Estimado Lector, yo, como probablemente usted, estuve atento al debate entre Trump y Baiden, último antes de las próximas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Elecciones hay en todo el mundo, pero a los mexicanos nos vale, es decir, somos abúlicos a la manera en que resuelven sus diferencias, salvo para algunos compatriotas que se preocupan por todo. Sin embargo, cuando hay ruido con nuestro vecino gringo, pegamos la oreja en el muro. Nos tienen fritos.

Nada especial se vio en el debate, como no sea que ambos están muy cascados para tomar el timón de gigantesca nave en medio de una tormenta económica mundial, aquí entre nos, provocada por ellos, y por el ofrecimiento de Biden de legalizar a unos 11 millones de indocumentados. Es cierto que tocaron los temas de la pandemia, seguridad nacional, sus fricciones con China y Corea del Norte, el seguro médico nacional, la tensión racial, el desempleo y entre round y round se picaban las costillas delatando sus sucios negocios ante el desconcierto del pueblo. Temas por demás sabidos, posiciones conocidas y, salvo su mejor criterio amable Lector, un aburrido empate. Rounds de sombra.

De todo lo debatido, lo que más llamó mi atención fue lo que no dijeron, lo que ocultaron, lo que que callaron quizás por un “pacto de caballeros”: se guardaron un tema vital para la economía estadounidense y mundial. Algo que, gobierne quien gobierne, se verá obligado a enfrentar y hasta cierto punto imposibilitado de evitar. Hablo del desmesurado déficit de la deuda pública y externa de los Estados Unidos. Bomba de tiempo.

Nada más para recordar el tamaño de nuestro vecino, anotaremos que su riqueza total es 1.7 veces mayor a la de China pero con una cuarta parte de su población; que es un país 4 veces más rico que Japón y 7 veces más que Alemania. Y por si nos sorprende el dato, destacaremos el hecho de que Japón sea casi dos veces más rico que Alemania! ¿Increíble, no?

Pero como no podrá ser Estados Unidos el país más rico del mundo, si casi toda la riqueza física y material del resto de los países se le entrega a cambio de sus dólares que literalmente son de papel y muchas veces ni eso, pues se registran como transacciones electrónicas. Piénsese como ejemplo en una exportación de aguacate hass de Michoacán a Texas por un millón de dólares. Dicho monto equivale a unas 300 toneladas de aguacate cosechado sobre una superficie aproximada de 50 hectáreas, abonadas con sudor, lágrimas e incertidumbre. Y, claro, la bendición de Dios.

El caso es que uno o varios importadores texanos reciben ¡300 toneladas reales de aguacate!, y los exportadores michoacanos obtienen a cambio ¡una transferencia electrónica a una cuenta bancaria que, prácticamente y de inmediato, le aplican el tipo de cambio y le convierten al exportador sus dólares imaginarios en pesos igualmente imaginarios, o sea, ¡electrónicos! El banco receptor, a su vez, tiene autorización del Estado de otorgar crédito varias veces más por cada peso que recibe en depósito. No se cuantas, pero supongamos que 10 veces (suponer es un don de los economistas). Así, el banco puede prestar dinero en pesos por el equivalente a 10 millones de dólares. ¿Respaldados en qué?, en nada.

En este punto vale acotar, que el importador texano pudo haber pagado los aguacates con un crédito que le otorgó su banco, obviamente mediante un abono electrónico a su cuenta. Ojo, este movimiento es un punto clave, porque puede ser ¡un dinero que el propio banco imprimió! En USA la Reserva Federal autoriza a un grupo de bancos a imprimir o crear dinero. Es decir, un dinero sin respaldo real. Facilito.

Volviendo a Michoacán, pensemos en un empresario de la industria de la construcción al que el banco le otorga un crédito por un millón de dólares o su equivalente en pesos. El empresario se voltea y con ese dinero paga productos reales, cemento, varilla, madera, mano de obra, etc., (ahora hasta la raya la depositan a una tarjeta de débito), y los dólares siguen sin verse. Así, el empresario construye departamentos de lujo a la orilla del mar en la hermosa playa michoacana de La Llorona y los vende en dólares a los propios gringos y algunos otros compradores que pagan en dólares. ¿De dónde saldrá el dinero? De la Reserva Federal de los Estados Unidos; ¿quien se quedó con los bienes físicos? Los gringos; ¿quien se quedó con el papel? Los mexicanos y el resto del mundo; ¿cuánto vale un dólar? ¡Lo que su merced y su confianza aguante!

Descrito como antecede el carrousel de los dólares, parece obvio que ni Trump ni Biden tengan interés por tocar el tema. Imprimir billetes a lo loco los hace más ricos cada día. ¡Que digo día, cada minuto! Seguramente Ud., apreciado Lector, ya lo sabe, pero para alguno que no lo haya revisado, le transcribo cifras de la FED: ¡84 mil millones por día! Simple, 60 millones de dólares impresos por minuto, o si Ud. lo prefiere, ¡un millón de dólares por segundo! Chiflando y haciendo cuentas.

En cualquier país del mundo, una emisión diaria mucho menor de dinero, de inmediato se traduciría en una inflación galopante. ¿Por qué no ocurre lo mismo en Estados Unidos? Discúlpeme, ya parece ociosa la pregunta, porque los dólares se exportan, todo el mundo los quiere, hasta los chinos, ¡a pesar de que su valor intrínseco es igual a cero! ¿Qué pasará el día que nadie quiera tener dólares y, por ejemplo, llegado el caso, cambiarlos por oro? Ahí la dejo.

Rendijas

Trump o Biden, da lo mismo, seguirán cambiando la riqueza del mundo por cuentas de vidrio.

Si gana Biden, ¿meterá a Trump a la cárcel por evasor de impuestos y otros pecados?

El Zócalo es de todos, ¿porque lo ocupa Frenaa?

Correo-e: pibihua2009@gmail.com

Octubre 25 del 2020