30 de abril de 2024 | 10:19 a.m.
Opinión de Gildardo Cilia López

    AMLO y las Crónicas desde el Diluvio

    El título del artículo de Rolando Cordera me llamó la atención: "Notas desde el diluvio y lecciones del porvenir”.
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    Leí algunos artículos de la publicación "Cambiar el mundo: el desarrollo tras la pandemia", que fue coordinada por Rolando Cordera y Enrique Provencio. La publicación fue realizada por el "Grupo Nuevo Curso de Desarrollo", del PUED de la UNAM.

    La mayoría de los textos llevan a pensar en el que hacer después de la pandemia, poniendo especial énfasis en la necesidad de un cambio en la estrategia económica, política y social del país. Coinciden los que tratan temas económicos en la necesidad de instrumentar una política fiscal expansiva; sin embargo, algunos textos se presentan de manera abstracta sin ofrecer un análisis cuantitativo, lo que no permite esclarecer si en los hechos pudiera ser sustentable esta expansión.

    El título del artículo de Rolando Cordera me llamó la atención: "Notas desde el diluvio y lecciones del porvenir”. Las lecciones tienen que ver con las tres grandes vertientes que propone para dar solución a los problemas que nos aquejan: inversión sostenida, adaptación dinámica del progreso tecnológico y la configuración de un Estado robusto y ordenado. Lo del diluvio, tal vez sea una analogía del huracán económico y financiero que está enfrentando el país en medio de la precariedad de recursos, en donde encontrarlos y generarlos debe llevar a la máxima optimización.

    Las grandes inundaciones ocupan un lugar de primer orden en las historias más antiguas del mundo. De todas las inundaciones, existe una poco conocida, pero de gran interés: el diluvio chino. Dicha catástrofe aconteció hace 4000 años por el desbordamiento del Río Amarillo, dando origen a la civilización china.

    El diluvio es ejemplo del espíritu humano ante la adversidad. Para domar a las aguas, se recurrió al esfuerzo productivo social: primero, con la construcción de diques y después con la construcción de canales que iban hacia el mar, generando un crecimiento inusitado en las actividades agrícolas. Luchar contra el desastre significó una gran transición científica y cultural; de ahí surgieron nuevos instrumentos de labranza. El diluvio hizo saltar a la civilización china del neolítico a la edad del bronce.

    Volvamos al tema. De los textos que hablan sobre política económica me interesó el de Suárez Dávila porque ofrece datos que son útiles para abundar en un análisis de diferente índole y salir de la especulación teórica de algunos otros artículos, como el de Carlos Tello.

    En un primer momento y de manera somera compara al coeficiente de la deuda total de México, de alrededor de 50 por ciento, con el promedio de la OCDE que es de 80 por ciento, concluyendo que existe un margen de endeudamiento. Vale la pena poner esto en claro. La deuda del sector público federal a diciembre de 2019 sumó 11 billones 027 mil 500 millones de pesos (mdp). De llevarla al 80 por ciento del PIB, esto nos daría una cifra aproximada de 20 billones de pesos.

    Endeudarse parece una solución fácil, pero costosa. El pago en 2019 para cubrir este pasivo consumió más recursos que los destinados al sistema de salud pública o a la inversión productiva del Gobierno Federal. Los intereses para el pago de la deuda sumaron, en 2019, la cantidad de 666 mil 478 millones de pesos, esto es, 2.7 por ciento del PIB. Dicho monto fue más alto en 15.8 por ciento que el destinado a la salud pública y en 18.2 por ciento que el de la inversión pública.

    Para tener una primera aproximación de en cuanto se acrecentaría el servicio de la deuda, al elevar la proporción de la deuda al 80 por ciento del PIB, sólo habría que multiplicar los 20 billones de pesos por la tasa actual de referencia de 5.5 por ciento; lo que llevaría a un pago anual de intereses de 1.1 billones de pesos.

    Desde luego, este cálculo es imperfecto porque se está incluyendo la deuda externa, cuya magnitud en 2019 ascendió a 456 mil 251 millones de dólares. El endeudamiento externo aumentó considerablemente, desde la crisis inmobiliaria de 2009, existiendo como señuelo un entorno de dinero barato.

    De 2010 a 2018, la deuda externa se duplicó y su secuela la tiene que afrontar la actual administración. En 2019 el pago de intereses fue de 206 mil 084 millones de pesos, esto es, el 30 por ciento del pago de la deuda total. En la deuda externa, además del costo propiciado por las tasas de interés, existe el riesgo de la variación cambiaria; de modo que la predicción del pago en pesos se vuelve más compleja. Se sabe que México cuenta con una línea de crédito de 61 mil millones de dólares con el FMI, por lo que teóricamente es factible endeudarse en forma significativa.

