No es novedad que el conocimiento genera nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo económico para cualquier país, mas es necesario comenzar a ver este tópico desde términos prácticos y aplicables y como resultado de una política de Estado.

La economía del conocimiento fomenta la habilidad de innovar con el fin de generar y promover ideas que se conviertan en productos y servicios con un alto valor agregado, y que los mismos sean capaces de impulsar el desarrollo, para de esta forma crear bienestar y resolver dificultades económicas en la sociedad.

México y América Latina no tienen que ser ajenos a esta realidad, y ya se ven algunos frutos en el camino, como es el caso de Argentina: en el mes de junio de 2019 este país promulgó la Ley 27.506 que dispone la creación de un Régimen de Promoción de la Economía del Conocimiento y que establece reducciones e incentivos fiscales para empresas asociadas a actividades como la producción audiovisual, la creatividad vinculada a plataformas digitales, empresas de software, informática, biotecnología, servicios profesionales especializados exportables, entre otras.

Uno de los ejes centrales de esta ley es la promoción del trabajo y la inversión en talento, ya que busca incentivar a las empresas a invertir en la capacitación de su personal, investigación y tecnología, no solo para su aplicación local, sino con el fin de exportarlo a otros países. Se espera de esta que empiece a generar productos y servicios con valor agregado en cada sector, que suban los salarios promedio, crear nuevos empleos, aumentar la oferta y con ello la exportación.

Recientemente el Presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que los salarios en México son menores a los de China e incluso que países centroamericanos, por lo que manifestó que es un tema que se va a tratar durante su administración.

Así aparece en el horizonte la oportunidad que la 4T realmente transforme México por medio de la Economía del Conocimiento mediante la expedición de normativa para el efecto, y la creación de planes, programas y proyectos, que, plasmados por medio del diseño de políticas públicas adecuadas se logre un avance tal como lo está haciendo en otras latitudes del Globo.

En México la Economía del Conocimiento tiene que generar valor agregado real, y no sólo quedar como una buena intención lírica, tal como se ve en muchísimos estudios y tesis realizadas para el efecto; así mismo deberá ser capaz de generar empleos bien remunerados.

Una estrategia muy necesaria para llevar a la práctica una real economía del conocimiento es cómo lograr nuevos perfiles profesionales, necesarios para las industrias y nuevas tendencias del mercado, y que actualmente no podemos abastecer.

Es así que se hace imperante el desarrollo de una política pública que engrane al sector público, privado y educativo para tal fin, la misma que desde mi punto de vista debería tener tres ejes: un análisis para saber cuáles son las nuevas tendencias a nivel mundial y qué perfiles profesionales se requieren, formar y becar a jóvenes mexicanos (que se merezcan sea cual sea su estrato social) en las mejores universidades del mundo, y, un adecuado estudio de mercado con el fin de exportar conocimiento a los países en los que exista demanda.

Aunado a lo anterior, de igual forma se necesita fortalecer la empresa privada mediante la generación de créditos para Investigación y Desarrollo (I + D), y fomentar políticas laborales dinámicas que no permitan la precarización laboral del personal altamente calificado.

Sócrates decía: “Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia”. La Economía del Conocimiento es una herramienta poderosísima de transformación, ya que no solamente puede servir para recomponer la economía de una nación sino también para recomponer el tejido social de la misma, al tener ciudadanos mejor formados, más motivados y más seguros de sus capacidades, que no solo representan un bienestar económico para ellos mismos, sino también para su país.