¿Existe un solo arte en general? ¿Todas las disciplinas artísticas emanan y provocan las mismas reacciones? ¿Son suficientes las similitudes para contrarrestar las diferencias? 

Todas son preguntas que surgen a partir del acercamiento a diferentes disciplinas artísticas.  Ya que, mirando un panorama más general y sin tecnicismos, las artes se encuentran, muchas veces, sugiriendo sensaciones, sentimientos y problemáticas similares propias de los humanos. Como cuando escuchamos una canción nostálgica en un momento de sensibilidad: notamos que nos sentimos identificados con la letra o con la intención de esta rola; esta sensación la traducimos en emociones (melancolía) y es entonces, que se completa el círculo de la estética. Pero no queda allí, puede ser que pasando la crisis emocional, nos metemos a un museo por puro morbo y se presenta ante nosotros una pintura que, con el manejo de sus técnicas y lenguaje pictográfico, evoca en nosotros casi de igual manera lo que sentimos anteriormente con la canción. ¿Qué pasa allí? ¿existen diferentes caminos para llegar a un común destino (estética)? ¿O sólo son diferentes representaciones de una verdad sublime (arte)? 

La estética se puede ver como la acción de comunicar sentimientos (en una peligrosa y muy resumida definición) 

Por supuesto que en la realización de la estética intervienen demasiados detalles que no es posible, por mis propias limitaciones, estudiar a fondo. Ni es tampoco el objetivo de estas líneas ahondar en este peligroso tema. La duda es más simple o más compleja: ¿Todas las artes son iguales y solo cambia el vehículo del mensaje? Si analizamos con manos frías y vemos sólo la parte técnica, las diferencias son superadas por las similitudes, pero el peso de las similitudes es un poderoso factor:           

El ritmo. El ritmo pareciera propio de la música, pero es, en cambio, un componente básico en cualquier creación artística: La arquitectura no sería lo que es de no ser por algún elemento que se repite constantemente dando vida a grandes composiciones. No hablar de la pintura y de su hijastra la fotografía. O ¿qué sería de la danza sin el movimiento repetitivo que hace simular una meditación hacia la liberación corporal? 

 Vivienda en Sao Paulo por Flavia Cancian y Renata Furlanetto. 

Pero lo que quizá cambie en estas burdas comparaciones, sea el componente bajo la cual está hecha: la arquitectura está hecha de materiales tangibles, prevalece en el espacio. La danza crea poesía con el cuerpo humano,  se desarrolla a través de una obra que tiene principio y fin, como la música, que se mueve dentro del tiempo y es efímera. “La arquitectura es una música congelada” escribe Arthur Schopenhauer. 

La cadencia. Hay que recordar los últimos fragmentos de una obra orquestal en la que, para culminar, hace tocar más fuerte a todos los instrumentos y sentimos una especie de estrés que, salvo contadas excepciones, resuelve y nos lleva de nueva cuenta a un punto de equilibrio. El famosísimo “tan tan”. La cadencia no es más que establecer, dentro de la obra, un punto o puntos de tensión, que tiende a ser resuelta de alguna forma para lograr efectos de interés en el receptor. Pero no sólo la música. En la literatura, por ejemplo, o bueno en las telenovelas pues, hay un momento en que parece todo perdido y un villano se acerca lentamente a nuestro héroe con un cuchillo en la mano. En este momento, el estrés es máximo y quisiéramos gritarle al protagonista que se volteé para salvarse de su fatídico desenlace; pero al final siempre resurge un personaje casi olvidado que se vuelve bueno y mata al villano. Respiramos y volvemos al punto de equilibrio. En la pintura también hay espacios de tensión que de manera casi inconsciente nos desvía la mirada hacia un punto  focal. 

Si miramos la pintura de Rafael, “Transfiguración” miramos que el punto focal es la cabeza de Jesús dejando su cuerpo y convirtiéndose en Dios. Nuestra mirada va a ella, porque se forma un triángulo entre los Profetas y el punto focal. También, más abajo hay líneas dibujadas con brazos que dirigen la tensión hacia el foco. 

