Como bien matizó el columnista Salvador García Soto durante la mesa de análisis que compartimos, cada miércoles, en el noticiero radiofónico de Óscar Mario Beteta, no es sólo la corrupción la que explica la derrota del PRI en las pasadas elecciones, sino la impunidad.
Manlio Fabio Beltrones, después de conocer los resultados, asumió el fracaso y retó al priismo a tratar de entender el mensaje que el electorado estaba dejando en las urnas. “Ni los triunfos, ni las derrotas son para siempre”, pero “hay acciones y actitudes que se deben mejorar para conectarse con la ciudadanía”, dijo el dirigente nacional del PRI.
La frase “es la economía, estúpido” —dicha por un estratega de Bill Clinton para evidenciar el lado más débil de su contrincante George W. Bush padre— nos sirve para señalar que, independientemente de todo lo se quiera añadir para explicar los resultados, la corrupción sumada a la impunidad es lo que más pesó en el ánimo del electorado.
Sin duda, el deterioro económico siempre impacta en las urnas, es una de las causas del hoy llamado “mal humor social”, pero la corrupción, además de ponerte de malas, te ofende, te hace sentir robado, ultrajado, engañado.
Los viejos —viejos sobre todo de mentalidad, con ese cinismo moral que caracteriza la idiosincrasia mexicana, con esa cachaza que los lleva a perdonar y tolerar lo que sea— insisten en decir que siempre ha habido corrupción en el país y que ésta no tiene remedio.
Tal vez la corrupción siempre ha estado ahí, formando parte de nuestras vidas, pero lo que hoy es diferente es una sociedad, un electorado extremadamente sensible e intolerante con respecto al abuso de poder.
El rechazo absoluto, sin consideración, hacia la deshonestidad y el desvío de recursos públicos es el mensaje que muchos depositaron en las urnas; es el mensaje que tienen que entender los partidos, los políticos, los funcionarios, los gobernantes.
Es el mensaje de esta sociedad nuestra, aparentemente apática, pero que se organizó para expresar, a través de un voto antisistema, el repudio a escandalosos casos de enriquecimiento ilícito, al tráfico de influencias, al robo de recursos públicos que impunemente se lleva el funcionario a la bolsa cuando la carencia y la desigualdad reina en vastos sectores de la nación.
Y lo tiene que entender no sólo el PRI. También el triunfante PAN y su aliancista PRD. Lo tiene que entender Morena —con todo y sus ínfulas de castidad— porque todos y cada uno de ellos han sido gobierno y todos, sin excepción, le han robado al pueblo.
Ahí está la muestra más reciente. Una fotografía donde aparecen los dirigentes de Acción Nacional y de la Revolución Democrática festejando el éxito de sus alianzas en compañía de Miguel Ángel Yunes, el candidato triunfante en Veracruz, sobre el que pesan una serie de acusaciones y denuncias por corrupción. Pero Ricardo Anaya hizo estallar los cohetones del tercermundismo político cuando señaló que “el triunfo del PAN es un aliciente para evitar la permanencia del PRI corrupto y corruptor”.
Euforia y soberbia lo hicieron encallar porque dos expresidentes y prominentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, no fueron distintos a muchos otros. Ellos también utilizaron la Presidencia de la República para salir como millonarios, enriquecer a sus esposas, hijos, socios y amigos.
Hacer creer, como ha trascendido, que la iniciativa del presidente de la república sobre los matrimonios gay influyó, de manera determinante, en los resultados, es una forma de negar la realidad.
Verdades, es cierto, puede haber muchas, pero la que marcó y seguirá determinando la dirección de las urnas y, por ende, el destino político del país, cuando menos de aquí a 2018, es la corrupción… y la impunidad. Lo demás, sobra.
@PagesBeatriz Beatriz Pagés
http://www.siempre.com.mx/2016/06/es-la-corrupcion-y-la-impunidad-estupido/