solidaridad y cariño con personas que han sido tocadas por la violencia, que están atravesando momentos de dolor, así como aquellas que en el pasado muy cercano la han padecido también.

Y a todas esas voces anónimas que sufren por la delincuencia en México –y que ese sufrimiento no está registrado en ninguna estadística– les digo que las letras mueren después que la esperanza, y aquí estaremos muchos para documentar y no olvidar su dolor.