Ciro Gómez Leyva es un hombre generoso. Hace algunas semanas me hizo el mejor regalo que he recibido en mi vida: un libro bastante interesante sobre supersticiones, que en realidad no era para mí, sino para una persona queridísima que tiene fuertes problemas de salud.

Antes de que se diagnosticara su enfermedad, esta persona conoció a Ciro. Se hicieron amigos. Admirable la paciencia del señor Gómez Leyva para tratar a un menor de edad. Jamás olvidaré aquella noche en Bellas Artes en la presentación de la Filarmónica de Viena cuando nos topamos, por casualidad, con el periodista de Imagen TV y Radio Fórmula y su acompañante.

Ciro, gracias, muchas gracias: eres un extraordinario ser humano.

Después llegó la dolencia. Grave, dura, insultante. No es el primer caso en mi círculo familiar más cercano. Si la felicidad, como ha dicho alguien, radica sobre todo en la salud, no he sido feliz. He sido sano, pero tanta enfermedad cerca de mí me deprime.

Ciro conoce mi situación y ha apoyado a mi gente desde que lo conozco. Sobre todo, lo hizo con el libro de las supersticiones.

Desde luego, Ciro sabe que si hay alguien que, sin trabajar en el sector salud, se ha relacionado con médicos especialistas durante más de 20 años, soy yo. Sí, siempre en hospitales privados que he podido pagar con los seguros de gastos médicos —a veces, solo a veces: en ocasiones los seguros no cumplen.

He pasado demasiado tiempo en los hospitales mexicanos. Y, jodida que es la vida, en estos 20 años he logrado salir de vacaciones al extranjero con mi familia, pero en casi todas los viajes he tenido que hacer escala en algún hospital. He conocido servicios hospitalarios privados y públicos de otros países. Ello no me hace experto, pero las vivencias sirven para comparar con un mínimo de conocimiento. Y, ni hablar, la situación de los hospitales públicos de México es mala, sobre todo si se le juzga frente a la excelencia que llegan a tener los de otras sociedades.

En México, prácticamente todos los médicos con quienes me he relacionado, que son muchos y muy buenos en su profesión, se ganan la vida en hospitales privados, pero dedican muchas horas diarias a colaborar en el IMSS, Nutrición, los hospitales de pediatría del sector salud, el Universitario de Monterrey, etc. Todos, siempre en estos 20 años, en las consultas o las visitas hospitalarias, después de cumplir su trabajo, platican amistosamente sus cosas. Y todos, en 20 años, han descrito desesperanzados que la medicina pública en México es poco menos que un desastre.

Hablan todos de corrupción en las adquisiciones que hacen los administradores de los hospitales públicos, del desabasto de medicinas, de falta de equipos, de insuficiencia de camas. A pesar de ello, los médicos, que son verdores héroes, cumplen con los pacientes. Se las arreglan como pueden y sacan adelante las cosas. Esto significa que los hospitales públicos funcionan, a pesar de tantos pesares. Pero de que han estado en crisis en los últimos 20 años, han estado. El origen del problema es el derroche y la corrupción, no tengo la menor duda.

Lo que Ciro dice hoy sobre el sector salud es lo que he escuchado durante 20 años narrado por los propios médicos. Hay una diferencia: ahora se está trabajando para intentar corregir el problema desde la raíz.

Una sola vez he platicado en persona con Andrés Manuel desde que es presidente. Casi toda la charla fue personal: la monopolizó el tema de la enfermedad que es mi infierno particular, a pesar de que yo en general estoy sano.

En la charla le transmití a Andrés la preocupación de alguien que sufre intensos dolores pero no solo por su propio sufrimiento, sino también porque ha escuchado por primera vez a los médicos hacer el diagnóstico que han hecho desde hace 20 años: la gente en los hospitales públicos, sobre todo los niños enfermos, sufre más que el paciente más complicado en los hospitales privados. Y sufre más porque no hay equipos suficientes ni medicinas y tratamientos de vanguardia en las cantidades en que se requieren…

El presidente López Obrador —que conoce mi pesadilla desde el 2005—, lo que me dijo además de expresar solidaridad y apoyo moral sinceros, fue que se comprometía a solucionar de verdad el problema, su prioridad como gobernante. Pero algo tan complejo no se va a corregir sin sobresaltos, presiones, conflictos. Lo estamos viviendo.

¿Vive el sector salud mexicano una situación que Ciro Gómez Leyva describe como apocalíptica? Sí, pero desde hace muchos años. Y solo se había expresado en algunos pocos reportajes sin lectores o en estudios académicos. Más importante, las autoridades no habían hecho nada significativo al respecto. 

¿Por qué el escándalo ahora? Solo se me viene una respuesta a la cabeza: porque para ir a la raíz del problema era necesario atacar intereses. Me quedo con La Rayuela de ayer en La Jornada, que creo explica mejor que nadie por qué renunció Germán Martínez al IMSS y, también, por qué está resultando tan complicado poner orden en el sector salud. Esta imagen lo dice todo: