[Antes de comenzar con esta nota, me gustaría aclarar que utilizaremos el término “chilango” para referirnos a las personas que viven en el Distrito Federal (en general), hayan vivido anteriormente en otro lugar o sean nativos del mismo, por aquello de las discusiones que se generan, entre que si los chilangos son o no los que llegan o los que nacen en el D.F. De ante mano gracias.]
Chale: es una contracción del “Chales”, que viene del modismo ¡Charros!, ¡Chin!, ¡Chanfle!, etc. Mayormente usada como expresión de sorpresa, molestia, enojo o asombro.
Se podría decir que son derivaciones de palabras que fueron acuñadas por pereza lingüística, o por el simple hecho que se escuchan “bien chido liras”.
La expresión fue iniciada aproximadamente en los años 50, en el Barrio de Tepito. Por este hecho, algunos aseguran que es la palabra favorita de “los nacos”, y que pronunciarla es de gente vulgar, inculta y corriente. Si embargo, con el paso de los años es común escuchar a chicos y grandes, ricos y pobres, pronunciar un fino y delicado: “¡Chaaaales!”.
Existen circunstancias en esta bella vida en las cuales no tenemos palabras para expresar un sentimiento, en ocasiones es difícil explicar una situación por la que se está pasando; en fin, todo este sentir se resume fácilmente con el término filosófico: ¡Chaaale!
Ejemplos:
¡Chale! que difícil sentimiento este que siento.
¡Chale, que rápido se pasan los años!
¡Chale man’ta, en mi ditcionario no viene esa palabra!
¡Que felicidad, pasé mi examen profesional, chale, que emoción!
¡Chale, ora si te pasastes!
¡Chale! ¿Te cae?
¡Chale! que feo día tuve, neta.
¡Maldita crisis, chale!
Ya sea enojados o sorprendidos, el decir “chale” es una manera de desahogarse.
Algunos individuos han degenerado el término “chale” para afresarlo o decirlo con un poco más de caché, pronunciándolo “shiale” o “shiales”.
En fin, a todos se nos ha escapado un “chale” (o varios).