¿Por qué debería interesarnos una guerra remota y gangrenosa entre armenios y azeríes en Nagorno Karabaj? El secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, que llega hoy a Italia, debería poder explicarnos esto. Este conflicto podría ser la nueva prueba para escenarios futuros, también en Nuestra América y me refiero en particular, en un posible conflicto entre republicas hermanas, en el caso de Colombia y Venezuela; o también de una hipótesis de balcanización de los Estados Unidos Mexicanos, en la guerra sin límites de la Roma americana contra el gobierno de la 4T del presidente constitucional, Andrés Manuel López Obrador.

Nagorno Karabaj, una región de unos pocos miles de kilómetros cuadrados y 140.000 habitantes, en su mayoría armenios, es el conflicto más largo heredado de la era postsoviética. También la llaman la "Guerra de los Treinta Años": se presenta como un conflicto entre cristianos y musulmanes pero también como un enfrentamiento más, después de lo de Siria y Libia, entre Rusia, patrocinador de Armenia, y la gran Turquía protector de Azerbaiyán. Pero las implicaciones son mucho más amplias: Turquía es un país de la OTAN y estados con una geopolítica hirviente como Georgia e Irán están involucrados, más o menos directamente, en el intrincado asunto. Si Estados Unidos decidiera apoyar a Turquía en una función anti-rusa, la cuestión de Nagorno Karabaj sería mucho más relevante.

Sobre todo, la región está atravesada por los principales intereses económicos vinculados a los gasoductos: Azerbaiyán con el gasoducto que también llegará hasta a Italia y por ende en el Mediterráneo, pretende convertirse en un importante proveedor en los Balcanes y en Europa, compitiendo en parte también con el gas ruso en el centro de los grandes maniobras que hoy sacuden a Europa, desde Bielorrusia hasta el caso Navalny. Estas son algunas de las razones por las que un conflicto distante y en gran parte ignorado puede convertirse en un tema candente.

Esta guerra olvidada comenzó incluso antes de la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética. De hecho, estamos en 1988 cuando los armenios del gobierno de Nagorno piden pasar de la república soviética de Azerbaiyán a la república soviética de Armenia.

Los armenios de esta región siempre han rechazado la "azerificación" deseada por Stalin en la década de 1920 cuando los obligó a entrar en la república de Bakú. Así fue como con la disolución de la URSS los armenios de Nagorno se autoproclamaron república independiente, haciendo estallar la guerra entre Armenia y Azerbaiyán: en seis años en las montañas y mesetas de esta parte del Cáucaso se ha librado un conflicto que ha hizo al menos 30 mil muertes.

Hasta la tregua firmada en 1994, hace 26 años, que en realidad estuvo marcada por continuas violaciones del alto el fuego que ayudaron a mantener alta la tensión. Ahora la lucha ha vuelto a encenderse. Las primeras chispas del fuego se remontan a la primavera de este año y luego a julio, aprovechando la emergencia del Covid y la ausencia en el campo de los oficiales del Osce, que deberían vigilar la tregua, los azeríes han comenzado a soplar el fuego nuevamente. Los armenios ciertamente no son ángeles, pero los azeríes se han rearmado fuertemente para apoyar un nuevo conflicto y recuperar Nagorno: en una década, los gastos militares de Bakú han aumentado en un 500 por ciento, gracias también a los ingresos por las ventas de gas y petróleo.

Bakú, como ya lo ha hecho la Libia de Sarraj, se ha arrojado a los brazos de Turquía, que proporciona asistencia militar directa, tal como lo hace Rusia con Armenia. Pero según Ereván y algunos sitios especializados, Azerbaiyán también ha recibido de Turquía el envío de mercenarios ya empleados en Libia y Siria, además de los drones que han cambiado la cara del conflicto libio y han llevado a la derrota del general Haftar en el asedio de Trípoli.

Por ahora, los intentos diplomáticos de resolver el conflicto han fracasado. Estados Unidos, Francia y Rusia, que lideran la mediación del grupo Osce Minsk, nunca han logrado traer la paz entre Bakú y Ereván. A la propia Rusia le gustaría mantener el status quo y nunca ha reconocido a la república armenia de Nagorno. A los ojos de Putin, un nuevo conflicto con Turquía podría amenazar los acuerdos que Moscú intenta alcanzar con Erdogan tanto en Siria como en Libia, donde rusos y turcos quisieran dividir la ex colonia italiana en zonas de influencia. Además, Moscú tiene importantes negocios con Ankara, especialmente en el sector del gas (Turkish Stream) y no quiere irritar demasiado al sultán turco.

El peligro es que Erdogan ve en la guerra de Nagorno una nueva oportunidad para ampliar el campo de acción de su política neo-otomana también en el Cáucaso y asumir un papel cada vez más importante: como miembro histórico de la OTAN, Ankara se enfrenta amargamente con otros países del 'Alianza tanto en Libia (Francia) como en el Mediterráneo Oriental (Grecia). No es casualidad que Pompeyo hiciera escala en Atenas antes de llegar a Roma. Por eso Nagorno no está tan lejos de nuestra América si pensamos a el imperio del caos que Estados Unidos quieren imponer al rededor del mundo. Colombia, México y Venezuela están avisados.