Sin desperdicio, y con hartas y relevantes lectura sobre el entorno del gabinete, los diferendos ideológicos con miembros de primer nivel del equipo incluido el presidente López Obrador, pero sobre todo para el rumbo económico, la entrevista amplísima que concedió Carlos Urzúa a Proceso.

El ex secretario de Hacienda abunda en sustancia, detalla con sinceridad las razones de la renuncia, salpica con anécdotas, revela su esencia académica, y, en suma, en el espléndido trabajo de Hernán Gómez Barrera, deja el sabor de boca de un “Fifí” en retirada.

Neokeynesiano socialdemócrata, no de izquierda, ni marxista, vulgo Fifí

“Yo diría que soy un neokeynesiano… (México debería ser), una socialdemocracia en un sentido nórdico del término. Nunca he sido de izquierda de pies a cabeza”, confiesa.

En el principio, fueron las diferencias ideológicas. La sustancia, semillero de la creencia, no por obvia deja de ser relevante, sino al contrario: Urzúa, en el fondo es un feligrés de los resortes del mercado para promover el crecimiento, barnizados, sí, con una social democracia moderna, “nórdica”, tipo Finlandia quizá diría él. Pero no la izquierda que gobierna en México, de corte nacionalista. Una izquierda a la izquierda (incluso) de la prédica nacionalista del PRI. No ciertamente, la izquierda progresista/modernista de Felipe González, ni la de los gobiernos suecos o finlandeses. Más bien una versión autóctona, con grandes contradicciones e impacto lesivo en la economía.

Autodefinido así las diferencias de Urzúa, con Nahle, en Energía, Bartlett en la CFE, o Yeidckol en el partido MORENA, son lógicas. Y con el propio presidente. Urzúa, como increparía AMLO, es de esencia Fifí. Un desertor de los moderados, y firme oponente de los radicales.  

El ex de Hacienda desnuda una contradicción, severa, en las políticas públicas de la 4t, una falla de la del tamaño de San Andrés (sin ironía): de un lado de esta fractura, los duros, y del otro los moderados, a los que perteneció Urzúa.

Tarde que temprano, con la cuadratura ideológica que confiesa Urzúa, habría abandonado el barco, sin señales firmes de cambio de timón, que no las hay.

AMLO: entre la admiración y la confusión

La lectura de la entrevista en Proceso, dibuja la trama: Urzúa, fue víctima de su propia contradicción en su concepción de AMLO.

Por un lado, le profesa su admiración, mostrándose “convencido de que es, por mucho, el mejor político vivo que existe hoy en México. Es muy impresionante verlo: tiene una gran inteligencia social…ese tipo de figuras que aparece cada 20 o 30 años en un país”.

En otra parte, lo califica “como un intervencionista o “dirigista”, alguien que está a favor de la rectoría del Estado en la economía”.  En otro lado, no obstante, refiriéndose a los grandes proyectos de AMLO, advierte que el problema de este gobierno es su voluntarismo. Y al final de la entrevista, aunque se refiere a un altercado con Bartlett, al dejar claro que en una discusión son AMLO éste favoreció al director de la CFE en lugar de los razonamientos del ahora ex de Hacienda, remata señalando que “la política pública debe estar basada en evidencias y no en buenos deseos”.

¿Dotado de una “inteligencia social” extraordinaria, pero voluntarista y proclive a basar sus decisiones en buenos deseos? Urzúa exhibe ahí, de cuerpo entero, la contradicción de la que fue víctima en su concepción de AMLO. Y, más de fondo, la oposición entre una política social, fruto de una convicción profunda de López Obrador del combate a la pobreza y la distribución del ingreso (que Urzúa comparte), con decisiones costosas en lo económico que no se apegan a la realidad (la visión poskeynesiana de Urzúa que choca con el máximo exponente de la 4t).

El propio Urzúa lo reconoce cuando narra un enfrentamiento con AMLO por desacuerdo con Bartlett de demandar a la empresa canadiense por incumplimiento de contrato, y el presidente, abiertamente, se pone del lado del director de la CFE.

Urzúa advierte otro agravante de la política económica: bien, que se mantenga el balance fiscal entre ingresos y gastos del gobierno. Pero si la presión por elevar el gasto social es muy alta, la única forma de mantener equilibradas las finanzas es con cortes abruptos en el gasto de la burocracia y los despidos. “Me preocupaba el balance (fiscal)”, dice. “No es sencillo tener balance fiscal y al mismo tiempo muchos programas sociales. Es una tensión de todos los gobiernos, pero en su caso (de AMLO) mayor”,

Lógico, que no esté de acuerdo en esencia con los grandes proyectos de este gobierno, cocinados en esa atmósfera. 

Esto, más que Romo, a quien lanza un par de dardos envenenados, fue el motivo de su renuncia.

Desacuerdo con Texcoco, con el Tren Maya, y la refinería de Dos Bocas.