    Suárez Dávila reconoce que las tasas de interés de la deuda interna son altas y que en la externa se corre el riesgo de la depreciación del tipo de cambio, por lo que recomienda explorar fórmulas para que Banco de México pueda dar financiamiento directo al gobierno federal y otorgar líneas de redescuento a la Banca de Desarrollo. Resulta sui generis el planteamiento porque desde 1994, de acuerdo con el artículo 11 de la Ley del Banco de México, el banco central no puede otorgar financiamiento directo al Gobierno Federal.

    Más allá de la restricción legal vale la pena hacer las siguientes preguntas: ¿Se podría mediante estas fórmulas instrumentar una política monetaria expansiva para financiar al Gobierno Federal sin que existan presiones inflacionarias? ¿Esto no significaría alterar la estructura de la base monetaria, haciendo crecer significativamente el circulante?

    Abundar en el cómo se debe expandir el gasto y la inversión públicos es un ejercicio necesario. Aferrarse a la idea de crecer a toda costa puede llevar a esgrimir argumentos que parecen en desuso. Detonar el crecimiento económico, recurriendo de nueva cuenta a una fuente inestable, sería el peor de los caminos: llevaría seguramente a una inflación incontrolable, con un impacto transitorio en el crecimiento económico.

    Preocupa que dentro de los textos compilados por Cordera y Provencio no se haga un análisis más detallado sobre la política económica actual, como si no existiera estrategia económica o hubiera un vacío en la conducción económica del país.

    ¿Será que existe una subestimación hacia el Secretario de Hacienda y Crédito Público; o que se actúa con menosprecio hacia lo que ha instrumentado el Gobierno Federal? Ahora se dice que se está llevando una estrategia procíclica al estancamiento por lo que es necesario un mayor y mejor gasto.

    En una de las primeras crisis que afrontó el gobierno, la renuncia de Carlos Urzúa, se pensó que ello iba a significar un descarrilamiento en la conducción económica del país. Pocos hablaron de los méritos académicos y profesionales de Arturo Herrera, sólo algunos con mayor conocimiento de causa lo calificaron como un excelente economista.

    Herrera ha buscado asumir políticas contracíclicas sin resquebrajar a las finanzas públicas; también es el artífice de una reforma fiscal progresiva, sustentada en la efectividad impositiva hacia los evasores, sin permitir la condonación de adeudos.

    Vayamos a lo que no evalúa o sólo analiza someramente el “Grupo Nuevo Curso de Desarrollo”:

    1.- La reforma fiscal no significa sólo elevar impuestos, sino evitar el sesgo anticonstitucional que genera la evasión de los que más tienen.

    Durante 2020, el Gobierno ha obligado a pagar a grandes empresas más de 28 mil millones de pesos (mdp). Entre las empresas evasoras se encontraban Walmart que en 2019 registró una utilidad neta de 37 mil 789 mdp y FEMSA, cuya utilidad ascendió a 28 mil 048 mdp. Hay otras instituciones financieras y empresas que le deben recursos al fisco, no obstante, de que han obtenido cuantiosas utilidades.

    ¿Qué acaso la progresividad fiscal, es decir, el hacer pagar a los que más tienen no formaría parte de una reforma fiscal integral y resulta menos inequitativa que simplemente elevar en un punto porcentual al IVA?

    2.- La estabilidad macroeconómica pasa a un segundo término y parece desdeñarse, como si no tuviera efecto alguno en el correcto funcionamiento del sistema económico. Herrera ha sido un importante actor en las decisiones para que variables básicas se muevan en la dirección correcta. Para aspirar a crecer también los costos claves se deben ajustar convenientemente para propiciar la inversión y generar ahorros. La disminución de la tasa de interés, despresuriza el servicio de la deuda pública y en el mismo sentido, el decrecimiento del tipo de cambio, revierte el abultamiento de la deuda externa, que representa el 28 por ciento del endeudamiento del sector público.

    Ahora el tipo de cambio se sitúa en 21.58 pesos por dólar y la tendencia lo puede ubicar en unas semanas en menos de 20 pesos por dólar. La inestabilidad cambiaria parece frenada y el mercado de valores se sitúa por arriba de los 38 mil puntos, tal como se situaba antes de la crisis pandémica.