Los colores también parecieran propios de la pintura, pero son parte central de cualquier obra. Muchas veces le llamamos “mood”. “Esta canción, o tal o cual libro tienen un “mood” oscuro”. 

En fin, existen coincidencias contundentes como los matices, la intencionalidad, la carga emotiva etc. ¿Entonces en dónde está la gran diferencia? ¿Por qué mencionamos que existen diferentes artes y no solo un gran arte? ¿de donde surge la llamada “inspiración”? 

Ahondando un poco, ya no en las características técnicas sino en el sentido profundo, podemos partir de la idea que, entonces, el ser humano responde emotivamente, a ciertas provocaciones ya estudiadas por teóricos, de manera casi universal ¿cierto?

¿Y el artista por qué no es capaz de dominar todas las disciplinas además de la falta de tiempo? Si los artistas crean por una necesidad, es también primordial una mirada sensible para poder transmitir “eso”. Herman Hesse nos dice que “el arte es la contemplación del mundo en estado de gracia".  Pero en el caso en el que llegue el “estado de gracia” no todos lo desarrollan de manera similar, ni con el mismo argumento discursivo. A todos nos ha llegado, por algún motivo, nos acaricien las musas y nos lleven a un “estado de gracia”, hay quien lo realiza por medio de la música, o la pintura, o la danza, o quien de plano no haga nada.   

Nietzsche dice que existe algo llamado el “Uno primordial” que es la ensoñación de la realidad: una ilusión, representada por el Dios Apolo. Y que es un estado en el que constantemente estamos, sólo si seguimos el camino de la virtud y de la ética. Y también que existe, por el contrario, un estado de embriaguez representado por la figura Dionisiaca. Y que ambos confluyen y se baten íntimamente en la creatividad del artista para desarrollar sus obras. En el caso de los sueños, se trataría entonces de un susurro de Apolo para proporcionarnos la materia prima del arte. Pero si la realidad es una ilusión, los sueños serían la ilusión de la ilusión. En palabras de Hans Sachs: “la más verdadera ilusión del hombre se le concede en sueños”. Y el estado dionisiaco, sería abandonar la búsqueda de hacer arte, para convertirse en arte en sí. 

 Edward Munch "Melancolía"

            Pero regresando a nuestra pregunta principal, Nietzsche abunda sobre el tema. Especifica que los artistas plásticos, están embebidos de imágenes así como los creadores de obras de tintes épicos.  El músico y su obra, son ellos por sí mismos, encarnan los sentimientos sin mayores intermediarios. La música, según Schopenhauer “no expresa ningún sentimiento en particular, sino cada una de las emociones en sí mismas, en su esencia, sin accesorios ni motivos”. Y volviendo a Nietzsche, él dice que los artistas líricos parten de sí mismos, pero renunciando a la individualidad, buscan la generalidad mirándose desde una perspectiva ajena. Y que el poeta, es la encarnación de la naturaleza misma sin limitantes. Y, por tal motivo, ahonda profundamente, a través de un trance estético, en el “Uno primordial”.          

  El artista busca ese “Uno primordial” que, en una soez interpretación personal, diría que es la naturaleza propia del ser humano, es decir, que el artista busca reencontrarnos con nosotros mismos; que hallemos "luz" en lo oscuro de nuestra profundidad; que miremos con gracia incluso las lamentaciones y que sea más tolerable esta realidad. Y recuerdo un fragmento de la carta que mandara Charles Baudelaire a R. Wagner: 

“Al principio me pareció que conocía aquella música, y, al reflexionar más tarde, comprendí de dónde provenía este espejismo; me parecía que aquella música era la mía y la reconocía como todo hombre reconoce las cosas que esté destinado a amar.” 

A riesgo de aburrir hasta el  cansancio, aquí termino estas líneas.