Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes de entre 15 a 29 años de edad, registrando más de 800 000 suicidios al año, cifra que equivale a una muerte por esta razón cada 40 segundos.

Aunque muchas veces se le considera como un problema contemporáneo, el suicidio es un acto que ha permanecido a lo largo de la historia y que ha sido documentado en distintas partes del mundo y en diferentes épocas, siendo la cultura la que determina las creencias y significados de lo que representa quitarse la vida.

Para algunas de las primeras civilizaciones como la griega y la romana, el suicidio era juzgado según la causa aparente; es decir, sólo se justificaba si era con fines patrióticos, heroicos o debido a alguna enfermedad, pero se condenaba si no se podía explicar.

Sin embargo para otras culturas, el acabar con la propia vida representaba una ofensa a Dios mucho más grave que el homicidio, ya que, según la creencia, Dios podía disponer de nosotros y de las situaciones a nuestro alrededor y únicamente él podía decidir nuestro destino. En la biblia existen 8 pasajes que hacen referencia al suicidio y que, contrario a lo que se piensa, nunca lo cataloga como pecado u ofensa a Dios.

El hecho de que el suicidio haya existido siempre, no demerita la importancia que se le tiene que dar actualmente, tomando en cuenta las reveladoras cifras que indican que es un problema cada vez más frecuente y difícil de combatir.

Algunos de los factores de riesgo más importes son los trastornos psiquiátricos como la depresión y la ansiedad; también influyen características propias de la personalidad, mismas que determinan la capacidad para solucionar problemas y la forma de afrontar la vida, y los factores demográficos que afirman que pertenecer a un grupo social minoritario, perseguido o en pobreza coloca a la persona en una situación de mayor vulnerabilidad. Así mismo, el abuso de sustancias adictivas está asociado con un alto índice de ideación suicida.

Es importante estar atentos a las diversas manifestaciones conductuales que podría presentar una persona que va a comer suicidio, como cambios alimenticios o de sueño, alejarse de las personas, no tener ganas de salir, tener problemas anormales en los lugares que frecuenta, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba, cambio repentino de comportamiento, conductas autodestructivas y comentarios acerca de querer acabar con la vida.

Es primordial atender si la persona afirma que quiere terminar con su vida y no pensar que es únicamente una manipulación o una broma, ya que podría ser un indicador significativo de que el individuo está teniendo ideaciones suicidas.

No olvidemos que el suicidio se puede prevenir, por lo que en caso de identificar que alguien cercano está pasando por una situación similar, lo mejor es acudir con algún especialista que determine la gravedad del problema y establezca el tratamiento.