Ayer vimos un gran debate entre los candidatos a la gubernatura del Estado de México. Fue intenso, contrastante y hubo un claro ganador: Alfredo del Mazo. Fue el único que mostró y demostró el conocimiento, el temple y la categoría política para ser gobernador.

A pesar de haber sido el más denostado -sin razón-, el candidato del PRI fue el más positivo y propositivo. Fue el único que tomó realmente con seriedad el debate, empezando por su presencia, que proyectó a un político limpio, formal, con lenguaje respetuoso y adecuado tanto hacia la audiencia como a los adversarios.

Ganó también porque demostró una auténtica preocupación y ocupación por las mujeres. Fue el único que presentó propuestas concretas para ellas y sus familias: el salario rosa para las amas de casa más necesitadas, como una política pública de apoyo económico a las familias mexiquenses. También fue el único que habló de los jóvenes, de abrir más oportunidades para todos y no solo para unos cuantos; se comprometió a duplicar el número de becas y a incrementar las becas para que estudien en el extranjero. Fue el único que se comprometió a que ningún niño se quede sin estudiar, que todos los niños mexiquenses vayan a la escuela, que todos tengan uniforme, que todos tengan útiles escolares y que todos estén bien alimentados y sanos. Yo pregunto ¿a qué se comprometieron los demás?

Ganó porque es un político íntegro. A él nunca se le ha señalado ni asociado a ningún acto de corrupción ¡a ninguno! por una simple y sencilla razón: ¡no existe! Alfredo del Mazo es un hombre de familia, que quiere y va a heredar a sus hijos un buen nombre, respetabilidad, limpieza, honor. ¡Y eso no tiene precio!

Lo atacaron por sus vínculos sanguíneos. Un ataque muy ingenuo e insustancial. Alfredo del Mazo tiene méritos propios y tiene derecho a ser gobernador. En política nadie le ha regalado nada. Él abrazó a la política como profesión y está listo para gobernar. Tiene una preparación impecable, es el que mejor conoce al Estado de México. Dos veces ha ganado elecciones directas, ha conquistado el voto libre, secreto y directo de la gente y eso ¡no es cosa menor!

La candidata del PAN, por ejemplo, nunca ha ganado ninguna elección directa y por cómo va, parece que se está despidiendo de la contienda. En su atuendo perfectamente reflejó la falta de seriedad en sus propuestas. A cualquier mexiquense le resulta difícil contener la risa cuando dice que va a “crear un millón de empleos”.  No lo cree ni ella misma.

La candidata de Morena sigue sin acreditar autonomía, ímpetu, capacidad. Ella depende de otras personas. Y ahora carece también de autoridad moral. Desaprovechó el debate para aclarar por qué tomó del erario público más de 400 mil pesos.

De Juan Zepeda solo hay que decir que se decepcionó a sí mismo. Oscar González se degradó a sí mismo; para él el debate fue ocasión para chacotear. Teresa Castell se mostró como lo que no quiere ser: una política ordinaria.

Felicidades a todos por participar, fue un gran debate con un claro ganador: Alfredo del Mazo.

(La autora es presidenta del PRI en el Estado de México)