I. No la humanidad, la condición y las circunstancias de la existencia fallaron a Ludwig van Beethoven (1770-1827) en 2020, cuando iban a darse durante todo el año los festejos iniciados el 16 de diciembre de 2019 para celebrar el 250 aniversario de su nacimiento. A partir de marzo y a consecuencia de la alarma y la confirmación terrible de la pandemia del virus Sars-Cov-2, todo debió cancelarse; actos públicos masivos, conciertos sinfónicos, casas de ópera, salas de concierto, museos. Todo tuvo que reducirse a pocos eventos virtuales. Así cerró el año de conmemoración en Bonn, su ciudad natal. No obstante, a consecuencia del virus, los homenajes y goces reducidos al mundo del internet (aunque, paradójicamente, así potencializados y ampliados), se prolongarán tanto en Alemania como en Austria hasta bien entrado el 2021.

Pese a todo, lo sabemos, la música, la obra, la figura del creador alemán es inmortal. Mientras haya humanos que no ignoren su obra y la de otros seres esplendentes en todos los campos de la actividad creadora de todos los tiempos. Porque si hay presencia humana pero esta ignora y desconoce, sería como si esos seres no existieran. Y por otro lado, es difícil saber si prosperará la intención de infinito o inmortalidad de Carl Sagan al enviar la Sonda Voyager 1 de la NASA (y Voyager 2), el 5 de septiembre de 1977, con información y testimonios de la humanidad hacia el espacio para ser registrada por “alguien” en algún futuro, en algún tiempo: “Cada una de las naves porta un disco de gramófono -registro fonográfico de cobre de oro de 12 pulgadas (no había CDs o MP3 en 1977)”; RTVE; 05-09-2017. Entre las obras elegidas por Sagan y su equipo, está la Quinta Sinfonía (de México incluyeron una pieza que no creo sea tan representativa de lo mexicano universal “El cascabel”, el huapango compuesto por Lorenzo Barcelata en versión de mariachi; el Huapango sinfónico de Moncayo habría sido mejor elección): “Un grupo de expertos de la ciencia y la cultura ayudaron a Sagan en la selección de las piezas musicales. Concierto de Brandenburgo de Bach, La Flauta Mágica de Mozart, la Quinta Sinfonía de Beethoven y el Rito de Primavera de Stravinsky” (“El Cascabel: la canción mexicana que enviamos al espacio exterior”, Edgar Olivares, Códigoespagueti.com-ciencia; 05-09-17).

Por lo pronto, en el presente y el futuro inmediato, el espíritu de Beethoven aún vive.

II. Y siempre hay toda clase de testimonios. Me preguntaba cuál era el mío en 2020 además de haber escrito y sugerido “Beethoven para AMLO y la 4T; propuesta de programa; #BTHVN2020 (Video)”, columna en la que coincidía con Federico Arreola en la idea de programar el Cuarto Movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, entre otras piezas clásicas pero populares, para acompañar en el zócalo el segundo informe de gobierno o el segundo aniversario de la victoria de julio de 2018. Por la pandemia, no se pudo; y quién sabe de todas maneras si se hubiera materializado la idea sin ella, para no reiterar a la Sonora Santanera, La Diosa de la Cumbia o cualquier folklorista latinoamericano.

El otro testimonio vino de rescatar un archivo de 2012. Un ensayo en Berlín, Alemania, en el estudio de la pianista y preparadora Raminta Lampsatis, del ciclo de canciones An die ferne Geliebte (A la amada lejana; algunos dejan de lado la literalidad y traducen A la amada distante o ausente, que suena mejor en español), compuesto por Beethoven en 1816. Se tiene como el primer ciclo jamás escrito bajo el concepto de una serie de poemas hechos canciones que fluyen una tras otra sin interrupción; y si hay pausa de una pieza a otra, no debe de haber aplausos del público porque se trata de un conjunto poético y musical. En el caso de A la amada lejana, único ciclo escrito por él, la poesía es de Aloys Jeitteles (1794-1858). Existe, por cierto, una bella transcripción musical del ciclo realizada por Franz Liszt.

Aunque no las haya cantado en público, de Beethoven he ensayado el solo para tenor de su Novena Sinfonía, y Florestan, personaje de su única ópera, Fidelio. Ópera eminentemente política, libertaria, sobre la denuncia del crimen, la corrupción, la injusticia y la justicia y, al fin, sobre el triunfo de la libertad sobre la violencia que envilece a la humanidad (Florestan es encarcelado por Pizarro, jefe de la policía, por denunciar los crímenes de este. Lo hunde en las catacumbas y a escasa alimentación, para desaparecer en corto plazo. Leonore, esposa del prisionero, se disfraza de hombre para obtener un trabajo como asistente del carcelero Rocco, empleado de Pizarro, y de esta manera procurar la liberación del esposo que corre peligro de muerte. Marzelline, hija de Rocco, se enamora de Leonora/Fidelio y mueve así las emociones del padre que se vuelve condescendiente con el ayudante. Con la confianza ganada, este logra que se les dé a los prisioneros un día de sol; liberados momentáneamente, cantan un coral conmovedor como himno a la libertad, “¡Oh, qué alegría!”. También consigue ver al esposo en las mazmorras, moribundo, y hará todo lo posible por rescatarlo de la muerte. Enterado de que la cárcel será visitada por el ministro –quien ignora la naturaleza criminal de su empleado policial pero va porque ha escuchado denuncias-, Pizarro ordena a Rocco cavar una tumba y ejecutar al prisionero lo antes posible. Se niega, y el propio criminal pretende asesinarlo. Pero Fidelio se interpone con un arma revelando al tiempo su identidad femenina: Leonore. Llega el ministro de manera anticipada. Pizarro es puesto en arresto y los prisioneros son liberados. Estos cantan otro gran coral a la luz del día y a la justicia, “¡Salve al día!”). Esta obra extraordinaria es un antecedente conceptual, idealista y libertario de Beethoven que se verá magnificado en la grandiosidad del canto coral de la Novena Sinfonía (Op. 125; 1824).

Después del aprendizaje y ensayo del ciclo, tuve ocasión de interpretarlo, junto al de otros compositores (Schumann, De Falla, Turina, Revueltas), en varias ciudades europeas, incluyendo Berlín, así como en Nueva York y en la sala “Carlos Chávez”, de la UNAM, en la Ciudad de México, y en el Teatro Esperanza Iris de Tabasco.

Comparto entonces, antes de terminar 2020, An die ferne Geliebte, el ensayo en Berlín del poema de Jeitteles interpretado por el espíritu creador de Beethoven: