Fue en Michoacán, al empezar su “gobierno”, donde Felipe Calderón se disfrazó de caricatura… y no se quitó el disfraz durante todo el sexenio.

Ahí, en Michoacán, Calderón Se puso el más ridículo traje de soldadito que encontró, declaró una guerra absolutamente absurda y se sintió Napoleón.

Desde entonces, la violencia impera en Michoacán. Una violencia, la causada por la perdida guerra de Calderón, que se extendió a no pocos lugares del territorio nacional durante el sexenio pasado.

Lo más difícil de la guerra de Calderón se vivió en Monterrey, no solo por los niveles de violencia que aterrorizaron a los regiomontanos, sino por el peso simbólico de la capital de Nuevo León, sin duda la ciudad empresarial mexicana más conocida en el mundo.

Se llegó a decir, con razón, que si se perdía Monterrey, se perdía todo México. Por fortuna, cuando llegaron los tiempos de la sucesión presidencial y quedó claro que no iba a conservar el poder el partido del señor Calderón, las cosas mejoraron notablemente en la Sultana del Norte.

Gracias a la confianza en el nuevo presidente de la República, Enrique Peña Nieto, la tranquilidad volvió a Monterrey. Como volvió también a otras regiones.

Pero el problema de la violencia generalizada sigue siendo terrible en algunos lugares de México, sobre todo en Michoacán.

Ya el gobierno federal ha tomado el control en tierras michoacanas. Peña Nieto nombró a Alfredo Castillo comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral en Michoacán, y las cosas empezaron a serenarse en este Estado.

Pero como hay mucho más por hacer que solo combatir a las mafias, el presidente mexicano hoy dará una lección de lo que se puede y se debe lograr con el poder cuando se le usa positivamente: él y su gabinete completo pondrán en marcha, ahí mismo, el programa “Por Michoacán, juntos lo vamos a lograr”, que no solo atacará la inseguridad, sino también, como informa hoy la columna Bajo Reserva de El Universal, atenderá los problemas de pobreza, falta de oportunidades educativas y de desarrollo de los michoacanos.

Es mucho lo que debe hacerse por Michoacán, y se hará. Cualquier cantidad de recursos públicos que deba invertirse será poca cosa comparada con el beneficio para los michoacanos y, por lo tanto, para todos los mexicanos. Por fortuna, hay de dónde financiar los proyectos. Gracias a la reforma hacendaria del año pasado el gobierno federal ha vuelto a ser viable.

Valió la pena el desgaste que sufrieron el presidente Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Sin esa reforma, estaríamos en serios problemas.

Pronto se sentirán los efectos benéficos de las otras reformas, en particular de la energética, con lo que México volverá al crecimiento económico y al sano desarrollo social que tanto se necesitan para acabar, desde la raíz, con problemas tan graves como el de la inseguridad.