A unas cuantas horas del tercer debate presidencial, vale la pena hacer un recuento del desarrollo sexenal en las últimas décadas. Posterior a la revolución mexicana y durante la llamada “dictadura perfecta”, el país experimentó una cierta estabilidad, con crecimientos contantes en su economía, aunque sin realmente desarrollar todo el potencial del país, pero relativamente significantes y cuando menos con paz social.
Sin embargo, a partir de 1968, la política, la economía y el vivir de los mexicanos, se ha caracterizado por una serie de crisis sexenales; tanto políticas, económicas como sociales.
Cabe recordar el sexenio de Díaz Ordaz, el cual finalizó con una crisis política y social, derivado, principalmente, del movimiento estudiantil del 68 y la masacre de Tlatelolco; aunque al final, el gobierno fue lo suficientemente firme para, incluso, organizar una olimpiada y dejar el camino listo para un mundial de futbol.
Posteriormente, el heredero del sexenio de Díaz Ordaz, Luis Echeverría, subiría a la presidencia de la república aun y cuando muchos lo consideran el artífice de la masacre de estudiantes, ya que era el Secretario de Gobernación durante los sangrientos hechos de octubre del 68. Su sexenio acabaría envuelto en una crisis económica y política. Presidente del que se escribieron múltiples chistes y mofas sobre su estupidez, ayudado por su señora esposa amante “de lo mexicano”. Presidente que probablemente solo es superado en burlas por nuestro actual presidente.
Don José López Portillo, para muchos conocido en esa época como el JOLOPO o el que defendería al peso como “perro”; aquel al que le tocaría administrar la abundancia pero que terminó tristemente administrando su ineficacia y el inicio de lo que es a todas luces, la autorización para ser descaradamente corrupto mientras se ejerce el poder, termina su sexenio privatizando la banca y dejando al país sumido en una profunda crisis económica.
De Miguel de la Madrid poco se puede decir, administró la peor crisis económica del país, con una superinflación y una capacidad de maniobra política ineficaz y pobre. Su sexenio es completamente gris y económicamente ineficiente.
Carlos Salinas, alcanzó el poder como uno de los candidatos más jóvenes en ocupar la silla presidencial; tecnócrata y de la camarilla de políticos egresados de las grandes universidades estadounidenses, inicia en medio de una crisis política por las acusaciones del robo de la elección al entonces candidato Cuauhtémoc Cárdenas en la ya famosa “caída del sistema”. Durante su presidencia logra estabilizar la economía y firma el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, reprivatiza la banca y muchas empresas paraestatales como Telmex. Sin embargo, su sexenio termina sumido en tres grandes crisis; la primera política, provocada por dos asesinatos significativos, el del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y el de su cuñado José Francisco Ruiz Massieu; la segunda social, derivada del levantamiento armado en Chiapas por el EZLN en su último año de gobierno, y la tercera económica, por haber dejado la economía detenida con “alfileres”.
El sexenio de aquel que por la muerte de Colosio, le toca de rebote ser presidente: Ernesto Zedillo, será recordado como el sexenio de una de las peores crisis económicas en el país, consecuencia del famoso “error de diciembre”. Logra estabilizar la economía mediante la política de “apretarse el cinturón”, lo que afectó primordialmente a la clase media y que fue el detonante de lo que sería el principio del fin del priismo. Su sexenio será recordado como el sexenio de la transición, ya que con él, se da fin a la hegemonía del PRI ostentada desde 1929.
Vicente Fox, podría presentarse con el título de ser el primer presidente legítimamente electo en las urnas, sin embargo, su sexenio se desdibuja en un entretelar de promesas incumplidas; una gran desilusión de los mexicanos de un cambio real; una crisis con los gobernadores, principalmente con el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal; un partido dividido sin poder establecer continuidad y finalmente con acusaciones de corrupción de miembros de su familia política. Su sexenio terminaría en una profunda crisis política y por primera vez se percibe en el país una profunda división entre dos ideologías contrarias.
Durante la crisis política que enfrenta Felipe Calderón, recordemos que toma posesión entrando por la puerta trasera del Congreso. La economía mexicana se sostiene en medio de vaivenes pero razonablemente estable en las finanzas públicas de la macro economía. Sin embargo, el país está sumido en una crisis de pobreza y marginación, misma que es exacerbada por la cruzada que inicia el calderonísmo en contra de los capos de la droga. Esta guerra sin estrategia y que evidencia las nulas capacidades del gobierno para administrar el “poder del estado” y gobernar el país, será la herencia que tendrá su periodo presidencial, el cual, concluirá sumido en una crisis política y social de magnitudes inimaginables.
Finalmente, Enrique Peña regresará al priismo a la residencia oficial de Los Pinos; dará una nueva esperanza a la solución a los problemas de violencia que se viven en el país; esperanza que rápidamente se esfumará en una crisis de credibilidad del presidente y su familia por temas de corrupción en la llamada trama de la “casa Blanca”; situación que hace que el mismo presidente salga a pedir disculpas al pueblo mexicano por su actuar. Perdida toda credibilidad, debilitada la imagen presidencial y sin una estrategia de como atacar los problemas, el país se vuelve un fértil campo de cultivo para que las organizaciones criminales operen, ya que las estructuras de seguridad están totalmente rebasadas. A esto hay que añadir el ingrediente del cambio presidencial que sucede en nuestro vecino del norte, con un presidente que nos considera la causa de todos los males que aquejan al “american way of life”, y, finalmente, el hartazgo de la sociedad ante la clase política en su generalidad.
¿Cómo terminará el presente sexenio e iniciará el próximo?, nadie lo sabe, las encuestas dan por triunfador a un candidato, mismo que se mantiene en la búsqueda de la silla por al menos 18 años, sin embargo, si algo nos han enseñado las encuestas es que no hay nada seguro. El efecto del denominado “voto a pie de urna”, es decir, de aquellos indecisos y los supuestamente decididos que cambiarán su voto en el último momento mediante el “ingue su má”, y que será determinante durante la jornada electoral del próximo primero de julio, fecha en que sin duda, se definirá nuevamente el futuro de nuestro país en esta kafkiana ideología política, donde la izquierda tradicional hace alianza con la derecha, la izquierda populista se alía con el conservadurismo a ultranza y la centro izquierda histórica navega sin rumbo, ideologías desdibujadas en las que se mueven nuestros tres candidatos (y digo tres porque por supuesto el representante del norte no cuenta). Ya veremos qué pasa, pues como decían los mayores: “A veces, del plato a la boca se cae la sopa”.