Entre los mejores cuentos navideños del año que termina, está el de la alianza PRI, PAN, PRD, partidos que disque “están renunciando a sus diferencias ideológicas para hacerle frente a MORENA”, a través de su organización “Sí por México”.

Ey. Si los tres partidos se unen para enfrentarse a un partido de izquierda, se entiende que no hay diferencias ideológicas, pues aquí y en el Polo Norte, son de derecha (quizás alguno un poco más a la derecha que otro).

El PRI y el PAN, corruptos y socios del crimen organizado, se han estado alternando la presidencia, como en Estados Unidos con su bipartidismo. Ambos son enemigos de la gente pobre y favorecen a los ricos.

El PRD, originalmente de izquierda, cínicamente se vendió a la derecha el 2 de diciembre del 2012, al firmar el Pacto por México.

A estos partidos quesque con “diferencias ideológicas” (probablemente debido a sus diferencias metodológicas para robar), se suman los empresarios (enfurecidos por tener que pagar impuestos) y el crimen organizado, a través de México Libre y su líder, el inefable ex presidente Felipe “Borolas” Calderón.

Sus “diferencias ideológicas” son un cuento genial. Moraleja: Si la unión no hace la fuerza, al menos sirve para armar fiestas divertidas.

El otro bonito cuento es del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, cuando dice que está muy consternado por el asesinato de Aristóteles Sandoval (en un bar de Puerto Vallarta, perpetrado por hombres armados, enfrentados a 15 guaruras) y que buscará a los culpables.

Su fiscal general, Gerardo Octavio Solís (quien, por cierto, tiene acusaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Amnistía Internacional, por violar los derechos humanos), dice que “fue el crimen organizado” (gracias por aclarar, creíamos que habían sido los Illumminati).

El cuento cobra fuerza cuando el bar limpia la escena del crimen, desaparece las posibles pruebas y uno de sus socios consigue un amparo. Esperamos más cuentos sobre la inocencia de Enrique Alfaro. Moraleja: No hagas cosas buenas que parezcan malas, como trapear la sangre charpeada en el lugar de los hechos.

Mi cuento es este: Salí por comida, en el trayecto hice una parada en el puesto de jugos, para pedir un jugo de naranja. Delante de mí, haciendo cola, estaba un señor chaparrito y malencarado, tipo Armando Manzanero; le dije: “Buenos días”, no me respondió el saludo. Me le quedé viendo bien feo a los ojos, transmitiéndole un mensaje funesto: “Ojalá te mueras, pinche viejo prepotente y maleducado”.

Cuando se apartó, se dirigió a un automóvil, donde estaba sentado un niño con Síndrome de Down, quien le dijo: “Gracias por mi jugo, papá”.

Me quedé helado cual nariz de reno en el Polo Norte. Pensé que la vida de ese señor quizás sea dura y triste, y aun así se esfuerza para darle lo mejor a su amado hijo, y yo matándolo en Navidad, como pendejo. Hasta me acordé que Armando Manzanero está entubado.

Anulé el efecto de la maldición, orando a Ashem: “Mis pensamientos no son tus pensamientos”. Espero que no haya tenido efectos el poder de mi mirada (sobre todo porque soy miope). Como decía Tomás Mojarro: “esto debe tener su buena moraleja, ¿pero cuál?”.