Un par de notas no permiten que termine de enfriarse la temperatura noticiosa justo en la víspera de Navidad: la liberación paulatina de los precios de la gasolina a partir del próximo año, y la opinión de Agustín Carstens sobre el tipo de película que nos espera con el presidente Donald Trump, ahora que el Colegio Electoral cumplió el formalismo de ratificar su triunfo.
Como si el caldo de cultivo no estuviese lo suficientemente agitado en México, como si la sociedad no estuviera cansada de tanta incertidumbre, malas noticias y pésimas administraciones públicas, se nos notifica que el carísimo combustible será ahora más oneroso y, que nuestro banquero central equipara la llegada de Trump con una película de terror o de suspenso.
Está bien que ya sabíamos, que hay cosas que se dan por descontadas, que no siempre hace falta que el gobierno nos informe las cosas, pero, ello no significa que no duelan las malas noticias y que no irriten los malos augurios. Le escribía que el clamor social no está para menos.
Visto así el escenario, ¿podemos pensar que el hartazgo será un detonante para el cambio? ¿Y también que un cambio siempre será garantía de mejora? ¿Es tal nuestro rumbo hacia 2018? Se trata de preguntas relevantes en materia electoral y de participación ciudadana.
A su opinador le queda claro que la gente está harta, muy harta, de la realidad actual; y también de que por tal panorama culpamos al gobierno, sin importar color o matiz alguno. Para la colectividad, el gobierno siempre tendrá la culpa. Y bueno, creo que en la mayoría de las veces la colectividad acertará.
Así, y como el hartazgo crece día con día, la población se podrá volcar a las urnas y votar un cambio muy drástico en el ya cercano 2018. Afortunadamente, la sociedad participa y ejerce sus derechos, está consciente de que puede quitar y poner gobernantes a contentillo, tal y como lo hizo en junio pasado.
No obstante, los mexicanos aún continuamos maniatados en términos de oferta, pues solo podremos votar por las opciones disponibles, por los cuatro o cinco aspirantes que aparezcan en la boleta electoral de 2018. Y si por las vísperas se sacan los días, no abundará el talento técnico y político del cual escoger y echar mano.
Llegado el momento, nos tocará valorar si todas esas ofertas programáticas y políticas que se nos presenten, verdaderamente reúnen los requisitos para convertir a México en el país que demandamos. Pero no solo en discurso y en buenas intenciones, sino en trayectoria, experiencia y preparación.
El asunto no es menor, y lo escribo porque el cuchillo es doble filo.
Nunca será lo mismo cambiar para mejorar, que cambiar para poder decir que cambiamos. Aquí es importante no perder de vista que la reversa también es cambio.
Vaya, el riesgo de votar cansados, de votar por cansancio, puede tener consecuencias muy importantes.
Y le aclaro que su escribidor no está a favor de la permanencia de nuestra decadente y decepcionante clase política actual, pero sí del análisis cuidadoso de las otras alternativas disponibles.
Sucede que es muy poco lo que hay, incluso muy parecido, y pues ni modo, de ahí tendremos que escoger.
Suena muy adverso tener que optar entre “muy malo por conocido, o mucho peor por conocer”, pero, desafortunadamente, ese podría ser nuestro abanico de posibilidades por venir.
Vaya, ¿le seguimos igual, o nos arriesgamos a creer en el discurso renovado, en el candidato que dice ahora sí ser de actualidad, solo porque ya se lavó la cara? La disyuntiva es de interés para todos, nos guste o no.
Quienes digan que ya no se puede estar peor, andan a muchísimas cuadras del desfile, pues por mucho que nos pueda desagradar nuestro México, sigue siendo un país de maravilla en comparación de varios otros que, cayeron en decadencia cuando decidieron cambiar por cambiar, cuando votaron cansados y por cansancio.
Dentro de un año ya tendremos a todos los candidatos y candidatas a la Presidencia de la República. Ahora es justo el momento de que comencemos a valorar las opciones y posibilidades, pero con madurez y con inteligencia, con la razón y no solo con hartazgo. Y tristemente así: aspirando a lo posible, a lo poco que hay, conscientes de que nuestra clase política no ha dado para mucho más.
Si tanto decimos que a los gobernantes no les importa el país, es hora de poner el ejemplo y demostrarles que a nosotros como electores, sí nos importa nuestro futuro, y bastante, y que por eso vamos a tener análisis y cuidado de nuestras decisiones.
Al tiempo, al 2018 pues.
Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted.
Con gusto recibo sus comentarios en Twitter: @oscar_ahp