Continuando con los cuentitos de los sábados para los reyes de casita, va la siguiente entrega.

Un hermoso caracol rojo partió en cierta ocasión para una excursión de verano. Se lo tomaba con calma, y saboreaba las horas.  El mundo está lleno de maravillas en todos los rincones.

Pero a su izquierda y a su derecha oía ¡hopp! ¡hopp! ¡hopp!, y se acercaron dos saltamontes con sus locos saltos. Uno de ellos se detuvo sobre un tallo de hierba y gritó desde ahí al caracol, con ironía:

¡Tú, pobre y rojo caracol!

Tú no te mueves del lugar.

-¡Hum! - hizo el caracol con indolencia -. Si no llevara yo mi casa a cuestas, me gustaría hacer una carrerita contigo, Patas Secas.

-¡Aceptado! - gritó el saltamontes alegremente -.  ¡Dime dónde quieres la meta!  Tú casa te la llevaré yo.

-Allí, hasta la orilla del arroyuelo -  dijo el caracol.

-¡Hecho!  - y el brincador se deslizó bajo la casita del caracol.

-¡Una, dos, tres!  - gritó el ligero individuo y desapareció.

Siete brincos. ¿Qué son siete brincos para un saltamontes? No merece siquiera la pena de hablar.

"Le voy a dar algo más de ventaja. - se dijo el saltamontes -.  Saltaré todavía cien veces más por encima del agua de uno a otro lado, aun antes de que el caracol se haya puesto siquiera en movimiento".

Y así lo hizo.  Saltó de un lado a otro sobre el pequeño riachuelo, y sus alegres brincos se hicieron cada vez más altos; pero de pronto perdió la casita el equilibrio sobre sus espaldas, cayó al arroyo, y las olas se lo llevaron lejos de ahí... tal vez hasta América.

El saltamontes se quedó contemplándola durante unos momentos. Luego sintió miedo.  ¿Qué hacer?  ¡Huir! Sí, esto sería lo mejor.

El caracol se sentía entre tanto maravillosamente bien.  Poder pasear por una vez sin la casita a cuestas, ¡esto sí que era magnífico!  Caminaba ligero,  y cuando al anochecer por fin llegó a la meta y no vio en ella al saltamontes, creyó ya en una brillante victoria, -feliz brincaba como brincaría un caracol sin casita encima-  Pero cuando comenzó a caer el rocío, se estremeció de frío y comenzó a sentir nostalgia por su abrigada habitación.

-¿Dónde estará Patas Largas con mi casa? - se lamentó muy preocupado y tiritando de frío.

Empezó a buscar,  y hasta el día de hoy la sigue buscando todavía.  Por todos los caminos, del campo, del bosque, en los jardines lo puedes encontrar y darte cuenta. Dirige sus cuernitos a izquierda y derecha, y se muestra especialmente inquieto, en cuanto presiente que comenzará a llover; entonces es cuando más necesaria le sería su casita.

Pero nunca podrá encontrar ya su casita el pobre caracol. ¿Sabes ahora ya, por qué?

Espero realmente que lo hayas comprendido.

A.k adaptación. 

La moraleja de la historia queda al gusto de cada uno de ustedes Queridísimos Divagantes . 

Divagante @deliha25