Los economistas sabemos del poder de las expectativas.

Saber qué espera el consumidor, el inversionista, el comerciante, el hombre de la calle, es la mejor forma de pronosticar el rumbo económico de un país.

Basada en esta simple pero poderosa idea, los economistas utilizamos modelos matemáticos para medir estas expectativas a fin de precisar el rumbo de las variables de empleo y crecimiento, si va bien –o no-.

Compro una casa, un auto, arriesgo mi capital en una cafetería o me aventuro a cualquier negocio, adquiero un terreno, acepto una tarjeta de crédito, planeo un viaje, me caso, tengo un hijo –todas estas decisiones- dependen de algo tan sencillo como si espero que la situación económica esté mejor – o no-

 

 

UN CUENTO DE LA VIDA REAL

Hay un popular cuento, de un pueblo perdido en la geografía y la miseria al cual llegó un vendedor, quien -extraviado en la noche- llegó al único y destartalado hotel y pagó $300 pesos por una habitación.

El dueño del hotelito tomó los $300 pesos - alimentado de optimismo después de días que no se paraba ni una mosca- y se lo dijo al carnicero (a quien debía), quien a su vez le habló a su dependiente, quien lo comentó -respectivamente- a su esposa, la cual avisó a su tendero que iría al siguiente día a abonar lo que debía. El hombre de la tienda – furtivamente- se comunicó con la prostituta del pueblo con quien tenía sus personales cuentas; quien -animada también- pensó en comprar lo que le faltaba para su despensa.

La economía del lugar se reactivó detonadas por la ocurrencia de un vendedor de pasar una noche en el lugar.

Alimentó las expectativas.

 

SOBRE CORTÉS Y EL COCHINO CAPITALISMO

Este principio nos permite entender que cuando la esperanza muere, o se debilita, la fe en el futuro se quebranta, y se quiebra esa tela delgada de la confianza, la economía empeora. Se apachurra el interés por invertir, comerciar –la semilla del capitalismo-.

Con sus muchos defectos, la humanidad no ha encontrado otro método eficaz para promover la prosperidad que el cochino capitalismo. Cualquier alternativa es retórica, un simple engaño, o no está avalada con suficiencia por los datos. Lo aprendí hace más de 30 años cuando decidí estudiar economía, intrigado -recuerdo- por la inquietante pregunta de porque unas naciones están condenadas a la pobreza y otras – muy pocas- gozan de prosperidad.

Lector de historia desde ese entonces, me pregunté porque los Estados Unidos gozaban de un nivel de vida más de seis veces superior al de México, si cuando llegaron los primeros pioneros a las costas del este de la nación que hoy gobierna Trump, habían pasado más de 100 años desde que Hernán Cortés le había quemado los pies a Cuauhtémoc.

Con el perdón del lenguaje francés, me preguntaba por qué los mexicanos estamos más jodidos que los gringos si nuestra nación se gestó más de 100 años antes.

Sigo indagando. He encontrado algunas respuestas decentes, pero tal pregunta parece eterna.


EL TUIT DE @LuisGonzali

Pero no me quiero desviar. Y regresaré al tema de la confianza como uno de los principios seminales en la economía.

Pensaba en eso cuando me encontré ayer en la red el tuit de un experto financiero, - espero que no se moleste por citarlo - @LuisGonzali, al que sigo recientemente, quien se muestra en su perfil como Matemático. Financiero. Estratega de Renta Fija y Macroeconomía.

Este es el tuit de @LuisGonzali.

Al ver el tuit pensé - para mí- lo siguiente: “La confianza en la economía mexicana está más apachurrada que la de un gato al que le pasa un trailer encima”

@LuisGonzali publica dos grupos de gráficas recopiladas por Credit Suisse, un banco de inversión que -obvio- tiene intereses en México y presenta, basado en encuestas (interesante) las opiniones de (1) economistas (según el sondeo que levanta Banxico regularmente entre los especialistas), (2) inversionistas (De acuerdo a una encuesta de Loredo y Buendía), y (3) la población en general (basada en una encuesta periódica del INEGI).

El tema ¡ootra vez!! es la confianza -o las expectativas de la economía mexicana.

Presenta dos conjuntos de gráficas (construí dos cuadros propios, que anexo).

