¿Por qué hacer cualquier otra cosa cuando tu estilo de vida te dé comer en abundancia y sostiene un rico mundo de estructuras sociales, creencias religiosas y dinámicas políticas?, pregunta el escritor Yuval Noah Harari, en su libro De animales a Dioses, breve historia de la humanidad, en su capítulo 5: El mayor fraude de la historia.

Y traigo esto al presente texto porque después de lo ocurrido en Torreón, rápido salieron los políticos a culpar videojuegos, música y demás áreas de entretenimiento que no pueden defenderse, ni señalar la falta de políticas públicas de fortalecimiento a la salud mental. Los juegos por internet, youtube y otras cosas igualmente no son capaces de recriminarle nada a los fallidos Sistemas para el Desarrollo Integral de la Familia, estatales como al mismo DIF nacional; estructuras gubernamentales que representan la calidad y compromiso de los políticos mexicanos. Por eso fue lo más fácil echarle la tragedia a una invención del ser humano que no tiene voz defensora.

Pero lo que sucedió en el colegio Cervantes, como bien dijo el psicólogo tamaulipeco Gabriel Rubio Badillo, tal atrocidad nos acerca y asemeja cada día más a los Estados Unidos, en donde este tipo de noticias son tan comunes, con la diferencia de que allá se critica el uso y fácil acceso las armas que tampoco pueden defenderse.

Lo ocurrido en Torreón, nos permitió leer muchos escritos en redes sociales de seres humanos convertidos según ellos en “súper” papás y mamás “maravilla”, es más, ahora resulta que todos son los mejores papás del mundo, ¡caray! Si todo lo que escriben son verdades a medias, siendo la misma conciencia la que los llevó a hacerse creer -inventarse- que están haciendo bien su tarea de mamás y papás “modelo”, cuando lo que los llevó a escribir esos bonitos textos, incluso algunos dirigidos al pequeño que accionó el arma fue el mismo miedo de saber que quizás pudo haber sido su hijo el ejecutor.

¿Por qué se engañan? Si la supuesta educación, amor, y escucha que presumen a sus hijos es el único compromiso y deber que se tiene cuando se es padre, conductas que se deberían asimilar desde el momento de la concepción. El verdadero reto y acto fuera de nuestra zona de confort es dar amor al niño que nadie ve, al que nadie escucha, al que camina con la mirada abajo y los hombros escurridos.

No me encontré, con ningún texto donde se hablara de Juanito, ese niño que pasa por enfrente de la casa todos los días a la escuela sin la compañía de su padre o tutor o de Eduardito, al que nadie le aplaude en los festivales escolares; ningún texto habló del orgullo de conocer una historia en la que se evitó el suicidio, abandono de hogar y/o cambió el rumbo de una masacre escolar como la de Torreón, Coahuila, México.

¿Por qué hacer cualquier otra cosa cuando tu estilo de vida te de comer en abundancia y sostiene un rico mundo de estructuras sociales, creencias religiosas y dinámicas políticas? Porque nadie sale de su zona de confort, nadie ve más allá de sus narices y con esfuerzo vemos lo qué pasa en la mesa de nuestra casa, es más, a veces ni comemos juntos y en armonía con los nuestros.

No es un fracaso de la sociedad escolar del colegio “Cervantes”, de los coahuilenses. Es un fracasamos todos, no la mamá, la abuela o familiares del puberto; fracasamos desde que no le llamamos la atención al sobrino que anda mal que porque se va a enojar con nosotros el primo, hermano o vecino, hemos fracasado por no tolerar a la mamá que se pondrá como loca si le llamamos la atención al niño que nació sin amor, o aquel que jamás se sintió en amor.

El destino nos volvió a demostrar que hemos fracasado.

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@dect1608