¿Qué tan grave es el problema de la delincuencia en el país, particularmente en estados turísticos de muy relevante importancia como Quintana Roo? Las respuestas son diametralmente opuestas, según el emisor que se pronuncie sobre ese fenómeno. De tal manera que se multiplican las voces que advierten sobre la gravedad del problema, y otras que insisten en que se trata de “hechos aislados”, de “ajustes de cuentas” entre grupos delictivos, y se ha llegado a asegurar que la actividad delictiva “está a la baja” y que, en resumen, no hay por qué preocuparse.
Naturalmente, las expresiones que han querido minimizar el problema provienen del sector gubernamental, mientras que empresarios, comerciantes y ciudadanos no sólo señalan la crítica realidad, sino cotidianamente la padecen porque muchos son víctimas de la extorsión, del robo, del secuestro y de las ejecuciones perpetradas por el incesante crimen organizado.
Esta crisis de seguridad pública ya no es exclusiva de Cancún o Playa del Carmen. Se podría decir que, muy lamentablemente, la delincuencia organizada ya “oficializó” su presencia en la ciudad de Chetumal, que se caracterizaba todavía por su apacible y provinciana tranquilidad, aunque hace unos días esa calma se vio interrumpida.
La aparición de “narcomantas” que anunciaron la llegada y el inicio de una “limpia” por parte del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), así como la primera ejecución del año ocurrida, el pasado martes, en la capital del estado, alarmaron a una gran parte de la población chetumaleña. Para colmo de males, en los subsecuentes cundió una especie de psicosis social con motivo de una supuesta serie de extorsiones por la vía telefónica.
El tema en general de la violencia en la entidad creció en las redes sociales, y la respuesta de las autoridades contrasta con los números y con la justificada preocupación de la ciudadanía. El gobernador Carlos Joaquín González, para empezar arremetió contra la extraviada alcaldesa de Solidaridad, Laura Beristain, por el incremento de las ejecuciones y otros ilícitos en esa demarcación municipal.
Antes, el mandatario estatal se había referido a ciertos intereses para perjudicar la imagen de Quintana Roo, mientras que el secretario de Seguridad Pública, Alberto Capella Ibarra, semanas antes de plano dijo que la crítica situación de la delincuencia no se resolverá pronto, ni siquiera en este sexenio, declaraciones que seguramente disgustaron al propio gobernador Carlos Joaquín.
El caso es que, cualquiera que sea el enfoque o interpretación oficiales del problema, la realidad diaria arroja cuando menos dos o tres ejecutados, asaltos, robos, extorsiones y la permanente queja de empresarios y ciudadanos frente a este grave problema de la creciente actividad delictiva.
En este contexto, el Ayuntamiento de Benito Juárez (en donde se asiente Cancún), presidido por Mara Hermelinda Lezama Espinosa, tuvo ahora la ocurrencia de crear la Policía Auxiliar que dará protección a quienes paguen por ese servicio, mientras que el secretario de ese Ayuntamiento, Jorge Aguilar Osorio, argumentó que la criminalidad en Cancún está relacionada con la gran cantidad de personas originarias de Tabasco y Veracruz que han llegado a Cancún.
Es muy claro, que ante el fracaso, abundan los pretextos, los argumentos absurdos, el “peloteo” de las culpas y las “ideotas” como la de crear una policía auxiliar que, se sugiere, será un magnífico negocio y no una forma para prevenir los frecuentes delitos que laceran a los cancunenses.
No parece haber, pues, una estrategia, acción o programa efectivos para revertir el fenómeno delictivo en Quintana Roo. Lo mismo ocurre, por desgracia, en la mayor parte de las demás entidades del país, y de hecho durante la administración del presidente AMLO se han incrementado significativamente, durante estos primeros tres meses del 2019, delitos como el homicidio doloso y el secuestro.
La guerra sigue siendo claramente ganada por el monstruo criminal de las mil cabezas. Mientras tanto, seguiremos escuchando todo tipo de grotescas excusas, deslindes y fantasías como la de que la criminalidad está a la baja.
Bien dicen que el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano.
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