En el primero, presenta las respuestas para estos tres ámbitos a la pregunta de ¿Cómo es la situación económica de México comparada con hace un año? Y en el segundo, lo que dijeron en estos sondeos al cuestionarles sobre ¿Cómo será la situación económica de México dentro de 12 meses comparado con ahora?

Lamento decirles que las expectativas están más muertas que una cerveza corona en Italia en el pico del coronavirus.

Acoto los principales hallazgos:

COMO SE VE LA ECONOMÍA RESPECTO A UN AÑO

  • 95% de los economistas – al cuestionarles, ¿está ahora mejor? (la economía), en noviembre 2019 respondieron, no. En la más reciente, de marzo, el 100% dijo no. Todos.

  • El porcentaje de inversionistas quienes juzgaron que la situación económica del país es peor o mucho peor comparado con 12 meses atrás, pasó de 84% a 99%, de noviembre de 2019 a abril de 2020.

  • Y en la población en general, la proporción de quienes consideran que la economía hoy está peor o mucho peor vs. 12 meses atrás, saltó de 47% en noviembre 2019 a 53% en marzo.


Y CÓMO LA VEN DENTRO DE 12 MESES

¿Y el futuro? Luce negro como la noche.

  • La proporción de economistas quienes opinan que la situación de la economía mexicana no mejorará en un año más – en los siguientes doce meses- creció de 95% en noviembre de 2019, a 100% (toditos) en marzo de 2020. ¿Quiénes opinaron que la ven mejor en un año? Ahora 0%. Sí, nadie. Y en noviembre -también poco brillo para la esperanza- sólo 6%,

  • El porcentaje de inversionistas, de acuerdo a la encuesta de Laredo y Buendía, quienes ven el futuro económico del país peor o mucho peor, saltó de 84% en noviembre pasado, a 99% en abril. ¿Quiénes lo ven mejor dentro de un año ahora? O% amigos (y apenas 6% en noviembre 2019).

  • Y entre la población en general, quienes opinaron que ven peor o mucho peor la situación económica del país en los siguientes 12 meses, pasaron de 47% en noviembre a 53% en marzo. ¿Quiénes la ven mejor? Pues sólo el 12% ahora (14% en noviembre). Más de la tercera parte – 39% en noviembre y 35% en marzo-, la visualizan igual; lo cual, siguiendo con mi lenguaje francés, significa igual de jodida, digo….,de modo que, recordando al inolvidable Monsiváis, no hay motivos para documentar el optimismo, incluso en la percepción del hombre de la calle.

SEIS CONCLUSIONES

Primero, los economistas e inversionistas, en su inmensa mayoría, vieron en las encuestas más recientes una situación peor que hace un año. La gente común es algo más optimista, pero por muy pocos centímetros.

Segundo, visto hacia adelante, prácticamente el 100% de los economistas e inversionistas consideran que la situación en un año estará peor. Y en la población en general, sumando quienes dijeron que la ven peor o igual (de mala, se entiende) representan cerca del 90%.

Tercero la confianza de los inversionistas y economistas ya estaba dañada desde noviembre del año pasado -antes del cataclismo del coronavirus y la recesión mundial- por supuesto ya en la era de López Obrador. Lo sabemos quiénes escribimos de economía. Como lo revelen los datos del INEGI desde fines del año pasado ya venía bajando la inversión nacional, probablemente también la extranjera.

Cuarto, en abono de la 4t y estricta justicia, las expectativas heladas como paleta, de los actuales momentos, se deben a eventos apocalípticos que llegaron de fuera -el infausto microbio y la recesión mundial que ocasionó-. Pero, para ser justos, la confianza en la economía mexicana -ese es nuestro tema- o mejor dicho la desconfianza se movió sólo unos centímetros tras estos eventos críticos que llegaron de fuera, alcanzando niveles que ponen los pelos de punta.

La quinta conclusión es la más importante. La tarea, urgente desde hace ya mes antes de los tiempos de confinamiento, es ahora de suprema importancia: urge recuperar la confianza en la economía. El terreno está empinado, pero es crucial inyectar ánimo en quienes toman decisiones para movilizar los motores de la actividad productiva -ahora apagados- para alimentar las muertas expectativas.

No se ve cómo. El gobierno actual está haciendo casi nada. Al contrario, de modo que la sexta conclusión ni merece la pena escribirla.