El pasado domingo se llevó a cabo el segundo debate presidencial en la ciudad de Tijuana. La contienda electoral permea casi todo el tiempo en la sociedad, por lo cual generaba cierto morbo sobre si sería algo rescatable o no dicho debate. El primer debate resultó un churro, pero este segundo debate resultó peor y lejos de tener certidumbre, se sigue alimentando el odio y disenso entre los mexicanos.

Cabe señalar que los moderadores León Krauze y Yuriria Sierra no fueron factor en favor de algún candidato. De hecho, los moderadores hicieron un buen trabajo, a tal grado que exageraron en su rol protagónico. Hubo factores que, a mi parecer marcaron la pauta para que el debate se convirtiera en un pleito de vecindad y no en un ejercicio con contenido político.

El primer factor fue Ricardo Anaya. El panista se ha estancado en esos veintitantos puntos en las encuestas ―muy cuestionables―, no se puede recuperar del escándalo de corrupción y sus propuestas no trascienden. Anaya optó por llevar el discurso del debate por donde es experto, en el lodo. Al no poder conectar sus mensajes positivos, ahora trata de llamar la atención descalificando y mintiendo.

El candidato panista está demostrando su verdadero “talento” de cómo llegó en tan poco tiempo a una candidatura presidencial. La mentira, la confrontación y el cinismo, son las herramientas que hacen ver ágil al candidato Anaya. Fue el actor principal en poner el lodo sobre el debate. Me parece que en política se valen muchas cosas, pero darle más veneno a una sociedad enferma creo que lejos de ayudar al Frente, lo llevará por el rumbo equivocado.

El equipo de Anaya debe estar desesperado. Es evidente que ensuciar el debate, muestra una clara desesperación de crecer rápidamente en las preferencias electorales. Pararse frente a López Obrador varias veces lo hizo ver agresivo y regresaba lastimado. El discurso de Anaya fue en gran mayoría sobre López Obrador. Si bien Anaya quiere estar en los reflectores, aunque sea por decir tonterías y mentiras, al mencionar tanto al tabasqueño, está haciendo más famoso al candidato de Morena. Anaya y sus asesores deben estar en un laberinto sin salida. Lo mejor del candidato panista fueron los memes sobre la cartera de López Obrador y su apodo “Ricky Rickyn Canallín”.

El segundo factor fue López Obrador. El candidato tabasqueño demuestra una y otra vez que no sabe debatir. Ese gran político de las masas no existe en los debates. Le cuesta conectar sus discursos de mítines en un debate. Me parece que también le está pesando ser el líder en las encuestas. Se entiende que, al ser el puntero, se tengan que cuidar ciertas formas y evitar desgaste, pero se dejó golpear de más por el resto de sus contrincantes. Se dedicó a jugar en el lodo que traían los demás candidatos.

Si bien debe defenderse de los ataques, también debe explicar con nitidez los temas importantes que requiere el país, dejó pasar oportunidades. Caer en el juego de Anaya y Meade le quita tiempo, pero además López Obrador se muestra lento y pausado en sus respuestas. Lo mejor del tabasqueño fueron sus “chascarrillos”, cuando sus votantes esperaban a un candidato ágil y audaz.

El tercer factor fueron el Bronco y José Antonio Meade. El Bronco hace sus esfuerzos por ser candidato. Pero hay que reconocer que el candidato “independiente” comenzó como un candidato comodín del PRI y como candidato basura. El político neoleonés de repente muestra lucidez en algunos de sus comentarios y propuestas, pero le pesa el escándalo de cómo obtuvo su candidatura independiente. Lo único que hace visible al Bronco es su discurso de “mochar manos”. La poca lucidez que muestra se cae cuando insiste con este absurdo tema. Otro candidato que alimenta de lodo su campaña.

Para el caso de Meade me parece que, al saberse derrotado, ya comienza a verse como candidato de relleno. Lo que no se sabe es si el equipo del PRI ya se estará conformando con el posible tercer lugar en las encuestas.  Meade en este debate me pareció que fue de lo más lúcido entre los candidatos ―ojo, no estoy diciendo que sea el mejor―, tal vez el estacionarse en tercer lugar lo haga decir cosas sensatas sabiendo que ya no tiene posibilidades.

A Meade se conforme o no con el tercer puesto, le sigue pesando ser tan gris, tan insaboro, tan aburrido, pareciera que sigue dando sus discursos como Secretario y no como candidato. Los ataques de Meade no generan tampoco nada, si bien dio ataques en el debate, fueron intrascendentes. La naturaleza del PRI es estar en el lodo, aunque Meade fue el menos malo en el debate, sigue cargando esa pesada loza de escándalos de su partido.

Como pudimos ver, todos fueron candidato de lodo, le restaron seriedad al debate. Mentirosos, enfermos, otros lentos, pausados, otros grises y otros como candidatos de relleno. A los equipos de campaña de los candidatos hay que recordarles que la sociedad mexicana está enferma de odio y cansada del mismo. Meterle más veneno a la gente, me parece que es lo que buscan, fragmentar más a la sociedad. Pero también les puede salir al revés, de tanto veneno la sociedad se puede volver inmune y darles una lección.

Creo que el debate no modificará nada en las preferencias. Sigue siendo de dos bloques, sistema con PRI, PAN-MC-PRD, Bronco y antisistema con Morena. La salida de Margarita Zavala fue intrascendente, pero ahora podemos ver tres segmentos en esos dos bloques: Morena al frente, le sigue Ricardo Anaya y al fondo en un solo segmento Meade y el Bronco.

También me parece que López Orador a pesar de verse débil en el debate, no perdió mucho, es el único que tiene un equipo fuerte y estable. Meade y el Bronco también se ven estables sus equipos, pero atorados en sus respectivos peldaños, estén a la baja o no. El único que se puede resquebrajar es el equipo de Anaya y su Frente, no terminan por compaginarse. Es de esperarse que las preferencias electorales no cambien en nada hasta el día de las elecciones. Veamos qué pasa.

Twitter: @Hugo_Canelo