I

Nos hacemos una idea del mundo gracias al contexto en el que vivimos. El arte ayuda a que esta idea pueda sublimarse o en su caso distorsionarse. El cine, y su prima hermana, la propaganda, pueden a su vez convertirse en aliados, mellizos simbióticos caminando de la mano.

García Márquez dijo que la historia no es como sucedió, sino como la recordamos para contarla. Por eso, para los amantes de la literatura, una película como la dirigida por González Iñarritu, es un banquete que pocas veces podemos darnos.

Las referencias a la obra de Carver desde el inicio de la película sienta el tono de esta. Pero a su vez, establece cierto paralelismo con una experiencia vivida a bote pronto y escrita sin el necesario distanciamiento psíquico, como me gustaría.

Terminé el año visitando La Habana. Crecemos escuchando historias, somos de la esquina norte del país, atados a la tradición norteamericana por la obligación de la cercanía. Nuestros referentes propagandísticos e informativos tienden a ser unidireccionales.

Si La Habana fuese un personaje, quizá sería un viejo que a pesar de la extrema pobreza no deja de sentir alegría por vivir. Tiene un mercado grandísimo al frente al cual no puede acceder, primero, porque lo tiene prohibido, segundo, porque no tiene dinero.

El personaje  principal de Birdman es un actor en la madurez que quiere probar que es un actor de verdad, mientras una voz en off le dice que su destino está definido, no es un actor de Broadway, sino uno de Hollywood. Una dicotomía que puede ser insalvable.

Igual pasaría con este habanero viejo. Las glorias de la revolución han pasado. Los jóvenes intentan mimetizarse con el resto del mundo. Escuchan la misma música que sus pares latinoamericanos y la ideología les parece un auto viejo de fabricación rusa que no tiene cabida en el mundo moderno.

Los nacidos en los 50 y 60 intentan explicar los avances de la revolución, que da prostitutas con títulos universitarios y defensores de ésta con los estómagos vacíos. En la película, Riggan Thompson tiene los sube y baja emocionales que de manera normal se dan en los artistas. En La Habana, esa ciudad bellísima de pintura descascarada, el museo de la revolución cobra 8 capitalistas dólares por ver sus glorias en vivo. Aunque en vivo sea una exageración.

Los paralelismos entre la película y la ciudad es que ambas aportan una cosmovisión de lo que es el mundo, empecinado en glorificar la juventud. La obsesión con las glorias pasadas, las cosas logradas aunque en el presente no sirvan para un carajo.

II

No sé ser turista en ningún lado. Mientras que a la mayoría le maravillan los viejos edificios, a mí me interesan las personas que los habitan. Intento encontrar en sus inflexiones, sus comportamientos, sus miradas, algo los defina. La arquitectura es la misma en La Habana o Córdoba. En la charla con mis amigos argentinos y cubanos descubrimos que somos más parecidos de lo que creemos a pesar de las diferencias raciales en algunos casos. “Lo” español se nota. Somos polares, bipolares. En Cuba se ha asentado una alegre resignación. La alegría de vivir contrasta con el rígido pesimismo de los hermanos argentinos.

No hay malicia en sus ojos. Hay una creencia en la revolución que no llega a ser fanática. ¿Por qué? Muchos habríamos de creer que a pesar de la fuerte carga ideológica de la educación no habría un espacio para algo más. Pero la formación de filósofos marxistas tiene que ver de manera obvia con una visión del mundo, que permite esta visión, aunque sea antagónica del otro.

La palabra revolución en sus libros rebota como en un salvapantallas de computadora vieja. Imagine usted la palabra repetida hasta la saciedad página tras página. Es agotador leerla. Como en México, a fuerza de repetirla deja de tener significado.

III

Birdman puede ser Castro. El héroe, el inteligente al que sus conciudadanos de manera velada acusan de haberse inmiscuido demasiado en la política exterior teniendo otras prioridades. Imagino al líder revolucionario seguido día a día por el director González Iñarritu. Haciendo las mismas tomas que en la película, mientras una voz en off le dice lo grande que es y lo mucho que ha conseguido. Riggan Thompson a su vez representa una generación a la que pertenecemos muchos. El capitalismo salvaje cuyo mayor enemigo es la falta de juventud ante la fuerza incontenible de los productos para anoréxicos.

Riggan Thompson se enfrenta a sus demonios, como la vieja Habana a sus periodos de reconocimiento de errores, que como el gatopardismo cambian para seguir iguales.

En el capitalismo el amor es práctico, tanto tienes, tanto te quiero. En La Habana es un acto de rebelión. Amar como si no hubiese un mañana. Los extranjeros como los nuevos héroes que llegan a paliar ciertas necesidades en una economía que funciona como una aspiradora de divisas.

En el otro lado, Riggan Thompson juega las reglas del capitalismo. Hipoteca la casa de su hija por algo que les puede igual costar la gloria que la calle. No hay puntos intermedios. Pero esa es la historia de su país. Llena de aventureros buenos y malos que llenan las páginas del readers digest.

En la mítica y heroica Habana, una generación hipotecada que se pregunta hasta cuando vivirán los viejos, para darle vuelta a la página.

IV

He venido a presentar un libro. Por las fechas lo más probable es que no vaya nadie. La coordinadora me ha dicho que es imposible venderlo. Que no hay dinero. Me interesa sobre todo conocer la narrativa cubana. A Leonardo Padura se le concede el premio nacional para aplacarlo. Descubro la poesía de Irina Dieguez que me explica en un poema lo que no vemos los extranjeros:

Conversación con el viajero

Mi ciudad es ésta, la que se extiende al mar.

Una mansa gratitud degrada sus bordes

en los azules que ves, viajero.

Esta ciudad tiene agujeros que se doblan

donde el agua se vierte

ajena, al sonido del hacha

que picotea la mitad de un siglo que no espera. 

No hay señales.

Cada parque tiene un dueño vagabundo,

cada parque es una pausa

falsificada en los charcos, 

las vitrinas, 

los espejos de aire. 

Viajero de guitarra sola.

También yo disminuyo en todas direcciones.

He cerrado despacio las puertas de mi casa

y nada me persigue. 

V

Hemingway es un autor cubano que escribía en inglés. Nuestros recorridos avanzan entre pinturas del che y los lugares que frecuentaba el buen Ernesto. Estatuas en los bares y mesas que le rinden homenaje, miles y miles de fotos, anécdotas de su pasión por entrarse a golpes a la menor provocación. Pero La Habana es más que un parque temático de Hemingway. Es una ciudad que se mantiene en pie a pesar de todo. Nadie puede quitarle el brillo a los ojos a la gente que la habita.

VI

Riggan Thomson se pasea por las calles de La Habana. Birdman vuela detrás de él, diciéndole que la revolución está más viva que nunca, que un nuevo capítulo está por escribirse. Pero Riggan ya no piensa en ella. Como Hollywood, sus formas empiezan a verse desgastadas. Prefiere, como la juventud cubana, buscar nuevos caminos. Quiere ser espejo de todos.

VII

Hemingway se voló los sesos, Raymond Carver murió a causa de su alcoholismo. Quizá ambos en un momento de sus vidas quisieron ser como los Habaneros o Riggan Thompson al final de la película, levitar, levitar para alejarse de la realidad que los atormenta. Ambos fueron cuentistas geniales. No tan agudos como los mismos escritores cubanos, que muy ufanos proclaman no haber inventado el realismo mágico, sino vivirlo día a día.