La Guardia Nacional no es un ningún invento que alguien se haya sacado de la manga ante la coyuntura de inseguridad actual que vivimos. Es una realidad legal que tiene sustento en la Constitución Política de México.
En la propia Carta Magna, artículo 31, se expone como obligación de los mexicanos, inciso III: “Alistarse y servir en la Guardia Nacional, conforme a la ley orgánica respectiva, para asegurar y defender la independencia, el territorio, el honor, los derechos e intereses de la Patria, así como la tranquilidad y el orden interior…”.
Ojo aquí en que el “orden interior” se alude claramente. Que es en lo que, justamente, la Guardia Nacional deberá poner su principal énfasis.
En el artículo 35, inciso IV, se describe como un derecho ciudadano el “tomar las armas en el Ejército o Guardia Nacional, para defensa de la República y de sus instituciones…”.
En el artículo 36, en el que se describen las obligaciones de los ciudadanos mexicanos, se señala en el inciso II, “alistarse en la Guardia Nacional”.
Más adelante, en el artículo 76, en el que se abordan las facultades exclusivas del Senado, en el inciso IV se apunta: “Dar su consentimiento para que el Presidente de la República pueda disponer de la Guardia nacional fuera de sus respectivas entidades federativas…”.
Es decir, la Guardia Nacional está perfectamente planteada en la Constitución. Sin embargo, hasta el día de hoy, no se ha puesto a trabajar este instrumento del Estado, para los fines ya previstos. Pero puede y debe hacerse, ya que cuenta con un respaldo legal, y es necesario poner orden y garantizar la paz y la seguridad. Habrá que operar ajustes legislativos diversos. Claro.
El hecho de que en el sexenio de Peña la paz y la seguridad no hayan podido ser garantizadas, no significa que el Estado sea incapaz de lograr tales cometidos básicos, o que deba ignorarlos, o pasarlos por alto, cuando son las demandas y exigencias más profundas e importantes de los ciudadanos.
Recuerdo que en 2009, cuando surge el Movimiento Blanco, del que fui fundador, una de las principales propuestas que se buscaba poder impulsar era la implementación de la Guardia Nacional, ante el clima de inseguridad y violencia que ya desde entonces mermaba el libre tránsito, la vida laboral, y la cotidianidad de los ciudadanos en muchos estados del país.
La Guardia Nacional que hoy plantea el gobierno del Presidente López Obrador, es la misma que tiene una base constitucional, es la misma que las organizaciones de la sociedad civil reclamaban en 2009 y años posteriores, y es la misma que hace un día varios gobernadores de oposición avalan y apoyan, con la salvedad, en el caso de estos últimos, de que piden esté al frente de ella un mando civil y no un mando militar.
Es una salvedad bastante sana para la democracia institucional y para las mismas instituciones que la propia Guardia Nacional debe defender por mandato constitucional. Se debatirá esto en foros y en el ámbito legislativo, como corresponda. Pero la Guardia Nacional sí representa una salida inteligente, estratégica y apropiada para poner fin al momento de grave inseguridad que hemos heredado de gobiernos pasados.
Es más. La Guardia Nacional es una oportunidad también, de promover el honor de ser mexicanos, y el sentido de patriotismo que se ha ido diluyendo por el individualismo, por el pensamiento egoísta y de lucro, cuando lo que conviene a todos es promover la unidad en torno a valores. Que nos una la búsqueda de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
La Guardia Nacional no sólo es, como ha propuesto el Presidente López Obrador, una oportunidad para los jóvenes, para formarlos y darles trabajo, y con ello alejarlos de las calles y sus peligros, sino que debe apostar a ser un espacio de encuentro en el patriotismo, el honor, la lealtad, el bien común, y la unidad.
La Guardia Nacional podrá enfrentar serios problemas al combatir el crimen, graves obstáculos, y sus miembros como es lógico estarán expuestos a tentaciones, a desviaciones. Empero, los valores nacionalistas, y el ver siempre por el bien de las familias, deberán guiar los empeños de los guardistas, en todo momento y en todos los frentes.
Es deseable entonces, que todos podamos colaborar desde ahora para que los mexicanos unidos construyamos y nos demos aquella institución prestigiosa y honorable que necesitamos, que reivindique el papel de los jóvenes en la edificación de México (y de ciudadanos de todas las edades, para ser incluyentes), y sobre todo, útil para acotar la violencia y la ausencia de tranquilidad.