Desde que Margarita Zavala abandonó el Partido Acción Nacional, y se aventuró en la búsqueda de la candidatura independiente a la Presidencia, se veía muy complicado, casi imposible que lo lograra.
Las candidaturas independientes están diseñadas por los partidos políticos para hacerlas prácticamente imposibles de obtener y en caso de que se logre, la disparidad de recursos asignados, solo hace más grande el abismo que hay que cruzar para siquiera intentar hacer una campaña a nivel nacional, en donde se pueda presentar una plataforma y que el candidato independiente sea conocido.
Margarita confió que el conocimiento que de ella se tenía, por haber sido primera dama del país, le daba la presencia nacional necesaria, sin embargo, la relación con el expresidente Calderón fue sencillamente un fardo demasiado pesado para llevar a cuestas.
Adicionalmente, recordemos que los otros candidatos han estado haciendo campaña desde hace muchos años (algunos más de 12) y que el descontento de la sociedad ante los políticos de los dos partidos que han ocupado la silla presidencial, pareciera sencillamente demasiado grande como para darles una oportunidad.
A mi juicio, Margarita es una panista que debería dedicar sus esfuerzos en recomponer el PAN, regresar a su partido en el cual se formó y, desde adentro, luchar porque el panismo retome los caminos trazados por sus fundadores encabezados por Gómez Morín; por grandes ideólogos como Carlos Castillo Peraza o por fieles seguidores como Manuel Clouthier.
La Margarita que vimos ayer en el espacio periodístico televisivo de Tercer Grado, es la Margarita que necesita el PAN; conciliadora, demócrata, fiel a sus principios y a sus creencias. Ella es la persona que puede reintegrar y cohesionar a un partido que, ahora más que nunca, necesita estar unido ante las incertidumbres internas y externas que están por venir.
La aventura en la que se había lanzado era sencillamente, crónica de una muerte anunciada.