29 de abril de 2024 | 06:40 p.m.
Opinión de Plácido Garza

    El eslabón bien perdido del Señor de los Anillos

    El tal Jor la regaba una y otra vez, era imprudente, se creía gracioso y era un plomo de pesado, mamón hasta el cansancio
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    Ahora sé por qué los escritores que había contratado el gigante de las ventas online para la serie de televisión inspirada en las taquilleras películas, no se harán cargo del guión: Se les perdieron en un Uber, hojas enteras de dicho proyecto y ante la filtración que comenzará a darse en las próximas semanas, no quisieron arriesgarse a que la gente conociera parte de la historia.

    Les platico algo de lo que hoy se encuentra bien perdido: Dentro del klan Péndegor había uno, el tal Jor, que solo por el privilegio de su edad ejercía cierto rol de mando. No tenía otros atributos para ocupar esa posición, solo su edad y lo que de él se decía un poco exageradamente: que era medio bueno, como si tal fuera la característica suprema para sobrevivir en un mundo -como ese y como el de ahora- cada vez más competido.

    Gran parte del klan que estaba a su encargo se había perdido debido a lo que en ese mundo de fantasía se llamaban “malas decisiones”. Bueno, en el mundo actual se le llaman igual a las tonterías que se cometen cuando no hay suficiente esencia gris en la azotea.

    El tal Jor la regaba una y otra vez, era imprudente, se creía gracioso y era un plomo de pesado, mamón hasta el cansancio y no conectaba lo que escasamente pensaba con lo que decía y hacía. Era la personificación de un galimatías de babosadas intergalácticas y él creía que siendo servil se ganaría el aprecio de quienes le rodeaban.

    Los más débiles de mente igual que él lo apreciaban, pero los pocos más dubitativos que tenía cerca, se aprovechaban de su “ser bueno” para dejar que se ocupara de las tareas más ínfimas y deleznables del klan.

    ¿Cuándo se había visto a un tipo de su edad haciéndola de mandadero? Y -por cierto- de mandados cortos porque no le daba para los intermedios y menos para los largos.

    ¿Cuándo se había visto a un vejete como él limpiando pisos que pisaban otros de menos edad? O recogiendo basura que otros tiraban. O lavando los cacharros en que todos comían, o recogiendo la mesa donde otros se surtían o haciéndole la comida a gente que ni conocía.

    Creía que tenía cierta alcurnia pero era puro cuento. A lo mejor uno que otro músico medio emparentado venido a menos . En suma, era un servil que ponía una “l” al final de esa palabra donde iba una “r”.

    Todo en él era melodrama, aunque en esa época tal género teatral o telenovelero aún no existía. Quién sabe, a lo mejor fue él quien lo inventó. El asunto es que toda su expresión era exageración. “¡¡¡¡¡Bienvenida, cuñis!!!!!”, le vociferaba a quien se aparecía donde él estaba, apenas media hora antes de que se había ido.

    Donde vivía había una perra de esas de raza pequeña, que pertenecía a uno de los nobles del klan y para no quedarse atrás, él quería uno grande, un pastor alemán, nomás para hacerse notar.

    Conforme pasaba el tiempo, más que extrañeza, causaba lástima y molestia. Cada vez eran menos quienes le entendían y aceptaban. Muecas de disgusto, desagrado y pena ajena eran cada vez más frecuentes entre sus mismos parientes y allegados.

    Entonces, había llegado a donde estaba por que era “bueno”, nada más, pero resultaba que cuanta batalla libraban los de Péndegor con él al frente, la perdían, precisamente porque el tal Jor era un pendegore consumado.

    Y como estaba rodeado de corifeos que lo que no le celebraban por conveniencia se lo toleraban, su klan se desmoronaba a manos de otros más listos que aprovechaban la cercanía territorial para irse comiendo poco a poco y a veces a tarascadas, los dominios de Péndegor.

    El contrapunto de la historia era que solo “ser bueno” no era suficiente para estar en la posición donde él estaba.

    La duda de que si para estar al frente de un klan solo bastaba ser bueno y no capaz, crecía y corría como fluyen embravecidas las aguas del río cuando se acercan al océano.

    Péndegor -merced a Jor- se hacía cada vez más chiquito, más pobre su existencia e importancia. Sus dominios se apagaban, sus caminos se volvían pedregosos y la vida ahí se tornaba cada vez más limitada, arriesgada, tediosa, monótona, fastidiosa y afrentosa.

    Lo bueno era que ese klan era todo menos una democracia y resultó que en este aspecto de la política radicó la salvación para todos los pendegores, porque para que se hagan las cosas en una democracia, hay que convencer a miles, cientos de miles o millones.

    Y si el que gobierna es un tirano -como lo era “Jor el bueno”- basta con matar al tirano para que el cambio venga.

    La muerte de Jor, primero fue simbólica, porque su poder se fue extinguiendo en la medida que su servilismo aumentaba. De tanto andar haciendo mandados, de tanto cacharro lavado, de tanto piso fregado, de tanta ropa lavada, sus funciones motoras comenzaron a atrofiarse y lo que comenzó como una artritis dedicular, terminó convertida en el primer caso en la historia de artritis mental.

    La mansedumbre de Jor se volvió mensedumbre paulatina hasta que terminó por aventarle al barquero Caronte los despojos que de vida le quedaban.

    Sus últimos alientos se dieron en la bañera, donde uno de los dubitativos le ayudó a cortarse las muñecas, sumergido en el agua caliente que dilataba sus venas para que el rojo carmesí fluyera embravecido cual río que siente cada vez más cerca al océano.

    Y entonces, cuando la muerte se apoderaba por completo de aquél cuerpo exánime, el dubitativo le preguntó: “¿Qué se siente? Dime, ¿qué se siente?”. Y como única respuesta, lo último que dijo el tal Jor, fue: “ge,,ge,,ge…”

    CAJÓN DE SASTRE

    “La moraleja de la historia es buenísima; qué pendegores fueron los guionistas al habérseles perdido éstas páginas del guión... y qué pendegore resultó también el tal Jor”, dice la irreverente de mi Gaby.

    placido.garza@gmail.com

    PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras. Como montañista ha conquistado las cumbres más altas de América.

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