En la ubre neokeynesiana que confiesa Urzúa, el desacuerdo con los grandes proyectos de AMLO es lógico. Se presumía eso. Pero no se sabía. A Proceso lo declara abiertamente, cuando advierte, sin tapujos a qué se refiere cuando habla en su carta de renuncia de políticas públicas sin sustento.

Sobre Texcoco:

“Estuve a favor de que continuara el Aeropuerto de Texcoco. Creo que la obra estaba muy avanzada y había demasiado dinero de por medio. Si bien es cierto que muchos de los terrenos aledaños estaban controlados por gente vinculada a la administración anterior, un gobierno fuerte como el de López Obrador podría haberlos expropiado por razón de estado”.

Sobre el Tren Maya, al hablar de (el error) de poner tanto dinero este año para proyectos que no podrían despegar rápido:

“Sigue en diseño”

Sobre la Refinería de Dos Bocas:

“Hacer la Refinería de Dos Bocas no es óptimo en las actuales condiciones…por eso la licitación estuvo desierta. Tú no puedes persistir en una idea cuando hay empresas que saben más que tú y dicen lo contrario”.

Sobre el plan de negocios de Pemex:

“Creo que este plan puede ser muy bueno y se puede sanear la situación de la empresa en tres años. Sin embargo, eso sólo será posible si evitamos proyectos como el de la Refinería de Dos Bocas y nos abocamos de manera intensiva a la exploración y producción de crudo”.

Sobre el segundo corte del gasto público:

“Este sobreajuste del gasto público pudo haber causado problemas de operación y realmente dio muy poco dinero extra. No valía la pena hacerlo”

Los dardos envenenados a Romo

Lástima. Este interescuadras “Fifí” entre Urzúa y Romo abortó la posibilidad de que dos “moderados”, creyentes en el mercado, y con reservas en la bondad de los grandes proyectos de AMLO no pudieron hacer equipo. Más que la ideología, común en esencia entre ambos, aunque con diferencias de matiz dentro de la línea conservadora (Urzúa, neokeynesiano con simpatía por la social democracia moderna, y Romo un creyente más radical en los mercados), los distanciaron los intereses.

La batalla por las parcelas de poder en el sector financiero.

La lucha fue frontal. La simpatía - si la hubo- quedó averiada, el menos por Urzúa, quien disparó en la entrevista a Proceso dardos envenenados contra Romo.

“Me cuesta trabajo entender el tipo de relación que tiene con el presidente. Ideológicamente Romo es un hombre de extrema derecha y en términos sociales oscila entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. ¿Cómo un hombre así, que llegó a admirar a Augusto Pinochet y Marcial Maciel, acabó no sólo siendo amigo de López Obrador, sino jefe de la Oficina de la Presidencia”?

Y, tras reclamar la imposición de Margarita Ríos-Farjat en el SAT y Eugenio Nájera en Nafinsa y Bancomext, y los intentos fallidos del jefe de la oficina de la presidencia, por apoderarse de las Secretarías de Hacienda y Economía, lo que se evitó porque “el presidente no lo dejó”, dispara por segunda vez, cuando el reportero le pregunta si Alfonso Romo tiene algún conflicto de interés.

“No estoy diciendo que esto haya pasado en el caso de Romo, no me consta, pero dado que en la Jefatura de la Oficina de la Presidencia se maneja a diario un cúmulo de información económica confidencial, uno quisiera que Alfonso Romo y sus familiares hasta de primer grado, no tuvieran actualmente participación accionaria alguna en Casa de Bolsa Vector”.

Bartlett, la gota que derramó el vaso

El enfrentamiento con Bartlett fue frontal. ¿El motivo? El desacuerdo por la demanda de la CFE contra la empresa canadiense que construyó el gasoducto de Texas a Tuxpan, repudiando el contrato ya firmado y exigiendo un arbitraje internacional.

Urzúa, narra a Proceso que fue “acompañado de un alto funcionario” (¿quién?) a ver al presidente y “comentarle que lo que está haciendo la CFE no es beneficioso para México”.

AMLO, como está visto, apoyó a Bartlett, e increpó a Urzúa siendo la gota que derramó el vaso.

“Bartlett tiene una fuerte visión estatista, encontró varios contratos de empresas extranjeras de construcción de gasoductos que para él son un robo a la nación.

“Puede ser cierto que el gasoducto haya salido caro, pero lo cierto es que nosotros firmamos un contrato”.

Y advierte –otro motivo de discordia con Bartlett-- que contra lo que sostiene el director de la CFE, este problema puede afectar la aprobación del acuerdo trilateral de comercio con Estados Unidos y Canadá.

Conclusión: “Me dijo (AMLO) neoliberal”

Una frase resume la trama de esta crónica de la salida de Urzúa del gabinete. Relata el ex de Hacienda, la respuesta de AMLO al señalarle del riesgo de demandar a una empresa extranjera por incumplimiento de contrato, y criticar a Bartlett.

“Me dijo que era un neoliberal”, señala Urzúa. Y acota: “Para López Obrador, cualquiera que lo critique lo es”.

“También me aseguró que Bartlett es un gran abogado y que cómo me atrevía a cuestionarlo”.