La última ceremonia de la entrega del premio Óscar fue mexicana. La mejor película, el mejor director, la mejor cinta animada; presentadores, cantantes, fueron o tienen algo que ver con nuestro país. En redes, no faltó quien criticara a Eugenio Derbez por su participación, a Eiza González por su increíble vestido, a Salma por su peculiar atuendo, a Gael por cantar “chistoso”, etc. 

Como toda la crítica fue a través de las redes sociales y más o menos de forma anónima, pues se dio repitiendo memes y comentarios jocosos. No hubo una respuesta, digamos, institucional o autorizada que, en su momento, pidiera silencio/mesura a nombre de la mayoría de los internautas. Sólo Eiza dijo que estaba orgullosa de ser mexicana y que le gustaría un poco más de apoyo del resto de los mexicanos. Y con toda la razón. Solo en ese momento, de forma tibia, las burlas y las chanzas disminuyeron.

Esta semana, Federico Arreola escribió sobre la obesidad de Guillermo Del Toro. En lo particular, no estamos de acuerdo con su escrito; de inmediato lo sumamos a la forma en que muchos actuaron en la ceremonia referida anteriormente. Lo anterior, con una diferencia no menor: con ello también puso el dedo sobre la llaga al respecto del problema de obesidad que padecen muchos mexicanos. 

México ocupa el deshonroso primer lugar a nivel mundial en obesidad infantil y el 2° en adultos (ENSANUT, OMS). En 2012, 34.4% de los niños de 5 a 11 añitos eran gordos u obesos; uno de cada 5 adolescentes sufría de sobrepeso y uno de cada diez era obeso. Al llegar a la edad adulta, la cifra subía a 26 millones con sobrepeso y otros 22 millones obesos. Somos tristemente un país de gordos, lo cual implica sufrir y gastar —y mucho— en tratar enfermedades crónico degenerativas como la diabetes, presión alta, enfermedades renales y ciertos tipos de cáncer. Todas las anteriores, tienen su raíz en el sobre peso. 

Es cierto, es casi quimérico ser delgado en este delicioso país. Donde el santo olor de la panadería (López Velarde), pan de dulce, tamales, tortillas calientitas, gorditas, huaraches, o unos papatzules, chiles en nogada, mole poblano y cien mil delicias lo vuelven casi una misión imposible. Pero debemos adelgazar.

Al artículo de Arreola logró lo que muy pocas veces se logra: que todo un contingente de personas “defendiera” a Del Toro. Hasta aquí muy bien. Y no es para menos, por fin se aplaude el éxito ajeno de uno de nuestros compatriotas. 

Lo que no se vale, es el tipo de contestaciones al columnista en cuestión. Las redes se incendiaron con odio y los epítetos usados contra FA se volvieron arengas y amenazas. No exageramos, amenaza retratada en una foto de un cuerno de chivo. Sin olvidar una colección de adjetivos tan bajos y soeces que demeritan a quien los recibe, pero sobretodo a quien los prodiga. ¿Por qué nos enojamos tanto con Arreola? ¿Por qué no utilizó memes? ¿Por qué ya había pasado el momento de burla generalizado? ¿Por qué somos gordos? ¿Por qué no fue chistoso en su comparación? Lo cierto es que, lo que la burla generalizada no causó problema, el ir solo en su crítica, sí. Esto es, las redes sociales lo tundieron; doble rasero para medir. 

Si Federico Arreola utilizó a Del Toro para hacer conciencia sobre la obesidad, el tiro le salió por la culata. Si lo hizo para recordarnos lo letales que son los kilos de más, deberíamos prestar mayor atención a lo trágico y mortal que es no cuidarnos. Si fue para decirle a Del Toro que lo admira y que tiene que adelgazar, ¡uy!, hay otras formas más diplomáticas y personales de decirlo. Si lo hizo para levantar polémica, lo mega logró. Sin embargo, aún en la polémica, podemos (debemos) debatir y rebatir, pero sin insultar. Eso se perdió en este intercambio (amplio intercambio: 17K likes).

Ojalá pudiéramos todos adelgazar (nuestro cuerpo nos lo agradecería y nuestra cartera, en el largo plazo también). Ojalá que Del Toro siga siendo exitoso con (pero, preferentemente, sin) kilos de más. Ojalá que don Federico siga teniendo el portal noticioso más exitoso en las redes en México. Ojalá que alguien calle a Fox pues, aunque no apoye a AMLO, eso no le da ningún derecho a tratarlo a punta de peladeces. Pero lo principal, ojalá todos aprendiéramos que no tenemos que escalar la violencia (aunque sea verbal). Que, disentir o defender, no nos da derecho a vilipendiar y sobajar al de enfrente. Solo entonces, dejaremos de ser el cangrejo de la cubeta, que no permite a los demás salir adelante.