Los mexicanos entendemos muy bien lo que es una casa de huéspedes.

Digo... Tampoco es que tenga tanta ciencia. Era o es muy común el caso de señoras que tienen casas grandes y que, al por algún motivo quedar solas, deciden completar el gasto rentando habitaciones que no ocupan y dando servicios complementarios a sus inquilinos.

Sea porque estuviera incluido en la renta o a cambio de un pago adicional, la dueña de la casa podía lavar la ropa de sus huéspedes o cocinar para ellos, o podía permitirles usar las zonas de lavado o de cocina.

Los cohabitantes de la casa podían usar la sala o el comedor, o usar incluso la tele o el radio....

Y claro, era común ver el refrigerador dividido por anaqueles y los recipientes de comida marcados con el nombre de sus dueños.

Nada nuevo bajo el sol.

Y viene de pronto la modernidad a colgarse de un nombre de moda para pretender hipsterizar la Casa de Huéspedes y convertirla en un proyecto de vivienda compartida, o por decirlo de modo más papuchón; de Coliving.

Porque a ver; el Coliving no es solo un nuevo nombre artístico para la Casa de Huéspedes. 

No, el Coliving es un nuevo modelo inmobiliario que puede ser una gran aportación al reto de atender el rezago habitacional. Pero eso se logra en tanto se haga bien, porque si no se hace bien, no solo no se convierte en una solución para un segmento de la demanda de vivienda, sino que se puede convertir en parte del problema.

Entendámonos; Coliving no es igual a Casa de Huéspedes.

Para empezar, el Coliving se entiende como una respuesta del sector inmobiliario para un segmento de población al que le basta con el espacio privativo de una habitación y le cae muy bien poder compartir los gastos que le permitan tener mejores servicios y beneficios.

Servicios como una muy buena cocina, un magnífico salón de estar o espacio para guardar una bicicleta, y beneficios como ubicación o un concepto que le permita vivir en una comunidad que ofrece espacio y facilidades para trabajar (coworking) o incluso ser parte de un concepto... Sea éste cultural, gastronómico, deportivo o social.

La distorsión viene cuando un muy mal “desarrollador” usa el Coliving solo como marca pretexto para vender metros cuadrados más caros, distorsionando el modelo, pero, lo que es por mucho más importante, distorsionando también el mercado de la zona, pudiendo impactar en forma muy negativa los precios de las viviendas de la calle, manzana o barrio en que se ubica, y convirtiéndose en un agente gentrificador, que provoca que los habitantes de la zona acaben por no poder pagar el alza en los precios de rentas de la misma.

El Coliving ofrece todo su potencial cuando permite que una persona pague solo los metros cuadrados que necesita, pudiendo pagar un costo menor por los espacios que usará junto con otros inquilinos de la propiedad, recibiendo además beneficios que respondan en forma eficiente a su forma de vida.

Insisto, el Coliving es un instrumento... Es una solución muy específica que no funciona para todo aquel que requiera una vivienda.

Puede funcionar muy bien cuando se desarrolla un proyecto muy específico dirigido a un segmento igual de específico.

Pensemos en el mercado de los estudiantes...

¿Qué tal proyectos bien diseñados y ubicados cerca de las universidades en los que puedan rentar habitaciones pequeñas, con o sin baño, complementadas con internet y espacios comunes que les ofrezcan claros beneficios para realizar sus actividades?

No es ni una casa de huéspedes, ni rentar un departamento para subarrendarlo despiezado y ganar más dinero con ello...

Se trata de entender un modelo y tomarlo como punto de partida para desarrollar una oferta inmobiliaria que sobrepase las expectativas del mercado para el que está dirigida.

Imaginen que se trata de ofrecer opciones a una comunidad de artistas o de extranjeros que estén trabajando en nuestro país...

La premisa de un desarrollador de proyectos de Coliving tendría que partir de preguntar: ¿Están dispuestos a rentar un cuarto? Para con total seriedad responder: “Nosotros vamos a generar un proyecto que sea mejor que ir a una Casa de Huéspedes o juntarse con amigos para compartir un departamento”.

¿A poco no se les ocurren cosas que se puedan incorporar a proyectos inmobiliarios pensados para atender las necesidades de esas personas en la mejor forma posible?

No se trata de usar una marca como pretexto para vender metros cuadrados más caros, sino de entender el modelo como una oportunidad de desarrollar proyectos dirigidos a grupos muy específicos.

Por supuesto, sobrarán los vivos que se cuelguen de la marca del Coliving de una forma irresponsable.

Pero el tema es que hemos llegado a un punto en que hay que exigir responsabilidad y ética a los desarrolladores inmobiliarios, y profundidad en el análisis a las autoridades encargadas de conducir el desarrollo urbano y los programas de vivienda.

Estamos en tiempos en que de la nada desaparece una tienda de barrio para ceder su local a una rimbombante boutique de chilaquiles o cup cakes, una barbería o un puesto de garnachas veganas.

Y claro, ese fenómeno de expulsión de los pobladores originales que hoy llamamos gentrificación, es un cáncer urbano que también puede llegar a la vivienda y eso es algo que no se puede desear y que hay que, en lo posible, prevenir.  

El Coliving es solo un instrumento de entre los muchos que se deben tomar para crear el catálogo que permita atender en forma eficiente y oportuna las necesidades de vivienda de todos los segmentos de población.

Ni es arma secreta, ni algo malo, ni un fin en sí mismo. Es un modelo que funciona en tanto exista un programa integral para atender los complejos retos de la demanda de vivienda.