A Xavier López, “Chabelo”, reconociéndolo por su famosa voz de niño, parecería que lo hubieran castrado en la infancia. Que se cayó de un caballo y se reventó los testículos o que los puercos se los comieron una tarde; aunque no se acuerde (explicaciones comunes para justificar el fenómeno biológico de los Castrati). Pero no, López ha decidido ser un castrado de manera voluntaria; capón psíquico, eunuco teatral.

Tan distanciado de la televisión y en constantes viajes, tenía por hecho que Chabelo había muerto ya, pero no. Murieron Chespirito y el profesor Jirafales, pero el autor de la brutal “catafixia” está vivo. Según leo en SDPnoticias.com (03-17-16), al develar una placa en el teatro Aldama de la ciudad de México, “anunció que dejará el papel pueril que lo catapultó a la fama”. Personaje que por legendario y longevo ha pasado a ser “Chabuelo” dentro de la picardía mexicana virtual.

Pensé un instante en el porqué del éxito de tan absurdo carácter: la voz de niño en el cuerpo grande y torpe de un adulto, de un viejo. Un viejo en papel de infante. ¿Por qué el contradictorio caso ha sido tan aceptado entre el público de la televisión mexicana? (ahí está ese otro infantilismo o enanismo en los personajes de El Chavo del 8, o Jenruchito y Juanito Garrison en Los Polivoces, y los posteriores programas infantiloides y “cómicos” aptos para el retardado mental). Cuando sus primeras películas, fue quizá curioso y simpático ver a un bulto, a un niñote soso, a un ñoño en carácter de “escuincle” llorón. Pero pasarse y ganarse así toda la vida, es otra cosa.

Y pensé en el terrible fenómeno de los castrados italianos que el estado y la iglesia permitieron y alentaron para su goce tanto estético como perverso: La voz de un niño, de una mujer, de un híbrido, en el cuerpo de un adulto, de un hombre con rasgos, características y acentos de conducta afeminada. Pulmones de señor y canto aniñado o femenino. Cantor eunuco o asexuado angelical (no asexual). Y en el escenario, travestismo, pues los castrados estaban encargados de desempeñar en escena los roles de la mujer, quienes por ley tenían prohibidas las tablas. Trinidad hombre-mujer-niño: furor para el público y las cortes. La película Farinelli, de Gérard Corbiau (1994), es una buena aproximación para entender esta tragedia, esta perversidad del poder en la satisfacción de su glotonería, su apetito de abierto gozo. Un libro bastante ilustrador es Historia de los Castrati, de Patrick Barbier (Vergara, 1990; Histoire des castrats).

Hoy día, los llamados contratenores, que son en realidad falsetistas (a menos que su canto afeminado obedezca a la naturaleza de no descenso del testículo; algún vez, un falso castrado sufrió del descenso del huevo en pleno escenario: enronqueció para siempre), al cantar expresan un tanto, o acaso un mucho, de la psique del castrado que el público europeo amó durante siglos (el Vaticano albergó a los últimos de ellos hasta principios del siglo XX; en youtube hay algunos audios de Alessandro Moreschi, “el último castrado”).

Xavier López lejos está de ser un objeto del deseo sexual, no es castrado y no parece tener problemas de testículo no descendido, como muestra su voz grave de abuelo al hablar fuera de escena, pero Chabelo, teniendo que fingir el sonido en falsete (incluso le dio por cantar), travestido de niño incluidos los eternos pantalones cortos, en vez de burla generó costumbre familiar frente al televisor en el tedio de cada domingo. La era de las redes sociales ha modificado algo ese gusto “chabelino” y se ha hecho cada vez más presente la mofa de la figura que su “alma mater”, televisa, ha despedido no hace mucho.

La sociedad tiene gusto hasta por lo más inesperado, por lo más inverosímil, puede comprar lo que sea, aun el excremento en escultura; así, de manera simple puede explicarse este caso de la execrable televisión mexicana. ¿Sobrevivirá el público a la desaparición de Chabelo y de su voz monótona, chillona e incisiva? (ha dicho, “no, ya no voy a hablar así… no quiero”). Sin duda. Si los castrados con su talento excepcional desaparecieron, ¿por qué no Chabelo con el suyo, que supo vivir de la excentricidad, del absurdo del surrealismo mexicano?; (André Bretón dixit, en sentido inverso).