Es verdad que el presidente Enrique Peña Nieto (EPN) requiere tener interlocución con quien ocupe la presidencia de Estados Unidos. Ese punto – me parece- está fuera de discusión no sólo porque se comparte con ese país la frontera más grande de México, sino porque además se tiene una interrelación económica y social de la primera importancia para ambos países.

 Lo anterior, empero, no significa que ese diálogo, fluido, intenso (como se quiera ver) deba incluir un espectáculo público, como fue la visita del candidato republicano a EPN, en tiempos electorales para Trump y en circunstancias difíciles para EPN. Ganó, por supuesto, Trump quien mantuvo la coherencia de su discurso. EPN optó por la retórica genérica, por la genuflexión visual y la sujeción de su gobierno (que no del pueblo de México que es muy distinto) a un político que todavía no es- y cada vez parece que se aleja más la posibilidad de que sea- presidente de los Estados Unidos. Si así es EPN ahora con el candidato, será grave ver cómo se postra si Trump se alza con el triunfo electoral.

 Con las limitaciones cognitivas que le son propias, EPN dijo que México “no pagará el muro”. Esa fue la noticia que ha recorrido el mundo. Lo ha hecho porque la afirmación presidencial confunde de plano la gimnasia con la magnesia. No es un asunto de pesos y centavos, señor presidente, sino de dejar claro – una vez que se optó por hacer un show mediático- que su gobierno debe- eso se esperaba- estar en contra de las barreras de odio, de discriminación y de ultraje a la mexicanidad por parte de un político que explota los sentimientos más primitivos de un sector del pueblo estadounidense. ¡Por favor!, lo de menos era discutir cuánto costaría esa ocurrencia inviable de Trump.

 Pero Trump se dio el lujo de dejar bien posicionado su mensaje; hablé sobre el muro- dijo- pero no hubo acuerdo sobre quien lo pagaría. Se salió con la suya. Utilizó a EPN magistralmente para decirle en su cara lo que, una y otra vez, ha dicho en los medios: El muro va, al menos como discurso partidista. No ha cambiado un ápice su postura frente a EPN, quien formado en la vieja fórmula priista del “sí, señor” se volvió tan predecible, que Trump lo aprovechó para llevarse una cabeza de trofeo a su regreso a Estados Unidos. Lo que he dicho, lo sostengo y se lo dijo en su cara al presidente de esos “indeseables” Enrique Peña Nieto, habrá razonado y así se percibió en sus electores, vendiendo una imagen de fortaleza, que hasta la casa del ahorcado metafóricamente hablando va y le restriega en su cara la soga.

 La conducta de EPN representó una cubetada de agua fría a las más distintas personalidades y organizaciones de México y sobre todo de Estados Unidos que habían mantenido una postura firme y compartida antitrump. Involuntariamente acaso EPN hizo de trampolín al desgastado candidato republicano.

 Fue Hillary Clinton quien se hizo eco de los sentimientos de los mexicanos en Estados Unidos y México y le recordó a EPN lo dicho una y otra vez por Trump sobre los mexicanos y sobre México. (https://twitter.com/Hillary_esp/status/768099658858061824)

 En las redes sociales de México e incluso en los sectores relacionados con México de Estados Unidos a EPN le volvió a llover, ahora sobre mojado. EPN no tiene remedio.

@evillanuevamx

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