Uno de los grandes retos que enfrenta el gobierno entrante del Sr. López, es no defraudar a los 30 millones de mexicanos que depositaron su confianza en un proyecto de gobierno desarticulado, carente de estrategia, pero sobre todo, sin una visión global de un proyecto de país.

Treinta millones de mexicanos votaron por un cambio, sin embargo, ese cambio no es sencillamente desechar las cosas que se han hecho en el pasado, no implica tácitamente que todo está mal y que hay que empezar desde cero, pero sobre todo, no es un cheque en blanco que les permita ignorar dos cosas fundamentales: La primera, es que hay una importante parte de la población que no votamos por ellos y que deben gobernar para todos asumiendo las críticas así como los costos que el ejercicio del poder implica. La segunda, es que los votos que recibieron, no los facultan para brincarse las leyes, sino que los obliga al ser gobierno, a ceñirse a ellas.

La mayoría en el Congreso de la Unión, no les da derecho a burlarse del resto de los mexicanos, tal y como lo hizo la diputada Xóchitl Zagal Ramírez en su comparecencia ante un congreso semivacío, sino que al contrario, esos votos los obliga a ser los garantes de que lo que se decida será para el bien de todos los mexicanos, si no lo hacen, se convertirán en lo mismo que tanto criticaron y en lo que supuestamente el mandato del pueblo les exige cambiar. Qué pena que esta “chamaquita engreída” (como sabiamente la califico el maestro Paco Calderón) no entienda que el país es de todos los mexicanos y no es, ni convirtió a solo 30 millones en sus dueños.

Las promesas de campaña se van difuminando todos los días; propuestas en cuestiones de seguridad que simplemente se van pateando en el tiempo; regresar a los militares a los cuarteles no sucederá en el corto plazo; echar atrás los gasolinazos se convirtió simplemente en “un ajuste de precios”; la derogación de la reforma educativa es ahora escuetamente: “algunos ajustes a la Ley del Servicio Profesional de Carrera” y finalmente, terminar con la corrupción y la mafia del poder, se transformó en un priismo de izquierda, donde muchos de sus colaboradores fueron miembros prominentes de esa mafia.

Este gobierno ya en funciones (aunque no haya tomado posesión) en virtud de la desaparición de la escena política de Peña Nieto, tiene un reto mayúsculo si creen que les expidieron un cheque en blanco sin límite, y que las mentiras que ha dicho se sostendrán solas, tarde o temprano la verdad cae como una pesada guillotina sobre los que esgrimen sus acciones bajo el telón de las falsedades, las verdades a medias y la creencia de que el voto popular durará para siempre. Con sus acciones y decisiones, tendrán que pagar el alto costo que esto implica.