Polígrafo en la más a extensa y acabada significación del término, don Miguel N. Lira habría sido jurista, juez, historiador, periodista, cronista, novelista y poeta; oriundo de la Ciudad Tlaxcala: ?? miel virgen del colmenar? según plasmara su pluma de bardo y misma que, según la ya referida pluma, le ?habría cegado con su blanca, blancura de palomar?, pasaría sus mocedades en Puebla, urbe de la que, por otra parte, guardaría una impresión entrañable durante toda su vida.
La inminencia de un aniversario más al episodio que desencadenara la ?Revolución Mexicana?, obliga a rescatar del olvido al escritor que, acaso, haya plasmado la mejor reseña literaria del asalto de la policía a la casa de los Hermanos Serdán, ubicada en Puebla en la antigua ?Calle de santa Clara?; ciertamente, la descripción que de tal evento habría realizado don Miguel N. Lira en su novela ?La? escondida difícilmente reconoce parangón alguno en la bibliografía existe entre nosotros.
Las referencias a la ciudad de Puebla que hace el novelista, ameritaría que se le considerase, con toda justicia, como a uno de sus grandes cronistas:
Felipe Rojano, personaje central en la trama de ?La Escondida?, con el deliberado propósito de escabullirse de la policía, asiste a la homilía en el templo de ?El Señor de los Trabajos? frente a la estación de los ferrocarriles, y cuya devoción ha venido a menos para las actuales generaciones que habitan la ciudad; las autoridades de Tlaxcala encargadas del protocolo correspondiente ordenan llevar de Puebla los manjares contratados con la cafetería ?Mauglaire? que se erigiría en centro de reunión señorial hasta bien entrados los años 30 del siglo pasado; la descripción del asalto de la policía a la casa de Aquiles Serdán, por su parte, está imbuida de la fuerza de quien ha sido testigo cercano de los hechos que relata.
La adaptación efectuada, nada más y nada menos que por José Revueltas para la versión cinematográfica de Roberto Gavaldón, protagonizada por Pedro Armendariz y María Félix, está dotada de una enorme fuerza de virulencia social, mayor, sin duda, de la que al efecto habría plasmado en su trama Miguel N. Lira, pero en ésta, en contrapartida, existe una indudable fidelidad testimonial del acontecer social de una época, de una localidad y de sus circunstancias.
El olvido tiende a cubrir , en los días que corren, los sucesos del 18 de noviembre de 1910 acaecidos en la Calle de Santa Clara y que desencadenarían ?La Revolución Mexicana?, los comentaristas políticos que pululan en la televisión parecieran haberse puesto de acuerdo en concluir que dicho período de la historia nacional habría sido del todo infructuoso, en contrapartida, un historiador de la dimensión de Erick Hobsbawm lo considera como una de los grandes sucesos del la pasada centuria, según lo habría expresado en su ? Historia del Siglo XX?; si el olvido tiende a cubrir los sucesos de la casa de los Hermanos Serdán, la amnesia colectiva habría resultado ser, al paso del tiempo, especialmente cruel con un escritor como don Miguel N. Lira , cuya obra, por lo demás, se erige en parte incuestionable de nuestro acervo cultural; por ello, difícilmente podría existir mejor momento para resarcirnos como sociedad de dicho olvido que al momento de rememorar la efeméride que, acaso, habrá de convocarnos todavía durante el presente mes de noviembre.
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