Uno de los grandes reclamos de la sociedad a todos los niveles del ejecutivo, ya sea el federal, el estatal o el municipal, es el tema de la seguridad y la incapacidad demostrada por los que se supone tienen como labor primaria brindárnosla.

Hace unos días tuve que viajar fuera de la CDMX, y me llamó poderosamente la atención que en una de las casetas de cobro en Michoacán, un grupo de pseudo-estudiantes tenían tomada la caseta dejando pasar a los vehículos mediante la entrega de una modesta cuota de cien pesos por unidad. En este punto quiero hacer dos comentarios: El primero se refiere al robo al erario público que están cometiendo estos “estudiantes”, o sea, el robo que nos hacen a todos los contribuyentes que con nuestros impuestos pagamos por las carreteras nacionales, y asumiendo que es la segunda carretera más utilizada, ya que comunica a las dos ciudades más importantes del país (Guadalajara y la Cd. de México), estos personajes se están haciendo de una gran cantidad de recursos mediante el robo y la extorsión, ya que los viajeros se sienten intimidados ante la cantidad de personas con palos en las manos. El segundo comentario es que, increíblemente, en ambos lados de la caseta de cobro, se ubicaban patrullas de la policía federal, en las que los sus ocupantes, simplemente se dedicaban a observar a estos delincuentes actuar de manera abusiva, pareciendo que más bien los estaban protegiendo en lugar de resguardar a los que circulábamos por la mencionada carretera.

No pude evitar relacionar los hechos de Ayotzinapa con lo que sucedía en esta autopista, ya que si bien es inadmisible lo que sucedió a los estudiantes de Guerrero, no podemos olvidar que los mismos habían secuestrado camiones y que estaban por ende cometiendo un ilícito.

Lo que es increíble es que; ya sea por miedo a iniciar un enfrentamiento con los estudiantes; por “hueva” de hacer cumplir la ley o por contubernio con los jóvenes, los supuestos guardianes de la ley evitan hacer su trabajo y permiten que, impunemente, se cometan actos delictivos haciéndose de la “vista gorda” en lugar de evitar el delito. Entonces la pregunta es: ¿y quién nos cuida?