El ama y la sobrina de Alonso Quijano, auxiliadas por el cura y el barbero de la aldea manchega donde habría tenido su domicilio aquel hidalgo, se dieron a la tarea de expurgar la biblioteca de aquel, y dar con los causantes de su quebranto psíquico en la hoguera.

La pira redentora de los delirios sería conformada lo mismo por diversas versiones del Amadís y de su hijo Espladián, que por el formidable relato de Joanot Martorell, Tirante el Blanco; y al aproximarnos al medio milenio de que fuera fechada la célebre Segunda Carta de Relación, de Hernán Cortés, a conmemorarse el próximo 30 de octubre, y posteriormente al de la caída de la “Gran Tenochtitlán”, el 13 de agosto del año entrante, resulta digna de mención La Araucana, de Alonso de Ercilla.

La crónica de la conquista de Chile claramente habrá de encontrar una resonancia enorme entre nosotros, dada la participación en tal gesta de una peculiar compatriota nuestra: Catalina de Erauso, “la monja alférez”, dando cabal cuenta de ello don Lucas Alamán en sus Disertaciones, y ni que decir del libreto que al respecto escribiera el poeta Xavier Villaurrutia para la cinta protagonizada por María Félix.

Las constantes referencias a Hernán Cortés en la obra de Miguel Cervantes se complementa con el peregrinaje que el conquistador hace al monasterio de Guadalupe a su regreso triunfal a la península, y la semejanza que tal episodio entraña con respecto al pasaje que el efecto se describe en Persiles y Segismunda.

En la biblioteca del Quijote, no obstante, no habría podido figurar la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España que, a no dudarse, habría impresionado al “Caballero de los espejos y de la triste figura” con una profundidad mucho mayor a la que pudo haberle causado el relato que se contiene en La Araucana.

Al decir de Christian Duverger, la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, atribuida por este en realidad a la pluma del propio Cortés, es, después del Quijote, la máxima obra literaria escrita en lengua castellana, desplazando, a su criterio, a La Celestina, El Lazarillo de Tormes y a la producción teatral de Lope de Vega y Calderón de la Barca.

Alonso Remón, Cronista de la Orden de la Merced, habría publicado la obra de Bernal hasta 1629, fecha para la cual el autor del Quijote ya no se encontraría entre los vivos.

La versión no expurgada, ni adulterada por Remón, que se habría dado a conocer por el gran biógrafo de Juan de Palafox y Mendoza, Genaro García, figuraría en los archivos de la Ciudad de Guatemala a partir del año 1605, precisamente el año en el que se publicó la primera parte de El Quijote.

Vale la pena preguntarnos al acercarnos al medio milenio de un suceso clave y fundamental en la historia de México, del mundo de habla española y del devenir incluso de la civilización mundial, ¿qué clase de ensoñaciones y que grado de osadía habría tenido don Quijote sí entre los títulos de su expurgada biblioteca hubiese figurado la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España?

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