El joven Karl Marx es un canto a la amistad intelectual, a la convivencia fraterna entre Carlos Marx y Federico Engels. Canto convertido en himno final cuando se divulga El manifiesto del partido comunista, casi a la par de las revueltas de 1848. El director haitiano, Raoul Peck (I Am Not Your Negro), narra el filme sin “sobreideologizarse”, pero no muestra las miserias emocionales del joven. Una propuesta fílmica muy condescendiente de esta etapa de la vida del alemán.

En la aburrida crítica que hace el capitalismo cinematográfico a sí mismo, cada biopic es mediocre. Una película sobre revolucionarios no tiene que ser estéticamente revolucionaria. Raoul “humaniza” a sus personajes y deja de lado la profundidad de las discusiones, inclusive cuando Engels le recomienda a Marx que lea a los economistas ingleses, un guiño para que, sin saberlo, escriba posteriormente su obra cumbre, El capital.

El filme magnifica a Proudhon y disminuye a Bakunin. No es una película sobre la opresión, aunque la aluda, ni siquiera de la emancipación, aunque la proponga. La biografía de los jóvenes Marx y Engels es el recuento de la orfandad emocional (Carlos) y la orfandad asumida (la negación del padre en Federico).

Enfrentamientos apenas esbozados como el de Marx con Proudhon acerca de la propiedad, la tenencia y el robo o la oscuridad apenas iluminada por unas velas que, entre Marx, Engels y sus mujeres provoca el Manifiesto del Partido Comunista. También la borrachera y, en la cruda, la epifanía porque, le confiesa Marx a Engels, le ha provocado una revisión: los filósofos han interpretado el mundo, de lo que se trata es de transformarlo.

En la civilización del espectáculo, los superhéroes siempre están de regreso; los revolucionarios, de ida. Raoul ha intentado una biografía rosa que desmerece a un personaje rojo. El manifiesto final de Peck es prescindible, es una interpretación personal del manifiesto comunista: echa a perder la película.

Y, sin embargo, la participación colectiva, la causa común, como lo demostraron los sismos de este año en México, demuestra que la solidaridad no ha sido totalmente confiscada, que hay vida, y posiblemente emancipación, frente a los autoritarismos financieros y políticos del capital.