Empecemos por el reconocimiento de culpas; yo soy arquitecto... Me duele lo que le está pasando a la arquitectura y reconozco que con seguridad tengo parte de culpa en ello...
Es simple: la arquitectura tendría que solucionar una serie de problemáticas sociales, ambientales, económicas y urbanas, y lejos de eso se ha convertido en artículo de lujo destinada a los pocos que pueden pagar el alto costo de vivir en una casa cuya arquitectura sea digna de mención, o trabajar en una de las extraordinarias torres que han transformado el paisaje urbano en los años recientes.
Es triste; el arquitecto se ha olvidado de su labor social, apostando por “mercados” que le garanticen altos ingresos y el tan preciado alimento para su ego.
Es vergonzoso; los arquitectos han asumido formas de medir el éxito que ponen por delante publicar en una revista que atender a las sociedades en que viven.
No importa la triste calidad de la vivienda rural que denuncian al borde de las lágrimas... Menos aún generar propuestas que permitan cambiar esta situación... Lo importante es publicar una crítica “demoledora”... Mientras se quejan por la falta de oportunidades de trabajo.
Pero ojo, hay que señalar que esta realidad no es provocada por los arquitectos exitosos que firman los grandes proyectos en México y el extranjero... Ni por aquellos que se han sabido convertir en desarrolladores inmobiliarios que incorporan su talento a la estructura de sus proyectos.
Por supuesto que bien podrían hacer algo más para que su talento incida en la vida de más personas, particularmente en los segmentos de bajos ingresos...
Pero los verdaderos culpables de esta pirrurirización de la arquitectura somos todos los demás arquitectos... Particularmente aquellos que limitan su actividad a criticar a sus colegas exitosos, en lugar de encontrar mecanismos para entender y poderse involucrar en las cadenas de producción de la construcción y el mundo inmobiliario, para, ya estando adentro, dirigir sus esfuerzos a mejorar todo espacio que se construya, en particular, aquellos que habrán de atender las necesidades de los más pobres.
Es triste ver que hay más críticos que hacedores de arquitectura... Que hay más arquitectos que esperan sentados que les llegue el trabajo, que aquellos que se la rifan construyendo proyectos de vida encaminados a llevar la arquitectura a personas y lugares a los que hoy no llega.
Es triste ver que hay más arquitectos chillones, que viven lamentando su mala suerte y la falta de oportunidades, que aquellos que se la juegan día con día tomando todos los riesgos que implica emprender y convertirse en promotor de sus propios proyectos.
Para los arquitectos lo importante tendría que hacer lograr la democtarización de la arquitectura, trabajando para que se incremente su “mercado” objetivo, en la medida en que se incrementa el número de personas viven o producen en espacios mejor diseñados y construidos.
Porque hoy el hecho es en que para millones de personas el único contacto con la arquitectura de calidad está en visitar un museo... O ya de plano uno de los centros comerciales que tanto odian los críticos de la arquitectura.
La arquitectura construye espacios que permiten el mejor desarrollo de toda actividad humana. Por eso, la falta de arquitectura es un obstáculo para el desarrollo de millones de familias y, en consecuencia, para el país.
Más allá de la mera valoración de sus valores estéticos, artísticos o culturales, la arquitectura construye espacios utilitarios... Lo mismo una vivienda, que un lugar de trabajo... O un espacio para el esparcimiento, el deporte, el arte o la cultura...
Pero es una disciplina que además cada vez tiene mayor peso en la generación de planes y obras urbanas... Más aún en tiempos en que el concepto ciudad ha tomado nueva dimensión, y ha sido reconocido como factor determinante en la construcción de mejores políticas de desarrollo económico y social.
El reto tendría que ser convertir a la arquitectura en un satisfactor cotidiano de cada vez mayor parte de la población.
Y lograr esto implica que este objetivo sea asumido por tomadores de decisiones desde los ámbitos público y privado, pero también, por un gremio que debe apostar más por el hacer y menos por la cómoda posición del crítico chillón.
Los arquitectos tienen que ser los más interesados en evitar que el consumo de su práctica se convierta en artículo de lujo.
Si los arquitectos permiten que la arquitectura sea no más que un artículo de lujo le están fallando a la gente, a su compromiso con el futuro y la cultura y... lo que quizá sea lo que en verdad les duela, se están fallando a sí mismos al no crear condiciones que les abran nuevas oportunidades de trabajo.