El tema de la Justicia se encuentra absolutamente vinculado con la historia de México, porque el pueblo a través del tiempo ha luchado para obtener este valor que en gran medida se la ha negado a pesar de los esfuerzos emprendidos a lo largo de su trayectoria.

En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, quedaron plasmados los principios fundamentales conforme a los cuales está organizado jurídica y políticamente el Estado Mexicano, principios dentro de los cuales destaca por sobre todos el de la justicia. De acuerdo a lo establecido en nuestra ¨Carta Magna¨ los órganos jurisdiccionales deben estar expeditos para impartir justicia de forma pronta, imparcial, completa y gratuita.

Para estar en posibilidad de alcanzar los fines propios de un régimen en el que verdaderamente impere el Estado de Derecho, es primordial que contemos con un excelente marco jurídico, cuya expedición está a cargo del Poder Legislativo, y dichas leyes deben ser un auténtico instrumento en las manos de la autoridad encargada de su aplicación, para que todos los gobernados dentro de México tengan la seguridad de que los principios y fines de un estado de Derecho son cumplidos en beneficio de toda la colectividad, y que los intereses de los particulares se ven tutelados adecuadamente, cuando éstos se ven envueltos en un conflicto.

Para que los Tribunales cumplan adecuadamente la elevadísima responsabilidad de impartir justicia, es indispensable que los juzgadores que se nombren sean personas con formación y cualidades excepcionales, para que la sociedad pueda vivir con la tranquilidad y seguridad de que la justicia está en las mejores manos.

Las cualidades y virtudes que considero que debe contar un juzgador, son en términos generales las siguientes:

a) El juzgador debe ser una persona inteligente, como cualidad esencial para el conocimiento y comprensión de la ciencia jurídica; para que tenga conciencia del papel que le corresponde al juzgador dentro del sistema de justicia; y de la comprensión de todos los elementos, circunstancias y realidades que imperan en el momento y en el lugar en el que le corresponde cumplir con su misión de impartir justicia.

b) El juzgador debe conocer de la historia y de su entorno para que comprenda el devenir del mundo en el que vivimos y especialmente el de nuestro país, porque no podemos entender la realidad actual y la proyección clara hacia el futuro, si no conocemos los antecedentes que han conformado nuestra historia, la de nuestras instituciones y las circunstancias que nos rodean. La justicia no es un valor que debe partir desde ¨tipos ideales de conducta¨, sino debe ser conforme a las realidades a fin de tutelar, consolidar o corregir las tendencias de una sociedad y la de sus integrantes en lo particular.

c) El juzgador debe tener vocación para serlo, misma que nada tiene que ver con el conocimiento que se tenga, vocación que es una cualidad innata a la persona. La vocación de justicia es acudir a un llamado para enfrentar y resolver problemas en los que están involucrados los seres humanos. Cuando la persona se conduce con serenidad, tranquilidad, con equilibrio anímico y mental, cuando no se deja conducir por bajas pasiones, y se revela ante la injusticia, se puede decir que tiene vocación para juez.

d) El juzgador debe ser estudioso de la ciencia del Derecho, para conocer y dominar las instituciones; sin embargo, el estudio no lo debe llevar a la erudición, que significa contar con un cúmulo de conocimientos en una materia, sino que deben comprenderse y desentrañarse las instituciones jurídicas para aplicarlas a la prevención y solución de problemas y conflictos que se dan en una realidad social. La simple erudición puede convertirse en una carga que impida al juez cumplir con la verdadera esencia de su función, porque impartir justicia con solamente conocimientos acumulados, está muy lejos de ser una verdadera justicia.

e) El juzgador debe tener valor para impartir justicia, de acuerdo con sus convicciones y conocimientos, sin temor a represalias por parte de aquellos que resultaron afectados, por opiniones contrarias de los medios de comunicación e inclusive por presiones o consignas de otras autoridades. El valor es una virtud con la que debe nacer el juzgador, y por la que debe estar dispuesto a dar la vida, en cumplimiento de su función.

f) El juzgador debe vivir con un profundo sentido de respeto para sí y para las personas y circunstancias que le rodean. La vida de una persona debe estar basada en el respeto dentro del seno familiar, en sus relaciones de amistad, frente a su pareja, en el ejercicio de sus actividades e inclusive en la diversión, ya que el respeto es el abono que permite que fructifiquen todas las relaciones. La falta de respeto denigra a la persona que la comete y marchita las buenas relaciones con nuestros semejantes. El juzgador debe conducirse respetando su función, lo mismo que a las personas que acuden ante él a impetrar justicia, y esto sólo lo puede lograr cuando la virtud es parte de su propio ser.

g) El juzgador debe ser libre, porque solamente las personas que no están atadas a complejos, a intereses, a temores o a envidias, son capaces de conducirse con ecuanimidad, templanza y serenidad, virtudes que todo juzgador requiere para meditar y profundizar en los problemas concretos que se le plantean, en su labor de impartir justicia.

h) El juzgador debe estar imbuido de amor a la vida, a la libertad, a sus semejantes, a su profesión, a su familia, a sus amigos, a la naturaleza y, en general, a todo aquello que lo fortalece como ser humano y lo aparte de pensamientos o sentimientos de malestar por el bien ajeno.

i) El juzgador debe ser honesto, por lo que no puede encaminar su criterio y decisión guiado por la dádiva, por presiones políticas, por recomendaciones e inclusive por sentimientos personales de amistad, animadversión, hacia las partes en litigio o hacia las personas que los representan.

j) El juzgador debe trabajar para dedicarle tiempo y esfuerzo a su tarea de impartir justicia. Debe buscar que su trabajo sea productivo, procurando resolver los litigios en el fondo y no simplemente en sus formas, para evitar justicia retardada o denegación de la misma. El esfuerzo que lleve a cabo no debe convertirse en obsesión por el trabajo, porque toda obsesión acarrea desequilibrios personales, restando con ello serenidad, tranquilidad y sosiego con los que todo juzgador debe trabajar en la misión que tiene encomendada.

Sin temor a equivocarme, todas estas cualidades que he enumerado, las reúne la Magistrada Irma Inés Galván Monroy, quien el día de mañana, 20 de enero de 2015, concluye su Carrera Judicial de 44 años dentro del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. No quiero detenerme en su trayectoria inmensa dentro de la institución, ni de la huella indeleble que deja tras su paso por la misma, ni en los cientos de abogados que formó, ni en el valor que tuvo al desempeñar el cargo de Subprocuradora del Distrito Federal en una época en la que las mujeres no tenían esos cargos y que por ende ella fue punta de lanza para el reconocimiento de la valía de todas ellas. Tampoco quiero detenerme en su amabilidad para con todos, ni en la sonrisa que siempre la acompaña, ni en sus exquisitas maneras y paciencia inagotable.

Mi paso por el Tribunal ha sido muy corto aún, pero la Magistrada Irma Inés Galván deja en mí una profunda huella, por su sapiencia, por su humildad, por su compromiso, es un digno ejemplo para todos los que formamos parte del Poder Judicial de esta Ciudad, por lo que no queda más que agradecerle sus atenciones, su cariño y sus palabras siempre amables para con todos nosotros. Espero que al llegar al término de nuestros respectivos encargos, hayamos podido seguir sus pasos, para hacer, con su ejemplo, una mejor sociedad.