    3.- No se reconoce la vocación del Gobierno hacia el libre mercado. En plena crisis petrolera, la convicción de mover el precio de las gasolinas conforme a la tendencia del mercado propició su abaratamiento y eliminó los subsidios. Ahora la tendencia es distinta, pero en su momento se obtuvo partido de una situación, sin ambages, catastrófica. Se tuvo la virtud de encontrar esta fórmula compensatoria ante una situación de pérdida.

    4.- Se estigmatiza por ser procíclica la decisión de no endeudarse y se concibe que se tendría que recurrir a su contratación en forma extraordinaria. Arturo Herrera considera que el margen de maniobra que tiene México para endeudarse es reducido; entre otras razones por que la tasa de interés de referencia sigue siendo alta. Los países desarrollados han ampliado sus deudas por arriba del 15 por ciento del PIB; sin embargo, países como Japón colocan deuda a tasas negativas y en Alemania o Francia las tasas son muy bajas.

    La tasa de referencia en México sigue siendo alta, 5.5 por ciento; se prevé que en junio va a disminuir a 5 por ciento y que al final del año se puede situar en 4.5 por ciento. La gran barrera para disminuir la tasa de referencia, es la tasa inflacionaria que va a oscilar en 3 por ciento. Es decir, recurrir a más deuda significa aumentar el pago de sus intereses y reducir la capacidad para sostener el gasto social y la inversión pública. Ninguna política de transformación sería sostenible con escalas crecientes de endeudamiento.

    Antes de propiciar el déficit primario o un mayor endeudamiento, el gobierno ha buscado alternativas sanas para el financiamiento del gasto público con destino social. Entre los recursos disponibles del portafolios del Gobierno Federal se encuentran aquellos provenientes de los fideicomisos que suman más de 250 mil millones de pesos.

    También se ha contratado deuda, pero sin salirse del techo financiero autorizado por el Congreso mexicano. Para fortalecer la certidumbre financiera y frente a lo que opinaban los medios y las calificadoras, se salió al mercado. La operación exitosa de la venta de bonos por 6 mil millones de dólares, amplió la confianza en torno a la capacidad de afrontar el deterioro financiero, difirió compromisos de corto plazo y sirvió para frenar la especulación cambiaria; ello en medio de la pandemia y del deterioro de precios del petróleo a nivel mundial que incluso llevó a un valor negativo a la mezcla mexicana. Este deterioro se pudo compensar porque se tenía una cobertura de mercado, es decir, el Gobierno de la Cuarta Transformación no ha dejado de ser prudencial.

    Además, durante esta misma semana el Banco Mundial otorgó un crédito por mil millones de dólares, pasivo que ya estaba contemplado dentro del techo de endeudamiento autorizado por el Congreso Mexicano. El préstamo concedido dentro de una línea de crédito flexible reafirma la condición de que México es una economía con bases macroeconómicas sólidas.

    5.- Se insiste en afirmar que estamos ante una política económica procíclica, negando que existe una estrategia para detonar el crecimiento. Dentro de un escenario viable se han adoptado como medidas contracíclicas: la aceleración del gasto, adelantando su programación; se continúa con la inversión de obras de infraestructura estratégicas que posibilitan un efecto multiplicador en la inversión y el empleo; se ha ampliado por más de 50 mil millones de pesos las posibilidades de financiamiento bancario, mediante una estrategia conjunta con Banco de México y se mantiene una actitud proactiva con respecto al libre mercado. Se espera que, en julio, con la puesta en marcha del TMEC, se amplíen las bases para tener una recuperación acelerada y sostenida.

    Los dogmas políticos no nos permiten dormir en paz. Ojalá y la crisis nos llevé a encontrar el mejor de los caminos, lo recomendable no es volver a utilizar estrategias que en su momento llevaron casi a la quiebra del país y al escenario de estancamiento con inflación. La prudencia es necesaria para no volver a comprometer la soberanía de la nación.

    Los datos duros ahí están. Durante los setentas y hasta 1982, el déficit fiscal se amplió a más de 10 por ciento del PIB, hasta llegar al 30 por ciento; la deuda externa creció hasta sobrepasar el PIB y representar más de 6 veces nuestras exportaciones totales. Todo esto con inflaciones crecientes que llegaron en el momento de mayor caos al 100 por ciento.

    El diluvio que mejor se afrontó fue aquel en el que el ingenio y el esfuerzo productivo hizo emerger a una gran civilización, no aquel que narra la salvación de unos cuantos. Hay que buscar la forma de que las aguas regresen a su nivel, en lugar de hacerlas crecer para ahogarnos más.